EL DÍA SOMBRÍO....
DUNIA
SÁNCHEZ
El día sombrío en
la vertiente de un otoño que se aproximaba. Nubes grises jugando con la lluvia
a medida que mis pisadas se hacían hueco en la sonante acera. Voy a coger un
taxi, me dije. El atasco impertinente me hacia perecer en paciencia en la
parada de la guagua. Empapada, chorreando lo indecible levante el brazo y paré
un taxi. No me fije en su conductor o en su conductora. No sé qué decir. No sé
cómo describir el-la que me llevaba donde le dije. Su silencio se igualaba a
esas horas donde la urbe parece dormir. Yo sin más tomé conversación, el-ella
no escuchaba o eso pensaba yo. Cuando llegamos a mi destino se detuvo con un
frenazo limpio, sereno. Se viró y en sus ojos oscuros vi la entrega de mis
años. No sé qué edad tendría, una mutación de la tierra emparejada a su
rostro…neutro, callado, vagando en el sosiego. Le pagué y me quede meditando.
El misterio alcanzaba mi mente. Me sentí extraña, sumisa en una laguna de
dudas. Y es que no sabía cómo
describirla, describirlo. La lluvia se había detenido. Yo tiritando y con el
cimbrar de la desorientación. No…no es que haya amor. Todo enrarecido en un
ambiente aislado a lo cotidiano. Su callar. Su calma. No sé, no era un hombre ,
no era una mujer. Creo que era dual, los dos incrustados en sus ojos, en sus
maneras, en sus silencio. En una cafería próxima me introduje y pedí un café.
Mi cavilar se volcaba en la existencia humana, en lo raro, en las atmósferas
que giran detrás de otros. Llegué a la conclusión que era asexuado. Tome mi
camino por la avenida paralela a la playa, a ese mar que nos rodea ¡Qué
belleza¡ me dije. Nunca me había tropezado con un aroma así, neutro. Expandido
en una sociedad que vertiginosa cae en el cansancio, en los prejuicios ¡Qué
belleza¡ La perfección humana me dije. Sin más me paré contemplando el silbar
del oleaje. El cielo aun era cenizo. La ciudad no terminaba por despertar y yo
con mis pensamientos plasmado en una imagen delatora de las almas engendradas
por la tierra. Ni masculino, ni femenino solo el eco de los años tallando su
forma, su gravitar en las soledades de su palabra ¡Qué belleza¡ sin más los
secretos que guarda el mundo.
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