GENERACIÓN
21: SÉPTIMO ANIVERSARIO
SINESIO
DOMÍNGUEZ SURIA,
26 de abril
de 2018, día de San Isidoro,
Patrón de la Filosofía y las Letras.
En
2011 aparece la antología Generación 21: Nuevos novelistas canarios
y en su Introducción, Ánghel Morales García afirma:
En 2010 se cumplieron cuarenta años desde que
la historia de la literatura canaria registrara el último hito de nuestra
narrativa, la llamada Generación del 70 o boom de la narrativa canaria. Aquel
importante fenómeno significó indudablemente un despertar de la narrativa de
Canarias, una especie de gran patada a ese tópico que todavía se escucha a
veces y que refiere que Canarias es tierra casi exclusivamente de poetas. (…) Cumplida la primera
década del siglo XXI, podemos decir sin temor a equivocarnos que nuestra
literatura ha consolidado una novísima (y potente) generación de novelistas
que, solo para ubicarnos, llamaré Generación 21, precisamente por situar su
brillante eclosión en la primera década del siglo XXI. (Morales, 2011: 7-8).
Generación 21
es, pues, la expresión que Ánghel Morales instaura para un conjunto de
novelistas canarios nacidos en torno a los años sesenta-setenta del siglo XX,
que han publicado la mayor parte de su obra, si no toda, en el presente siglo. De
él partió la idea de llamarlo así, Generación
21, o G-21, que es el término que
utilizaremos en adelante.
En
esa antología G-21: Nuevos novelistas
canarios a la que me he referido aparecen doce novelistas canarios que
citaré en función de la fecha de nacimiento, e indicaré también su lugar de
procedencia:
David
Galloway Rodríguez (1960, Santa Cruz de Tenerife)
José
Luis Correa Santana (1962, Las Palmas de Gran Canaria)
Anelio
Rodríguez Concepción (1963, Santa Cruz de La Palma)
Álvaro
Marcos Arvelo (1965, Santa Cruz de Tenerife)
Santiago
Gil (1967, Guía de Gran Canaria)
Cristo
Hernández Morales (1968, La Laguna)
Javier
Hernández Velázquez (1968, Santa Cruz de Tenerife)
Víctor
Álamo de la Rosa (1969, Santa Cruz de Tenerife)
Nicolás
Melini (1969, Santa Cruz de La Palma)
Pablo
Martín Carbajal (1969, Algeciras)
Alexis
Ravelo Betancor (1971, Las Palmas de Gran Canaria), y
Víctor
Conde (1973, Santa Cruz de Tenerife).
De estos autores, hay cuatro que ya
habían publicado antes del final del siglo XX. Testigo, de David Galloway, es una novela publicada en 1989, y Agua de arroz y flores, del mismo autor,
es de 1991; Anelio Rodríguez Concepción publicó Ocho relatos y un diálogo en 1994 y La Habana y otros cuentos en 1996; Víctor Álamo de la Rosa publicó
en 1991 Las mareas brujas, en 1994 El humilladero y en 1997 El año de la seca; y Nicolás Melini publicó
en 2000, al límite del siglo, El
futbolista asesino. Permítanme que, en función de estos datos, establezca
que estos cuatro autores son el nexo de unión de la narrativa actual con la del
siglo pasado, no en vano tuvieron mucha relación con autores de la centuria
anterior.
Ya
sabemos que el cambio entre generaciones, el paso de una generación a otra, no
se puede cortar como un queso. El Renacimiento no se impuso de la noche a la
mañana en la poesía española porque Navagero viniera a las tornabodas del rey
Carlos I con Isabel de Portugal y se encontrara con Juan Boscán y Garcilaso de
la Vega y les propusiera el endecasílabo petrarquista y cambiara por ello de
forma radical el octosílabo de la poesía española. Una frase que atribuyo a
Luis Alemany y que él no me lo niega, reza: nadie
se acuesta medieval y se levanta renacentista, queriendo indicar que, como
sucede con autores del XX que siguen publicando en este siglo, la generación
que termina y la que empieza siguen conviviendo durante algunos años, Por esa
razón opino que estos cuatro autores (David Galloway, Anelio Rodríguez
Concepción, Víctor Álamo y Nicolás Melini) son el engranaje de unión entre los
narradores del siglo XX y los narradores del presente siglo.
