EL CASO VALTÒNYC Y LA ESPAÑA DE CORONA Y CRUCIFIJO
DAVID BOLLERO
La justicia belga
no extraditará a Valtònyc… al menos por ahora, pues cabe recurso de la
fiscalía. Una vez más, Europa le saca los colores a nuestro Estado, que en
ciertas cuestiones sigue rigiéndose por un Código Penal pretérito que no
consigue sacudirse el ultraconservadurismo, el mismo que nos impide ser una
democracia moderna.
Resolución del juez
belga: Ni enaltecimiento del terrorismo, ni injurias a la corona ni amenazas…
sólo libertad de expresión, algo que en España cada vez cuesta más disfrutar, a
pesar de ser un derecho humano fundamental. ¿Cómo hemos conseguido involucionar
de este modo?
Salimos de una
dictadura atroz y todo hacía indicar que el margen de mejora era
extraordinario. Sin embargo, tras unos años de mejoría alcanzamos un punto de
inflexión a manos del Gobierno del Partido Popular (PP) y las libertades
conquistadas se fueron por el retrete de la Transición. Quienes somos duros con
aquella etapa nos recriminan que se hizo lo que mejor que se pudo dadas las
circunstancias. ¿Saben qué sucede? Que aun comprando esa versión de los hechos
-que, por supuesto, no compro-, lo que tengo claro es que después se ha hecho
todo lo peor que se podía… porque la fosa séptica de ese retrete de la
Transición rebosa mierda para dar y tomar. Disculpen la crudeza del lenguaje.
Iglesia y Corona
siguen inviolables en un democracia que se dice moderna. Símbolos como la
bandera, que para muchas personas recuerda a esa España en blanco y negro
porque la derecha más rancia se ha apropiado de ella, son intocables. No deja
de ser curioso que en un país como EEUU, que tiene un sentido del patriotismo
mucho más arraigado y profundo que el nuestro, sea posible quemar una bandera
de barras y estrellas amparándose en la Primera Enmienda y en España no se
pueda ni pitar al rey en una final de fútbol.
Humoristas como Tip
y Coll deben estar revolviéndose en sus tumbas viendo cómo hoy darían con sus
huesos en la cárcel por chistes que contaron en sus años dorados. Sentencias
como las sufridas por Pablo Hasel, César Strawberry o Valtònic son un insulto a
la inteligencia más básica y un atentado a la democracia moderna. ¿Cuántas
veces más habrá que recurrir a la justicia europea para que la española sea
realmente justa? ¿Cuántos legisladores habrán de pasar por el poder para que
España entierre sus complejos, cuelgue sus hábitos y mande la corona al carajo?
Que hay dos Españas
es más que evidente. Quien lo niegue o está ciego o se autoengaña. Esa no es la
mala noticia: la peor es que la derecha ultraconservadora es menos tolerante
que la izquierda, que esa otra parte más progresista que, igual que encaja con
estoicismo el desfile de crucifijos, banderolas y ‘viva el rey’ quiere poder
gritar en libertad ¡me cago en dios! y ¡me cago en la monarquía! Mientras no
nos dejen gritarlo a los cuatro vientos, no hablaremos de democracia moderna.
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