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domingo, 9 de septiembre de 2018

EL BRIBÓN SIEMPRE ACABA GANANDO


EL BRIBÓN SIEMPRE 
ACABA GANANDO
JUAN CARLOS ESCUDIER
Al Bribón le ocurre lo que a la banca, que siempre gana. Esta semana se proclamaba campeón de Europa de la clase 6 metros, que es la suya, sobreponiéndose a todas las adversidades de viento y oleaje y a los nervios del patrón de la embarcación, ese lobo de mar octogenario llamado Juan Carlos pero más conocido en los círculos náuticos como Impune I, el terror de los mares.

Los nervios de nuestra emérita enormidad eran comprensibles. Se debatía en la Mesa del Congreso si se debía investigar en el Congreso esas grabaciones en las que su amiga con derecho a roce, Corinna Sayn-Wittgenstein, explicaba que en tierra firme era un auténtico pirata que cobraba comisiones, ocultaba dinero en Suiza y utilizaba testaferros como ella misma para comprarse propiedades en Maruecos sin enseñar la patita de palo.


La preocupación era lógica porque nuestros dos grandes partidos y el del líder veleta, cuyo republicanismo es conocido del uno al otro confín, no pasan una, sobre todo tratándose de temas sensibles para esa ejemplar monarquía que nunca dio que hablar. Sin embargo, y contrariamente a lo que se esperaba, los justicieros se rindieron a la evidencia. Consideraron que abrir pesquisas parlamentarias a un señor tan respetable era un pérdida de tiempo, un esfuerzo más inútil que un cenicero en una moto. Y no es que el rey campechano fuera inviolable y hubiera podido jugar a matar ancianitas en los pasos de cebra sin que la DGT le quitara los puntos; es que, ante todo, es una bellísima y campechana persona.

Por idénticas razones y siguiendo el camino de los políticos, el juez que investiga las andanzas del comisario Villarejo ya tiene decidido excluir al marinero de luces de la causa, en abierta demostración de que la Justicia es igual para todos. O lo que es lo mismo, si todos fuésemos Impune I podríamos irnos de rositas de la misma manera, ponernos el mundo por montera y reírnos a carcajadas del país cuando se levanta por la mañana para ir a trabajar, que es cuando más gracioso está.

Los tripulantes del Bribón han comprobado que, sometido a presión, el anciano que lleva el timón es una máquina de trasluchar y que a cualquiera menos a él le pueden crujir las cuadernas. Nada puede detener a este Messi de los océanos en su travesía, especialmente ahora que ni le invitan a los aniversarios de la Constitución. No es que huela a podrido en este régimen que muchos creen de mierda. A lo que huele es a salitre.
 


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