Es
tal el éxito y la repercusión de esta llamada G-21 que en 2012 se presentó
formalmente en Madrid, en la Sociedad General de Autores, con un recital del
Grupo Retablo y un maestro de ceremonias como Juan Cruz, donde se leyeron textos
contenidos en la antología ya referida, acompañados de la música de Pablo
Bethencourt.
Este
importante hito que representó la aparición de la antología se amplió con una
colección de novelas que el editor bautizó
como G-21. Con respecto a la antología, repitieron cinco autores de los doce
antologados:
Cristo
Hernández Morales, con Biografía
reciclada de Manolito El Camborio
José
Luis Correa, con Murmullo de hojarasca
Víctor
Conde, con Malpaís
Javier
Hernández Velázquez, con El sueño de
Goslar
y
Santiago Gil, con Yo debería estar muerto.
La
ausencia de mujeres en la antología de G-21: Nuevos novelistas canarios es
un hecho que, algunos de los que hemos seguido la labor editorial de Ánghel
Morales y hemos resaltado su ilusión y su esfuerzo, hemos destacado. No sé por
qué hemos sentido siempre esa ausencia femenina en la narrativa hecha en
Canarias. Pareciera que las mujeres se dedican más a la poesía. Al menos, esa
es una opinión muy extendida que, por esta misma razón, se ha generalizado y se
ha tomado como buena. Sea como fuere, en la colección de las novelas G-21 se
corrige esa ausencia y se incorporan las siguientes autoras:
María
Teresa de Vega (La Laguna, 1948), con Merodeadores
de orilla
Ana
Joyanes (Jaén), con Noa y los dioses del
tiempo.
Cecilia
Domínguez Luis (La Orotava, 1949), con Si
hubieras estado aquí
Pilar
Escalona (Logroño, 1960), con El secreto
de Taganana
Maca
Martinón (La Laguna), con La Laguna es
ella
Cristi
Cruz Reyes (La Laguna, 1962), con En el
centro del viento
y
Candelaria Pérez Galván, con El cazador
de la inocencia.
De
entre ellas quiero destacar a María Teresa de Vega y a Cecilia Domínguez Luis,
nacidas en 1948 y 1949, respectivamente. Por edad, pertenecen a la obra
literaria del siglo XX y no deberían estar en la nómina de G-21, pero se da la
circunstancia de que han entrado en la narrativa con producciones que han visto
la luz a finales del XX o a principios del XXI. Ni que decir tiene que su
producción anterior estuvo dedicada a otras ramas de la literatura.
Suficientemente conocida, por ejemplo, es Cecilia Domínguez Luis, a la que he
calificado en otros foros como una potente voz de la poesía española,
que mereció el Premio Canarias de Literatura 2015 y que tiene una extensísima y
magnífica obra poética que ya quisieran para sí muchos poetas peninsulares.
Finalmente,
se incorporan a la colección de las novelas G-21, autores que no habían
participado en la antología. Son:
J.
Ramallo, con Cucarachas con Chanel.
Realismo, 0
Carlos
Cruz, con No es la noche
Jonathan
Allen, con Julia y la guillotina
Eduardo
Delgado Montelongo, con El centro del
gran desconocido
Ángel
Vallecillo, con 9 horas para morir
Juan
Andrés Herrera, con Cinco mujeres que no
subirán al cielo
Jonás
Hernández, con Salacot
Gerardo
Pérez, con El peso del tiempo
Javier
Marrero, con Mujeres en la encrucijada
Gustavo
Reneses, con Ucanca
Daniel
María, con Un crimen lejos de Paris
Carlos
Santamaría, con La leyenda del oro de
Acentejo
Juan
Ignacio Royo, con Mejor cuando improvisas
Damián
Hernández, con Quién como yo.
Antonio
Sánchez, con El Santiago
Tomás
Felipe, con Ecos
y
Agustín Gajate, con Los cimientos de
Gomorra.
