EL INNOMBRABLE
GABRIELA WIENER
No sé por qué pero
el tipo me recuerda cada vez más al protagonista del libro Fiesta en la
madriguera del escritor Juan Pablo Villalobos. Se trata del hijo pequeño y
caprichoso de un narco mexicano capaz de consentirle al chaval hasta un
hipopótamo enano de Liberia. Pongamos que el partido es el padre narco; España
es la madriguera en la que los corruptos han hecho su festín; y el hipopótamo
enano un futuro gobierno bajo su mandato, así de extravagante, de decadente y
reaccionario, afectado por una especie de enanismo mental y moral y cultural.
En su zoo particular, el imberbe político formado en la misa dominical ya
planea devolver al cautiverio como mínimo a las mujeres, al género, a las
víctimas del franquismo y a la libertad para vivir y morir.
Estoy preocupada
por mí. Cada día busco noticias suyas para odiarle más. No sé si lo hago por
miedo, o como guerra preventiva, para ir acumulando rabia que se transforme en
el momento adecuado en combustible o si es que el pensamiento mágico me lleva a
creer que si lo odiamos todos fuertemente a la vez llegaremos a neutralizarlo.
Retuiteo todo lo que comparten las compañeras feministas, los lemas más
optimistas: “no tenemos miedo, estamos listas para enfrentarlo”; y los más
pesimistas: cuando llegue convertirá España en Gilead, junto a su mellizo de
los polos Ralph Lauren, los vientres de alquiler y las banderitas en los
balcones de la España que madruga. Ambos son hermanitos celosos que compiten
por el amor de los ultras y excluyen a las otras Españas, las que no madrugan,
las que sueñan, por ejemplo.
No sé en qué
momento las cosas se torcieron, o mejor dicho volvieron a su estado normal y
otra vez estábamos hablando del PP. Yo, ingenua, que creía haber visto su
cadáver. Justo cuando parecía que los otros gobernaban, que los otros ganaban
protagonismo, mal que bien, y ellos por fin se perdían en la bruma de sus
corruptelas. Por eso me siento mal, culpable, no sólo de buscarlo sino de
encontrármelo cada día en las portadas de los periódicos. ¿No lo habremos
revivido al final de tanto nombrarlo? Se habló de que esta es la verdadera
exhumación de Franco. Se habló de cómo empieza a caer la noche y entramos en lo
oscuro. Dale poder al mindundi. Dale una tabla hawaiana al chulo playa. Dale un
máster espúreo. Y te amenazará con volver a los 80s pero del siglo XII.
La dialéctica nos
puede y hemos topado con un nuevo enemigo aún más peligroso que todos los que
ya teníamos en el ring. Estamos otra vez como si no los hubiéramos echado del
poder, hablando de la derecha del presente, del pasado y del futuro; la azul,
la naranja, la post y la extrema; la peninsular, la europea, en lugar de seguir
construyendo la alternativa o la anarquía. Como si no hubiera otras urgencias,
por ejemplo obligar a Sánchez a abolir al menos la Ley de Extranjería.
En cambio ellos
hablan de abolir el aborto. Para publicitar su opción los nuevos niños mimados
del conservadurismo español hablan y hablan de nuestros bodys. Al menos el otro
disimulaba, mal pero lo hacía, guardaba ciertas formas, pero tuvo que irrumpir
el aprendiz de Trump ibérico.
Una vez que coja
alas le veremos hablar de muros y alambradas. ¿De verdad le van a votar? ¿Al
niño endemoniado y homofóbico que hubiera preferido que no existiera Mayo del
68, que quiere que los independentistas acaben como Companys, que cree que el
que entra a España o se deja explotar o se va, el que va a volver a sembrar los
rosarios en nuestros ovarios y va a dejar la memoria enterrada y a los asesinos
impunes?
No, no podemos repetirlo
nunca más. No lo nombren, no lo invoquen. Todo esto se merece nuestro más hondo
silencio.
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