1 DE CADA 5 JÓVENES CON TRABAJO
EN RIESGO DE POBREZA
ROBERTO JARA
Nuevas estadísticas
de Eurostat muestran un preocupante aumento de la pobreza entre jóvenes
asalariados, ligándolo además al aumento de la dificultad para emanciparse, que
lleva al 92,4% de los jóvenes entre 18 y 24 años a vivir en el hogar familiar y
al 40% de los que tienen entre 25 y 34 años.
Todo esto sucede
mientras los bancos rescatados durante la crisis siguen desahuciando y tienen
en su poder una gran parte de las viviendas vacías. Ha quedado claro que la
“recuperación” económica de la que habla el gobierno se ha hecho a costa del
sudor del conjunto de la clase trabajadora y los pueblos del Estado español.
Una década de recortes sociales, bajada de salarios y poder adquisitivo,
millones condenados a la pobreza, al paro y la emigración, sólo está sirviendo
para volver a enriquecer a especuladores y empresarios.
Así mismo, los
últimos datos de la Encuesta de Estructura Salarial recogen un panorama
desolador para la juventud trabajadora, en base a los datos recogidos en 2017.
En 10 años de crisis han expulsado a 300.000 jóvenes de sus estudios por no
poder pagarlos, la ocupación ha caído de 4,9 a 2,5 millones en la mitad más
joven de la población activa y se ha establecido la brecha salarial por edad
más profunda de toda la OCDE.
Entre 2011 y 2015
el salario medio para la juventud baja de 11.954€ a 11.039€ al año si se miden
los salarios brutos, a los que habría que descontarles las cotizaciones, en
torno a 690€, el IRPF y las elevadísimas tasas que cada vez más trabajadores
precarios pagan por ser falsos autónomos.
En 2017 sólo un 4,25%
de los contratos firmados sería indefinido y a jornada completa, pero la cifra
bajaría si tenemos en cuenta que esta encuesta no cuenta como trabajadores a
los jóvenes que han estado de alta menos de dos meses, a los que trabajan en el
sector primario, perciben salario en especie y el empleo doméstico.
Esta estadística
que deja fuera en torno a los inmigrantes que viven en el Estado Español,
quienes están sobrerrepresentados al máximo en sectores ultraprecarios, desde
la venta ambulante en las calles, perseguida por la policía, hasta los trabajos
semiclandestinos en agricultura y talleres por sueldos de dos euros la hora en
condiciones infrahumanas. Tampoco aparecerán en estos datos los 2,5 millones de
personas que han emigrado en busca de trabajo fuera del Estado Español en una
década de crisis capitalista.
Según otro estudio,
de la Fundación Reina Sofía de 2016, el 47,4% de los jóvenes entrevistados
consideran que estarán en peores condiciones de empleo que la que tuvieron sus
padres. Y esta perspectiva llega al 57% entre los jóvenes de clase media baja y
baja.
Son los efectos de
diez años de crisis de un sistema que ha sometido la mayor parte de nuestra
vida consciente al temor y la incertidumbre, donde se da por asumido que vamos
a vivir peor que nuestros padres y el interrogante ahora es si lo haremos peor
que nuestros abuelos. ¿Es qué no ha quedado suficientemente claro que el
capitalismo no tiene nada que ofrecernos a las y los jóvenes de todo el mundo?
No se trata de
enfrentar, mediante la competencia, a unos trabajadores más precarios con otros
supuestamente “privilegiados”, sino de enfrentar al sistema capitalista. Es
necesario que peleemos codo con codo por las reivindicaciones de todos los
sectores de la clase trabajadora nativa e inmigrante, para acabar con la
división de nuestras filas que nos ha impuesto la ofensiva neoliberal en las
últimas décadas.
Tenemos que luchar
contra la precariedad laboral, por acabar con el paro repartiendo el trabajo
sin reducir el salario y por hacerles pagar la crisis a los capitalistas. La
organización capitalista del trabajo nos impone que compitamos entre nosotros
para aceptar cada vez peores condiciones. A la vez, mientras los que trabajan
realizan largas jornadas, millones se quedan en el paro. Por eso, es necesario
un programa realmente anticapitalista, que se proponga avanzar sobre la
propiedad de los grandes capitalistas podremos conseguir un trabajo en buenas
condiciones para todos.
Es nuestra
respuesta contra un régimen y un sistema que nos quiere condenar a ser la
generación perdida. A no poder ni estudiar ni trabajar, por las tasas de
escándalo, el desmantelamiento de la enseñanza pública y el paro y precariedad
al que nos abocan al acabar los estudios. Y por si esto fuera poco, ahora nos
quieren así hasta los 70 años o más, mientras a nuestros mayores les están
condenando ya en vida a pensiones de miseria.
A la vez, queremos
pelear junto a la clase trabajadora. Con las mujeres precarias que comienzan a
organizarse y ser ejemplos de dignidad obrera, como Las Kellys, con quienes
marchamos el 8M. Con la juventud precaria que dice basta y se planta, como las
auxiliares y repartidores de Telepizza o Deliveroo. Con los trabajadores
ultraexplotados de Amazón, que hacen huelgas contra el hombre más rico del
mundo. Con los y las pensionistas, esos jóvenes del 68 que están dando un
ejemplo a la juventud del 2018: es la hora de decir basta y recuperar las
calles para imponer nuestras reivindicaciones.
Es la hora derribar
este sistema y su régimen y levantar una sociedad nueva de sus cenizas, en
favor de la clase trabajadora, las mujeres, los migrantes, la juventud y las
mayorías sociales.
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