Describiremos
esta G-21 como haríamos con cualquier generación literaria: es un grupo de
narradores heterogéneo en el que tienen cabida tanto los generalistas como los
de novelas de género, ya sea el llamado género negro o el de ciencia ficción,
que empezaron a publicar en los primeros años del siglo XXI. La Generación del
98, quiérase o no, tenía en común la sensación negativista de un país en
ruinas, pero no tenían mucho que ver Unamuno con Pío Baroja, ni Azorín con
Valle-Inclán. La Generación del 14 tenía una preocupación por el futuro de
España, un acercamiento hacia lo esteticista y un cierto intelectualismo,
aunque nada en común tenía Ortega y Gasset con Gabriel Miró o con Ramón Pérez
de Ayala; ni Juan Ramón Jiménez con Ramón Gómez de la Serna. Los componentes de
la Generación del 27 tuvieron una cohesión y relaciones personales nacidas al
amparo de la Residencia de Estudiantes, aunque no fue lo mismo Lorca que
Altolaguirre, ni Emilio Prados que Alberti. Y la Generación del 50 estaba
compuesta por personas que habían pasado por la universidad, gozaban de un alto
nivel intelectual, llevaban el estigma de la Guerra Civil, su temática era tan
realista como los horrores que habían vivido y, sobre todo, eran amigos, pero
cada uno era un ente privado.
Las
características de G-21 son similares a las de las demás generaciones
literarias en el aspecto más general: los une la época de nacimiento, porque ni
siquiera el género literario sirve para agruparlos. Lo que sí parece otra
característica satisfactoria es la amistad que los aglutina. Cuando Ánghel
Morales, editor-propietario de Ediciones Aguere, publicó su antología en 2011,
terminó reuniéndolos alrededor de una mesa festiva y los conjuró, al igual que
sucedió con la Generación de los años 70,
la del llamado boom de la narrativa
canaria, a escribir y hablar bien los unos de los otros. Esta premisa se sigue
cumpliendo en la actualidad. Además de ese conjuro y de los complejos ya
ancestrales, los une la narrativa y el amor a la literatura.
Sería
muy dispar y muy impreciso tratar de agrupar tendencias entre estos narradores.
Es mucho más práctico separarlos en varias facciones:
a)
una pudiera ser la del nexo entre siglos, el de los cuatro escritores que ya he
mencionado y que publicaban a finales del siglo XX. Podríamos incluir, sin
temor a equivocarnos, a María Teresa de Vega y a Cecilia Domínguez Luis. Para
ratificar definitivamente ser el nexo entre siglos, todos ellos conocieron a
los componentes del grupo fetasiano y
a otros muchos autores del XX y participaron en las tertulias de los 80, que
lideraban Isaac de Vega y Rafael Arozarena con la presencia siempre ilusionada
de Juan José Delgado, el gran analista del grupo, en la cafetería Arkaba de la
avenida de Anaga santacrucera.
b)
una segunda facción sería la compuesta por los narradores de novela negra: José
Luis Correa Santana, Javier Hernández Velázquez, Alexis Ravelo y Ángel
Vallecillo, principalmente. Alguien pudiera arrogarse el ser autor de novela
negra también, pero estos cuatro representan todo aquello que es significativo para
este género como tal. En las novelas de estos cuatro autores del G-21 aparecen
los temas tradicionales de la narrativa negra y criminal: el detective (Ricardo
Blanco para Correa; Mat Fernández en Javier Hernández Velázquez; Eladio Monroy
en Alexis Ravelo y Wilco Wallace en Vallecillo), la secretaria, la policía, el
inspector de policía, los hampones, el sexo explícito y machista, el whisky y
la gastronomía, la intriga, la violencia y la ciudad como escenario, además de
la novedad que supone cultivar un género hasta ahora inédito en la novela canaria,
dicho con todo el respeto que merecen autores como JJ Armas Marcelo o Luis León
Barreto, que escribieron novelas con intrigas inquietantes pero, desde luego,
no de género negro. Esta facción es absolutamente novedosa y permite a los
escritores canarios seguir las tendencias narrativas mundiales del género al
estilo de Chandler o de Spade.
c)
una tercera facción la compondrían el autor de la novela experimental El hombre que ama a Gene Tierney, Daniel
María, el más joven de los narradores seleccionados, y Víctor Conde, exponente
de la novela de ciencia ficción;
d)
y una última, constituida por el resto de los narradores, que no se adscriben a
ningún género narrativo en particular. Escriben novela social y generalista en
la mayoría de los casos.
Es
natural suponer que no todos los narradores de G-21 tienen el mismo número de
obras, ni la misma calidad, ni la misma difusión. Hay algunos escritores que
aún tienen que consolidar su presencia con más cantidad y también con más
calidad, pero que nadie renuncie a publicar. Que se lo digan a Ánghel Morales
que inició, continúa y seguirá con esta Generación 21.
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