LA LIBERTAD DE LAS PUTAS
POR ANITA BOTWIN
Algunas voces
hablan de libertad a la hora de decidir sobre nuestros cuerpos. Normalmente
esas voces se centran en hablar sobre nosotras en materia de prostitución,
cosificación y pornografía. Muchas de esas voces jamás tendrán que usar sus
cuerpos para pagarse un plato de comida. Especialmente porque muchas de esas
voces provienen de hombres blancos, heteros y privilegiados.
No podemos hablar
de libertad si existe un intercambio monetario de por medio. ¿Acaso existe
libertad en gran parte de los trabajos precarios de este y otros países? No
creo que alguien si pudiera elegir estaría currando en un McDonalds
voluntariamente, como si de una ONG se tratara. ¡Me encanta el Mcflurry, no me
importa trabajar 12 horas como un esclavo, yupi!
Es curioso que
podamos verlo más claro y entenderlo cuando se trata de trabajos que
compartimos hombres y mujeres y que no tienen que ver con los cuerpos femeninos
como moneda de cambio. En los que puedes dar la vuelta a una hamburguesa sin
necesidad de que nadie te viole –por muy esclavo que sea el trabajo-.
Ellas tienen
libertad de elegir, dicen. Una mierda. Ellas prefieren follar a limpiar
escaleras, dicen. Ellas, ellas, ellas. Ellas sólo tratan de salir adelante,
como la mayor parte de las mujeres de este planeta. ¿Creen que quieren aguantar
a cerdos que abusan de ellas en el mejor de los casos? Es que a algunas les
gusta el sexo, dicen. Claro, el sexo le gusta a casi todo el mundo y no por
ello tienes que sufrir explotación para disfrutarlo.
Es el oficio más
antiguo del mundo, dicen otras voces. Claro, por eso precisamente vamos un poco
tarde para abolirlo. También las guerras, la tortura, la esclavitud la muerte
de miles de personas por hambre son antiguas como la vida misma y no por ello
estamos a favor de regularlas.
Es que hay hombres
que, pobrecillos, de otra forma nunca podrían follar y sería mucho peor. MUCHO
PEOR. Para estas personas la prostitución existe para evitar posibles
violaciones. En lugar de no educar en la violación, se da por sentado y ya que
existe, vamos a hacer todo lo posible para que los pobres violadores no cometan
ningún delito y se desahoguen con mujeres prostituidas. Porque en las mujeres,
pobrecillas, las que no se comen un rosco, ¿a quién les importa? Ellas no dan
beneficios si no son putas.
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Algunas voces
hablan de libertad a la hora de decidir sobre nuestros cuerpos. Normalmente
esas voces se centran en hablar sobre nosotras en materia de prostitución,
cosificación y pornografía. Muchas de esas voces jamás tendrán que usar sus
cuerpos para pagarse un plato de comida. Especialmente porque muchas de esas
voces provienen de hombres blancos, heteros y privilegiados.
No podemos hablar
de libertad si existe un intercambio monetario de por medio. ¿Acaso existe
libertad en gran parte de los trabajos precarios de este y otros países? No
creo que alguien si pudiera elegir estaría currando en un McDonalds
voluntariamente, como si de una ONG se tratara. ¡Me encanta el Mcflurry, no me
importa trabajar 12 horas como un esclavo, yupi!
Es curioso que
podamos verlo más claro y entenderlo cuando se trata de trabajos que
compartimos hombres y mujeres y que no tienen que ver con los cuerpos femeninos
como moneda de cambio. En los que puedes dar la vuelta a una hamburguesa sin
necesidad de que nadie te viole –por muy esclavo que sea el trabajo-.
EL SEXO LE GUSTA A CASI TODO EL MUNDO Y NO
POR ELLO TIENES QUE SUFRIR EXPLOTACIÓN PARA DISFRUTARLO
Ellas tienen libertad
de elegir, dicen. Una mierda. Ellas prefieren follar a limpiar escaleras,
dicen. Ellas, ellas, ellas. Ellas sólo tratan de salir adelante, como la mayor
parte de las mujeres de este planeta. ¿Creen que quieren aguantar a cerdos que
abusan de ellas en el mejor de los casos? Es que a algunas les gusta el sexo,
dicen. Claro, el sexo le gusta a casi todo el mundo y no por ello tienes que
sufrir explotación para disfrutarlo.
Es el oficio más
antiguo del mundo, dicen otras voces. Claro, por eso precisamente vamos un poco
tarde para abolirlo. También las guerras, la tortura, la esclavitud la muerte
de miles de personas por hambre son antiguas como la vida misma y no por ello
estamos a favor de regularlas.
Es que hay hombres
que, pobrecillos, de otra forma nunca podrían follar y sería mucho peor. MUCHO
PEOR. Para estas personas la prostitución existe para evitar posibles
violaciones. En lugar de no educar en la violación, se da por sentado y ya que
existe, vamos a hacer todo lo posible para que los pobres violadores no cometan
ningún delito y se desahoguen con mujeres prostituidas. Porque en las mujeres,
pobrecillas, las que no se comen un rosco, ¿a quién les importa? Ellas no dan
beneficios si no son putas.
Algunas, dicen,
están satisfechas con su trabajo. Ganan bastante dinero a cambio de prestar sus
cuerpos. Pero esas pocas “privilegiadas” –alrededor de un 5% en nuestro país-
dentro de un mercado de explotación a nivel mundial no hace más que dañar al
resto de mujeres que no pueden decidir. Estas experiencias positivas no dejan
de ser excepcionales, y de carácter individualista y neoliberal. Como a ellas
les va bien, como supuestamente pueden elegir a sus clientes, el resto debe
sufrir explotación, violencia y pobreza.
La realidad es que
este negocio mueve diariamente cerca de 10 millones de euros en nuestro país,
unos 3.500 millones al año, que representan un 0,35% del PIB. No es posible que
hablemos de libertad cuando se trata de un mercado que mueve tantísimo dinero y
en el que la mayor parte de las putas ejercen en contra de su voluntad. ¿Qué
libertad es esa?
Es que ya que
trabajan, tendrán que luchar por sus derechos y tener sanidad y cotizar. Este
suele ser el argumento más escuchado de los y las regulacionistas. Ejemplos
como el alemán o el holandés nos hablan de fracaso a la hora de legalizar la
prostitución. Sin ir más lejos, la ley de 2002 de Alemania ha hecho que
aumenten los grandes prostíbulos y prácticas como la ‘tarifa plana’ de sexo
(sexo con varias personas a un precio fijo). Algo así como minutos ilimitados
en el móvil. Eso es lo que valemos.
La prostitución no
es una salida laboral para las mujeres libres, sino para las mujeres pobres, y
regularla no es más que normalizar una opción precaria más en un mercado
neoliberal en el que no existen derechos de ningún tipo. La libertad deja de
existir en el momento en el que un hombre paga a cambio de un producto –mujer–
para someterla y ejercer su poder sobre ella.
Un abuso sexual no
se transforma en un empleo por el mero hecho de que se pague una cantidad de
dinero. Normalizar la práctica de la prostitución no ayudará en absoluto a
construir sociedades libres, igualitarias y por supuesto, feministas.
Fuente:
http://ctxt.es/es/20180815/Firmas/21260/Anita-Botwin-ser-feminazi-hoy-maltrato-violencia-machista-maternidad-justicia.htm#.W3aK2-KkZh8.twitter
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