ELLAS. CAPITULO 23
DUNIA SÁNCHEZ
23
Colgados bajo racimos de olas quietas,
expectantes en el quehacer humano. Es la primera vez que nos reservamos de
nuestro yo y compartimos estos momentos. La mañana clara, nuestros hijos al
lado de nosotros cavilando no se qué. Para ellos tendrá que ser una sorpresa.
Una emoción benevolente el vernos juntos después de tantos y tantos años.
Deberíamos, pienso, repetir estos chiquitos instantes. Seguro que ellos los
recordará cuando crezcan, ya están en la edad donde la memoria hace fotografía
de los felices estados del alma. Tengo pensado dejar el Taxi y encontrar otro
trabajo para que me permita un espacio de estar con ustedes. Hace tiempo que tenía que haberlo abandonado.
Estoy hastiado, con un sudor torturante
de seguir en la carretera…una carretera infinita al el fin de mis días. No, no
seguiré. Me gusta esta jornada en que nosotros con vistas al océano nos
rodeamos de tranquilidad y amor. Quiero
como tú verlos crecer ante mis ojos. Esto se tiene que ser sucesivo, repetir
cada haz impactante en nuestro pecho y deleitarnos con un horizonte en su
plenitud. Callas pero siento que escuchas la voz de mi reconditez. Larga es la lucha humana
por la supervivencia, llena como dices de asquerosas ratas succionando otros
seres. Es el poder, ellos son los que deberían ponerse delante de un fusil,
sobre una mina, bajo la sed. Guerras inimaginables en pleno siglo xxI . Hasta
el agua, se abaten por ella. Campos austeros y secos desintegrando lo yerto en
vida. Agua que corre, que se expande, que cicatriza, que desbarata a los
espíritus en querer absorberla solo para ellos y los demás la nada del todo.
Sed, hay mucha sed…deshidratadas figuras animadas vencidas por la lucha incontenible en sus espaldas. Todos caeremos, en el vuelo de enfermedades
venidas del sur. No podemos reírnos del mal ajeno, de nuestros vecinos…allá, en
el horizonte. El cambio de este clima
que respiramos, que anhelamos está perfilando la progresión imparable de ese
mal. Aprovechemos querida mía, queridos míos este mecer del tiempo a ras del
océano. Aniquilemos todo augurio negativo en estos años donde edificamos
nuestro crecimiento. Pero todo vendrá, no vale tanta tecnología. Yo protegeré a
los míos, a ti, a los niños. Cualquier Dios me dé ganas en amplitud de seguir
adelante, llegar con mi cabeza bien alta hasta el final de mis días. Me siento extraño, presiento que alguien nos
observa, que escucha todo lo que decimos aunque sea el silencio bandera en alza
transcurriendo por nuestra mente. Detrás de nosotros existe una sombra, no sé
quién es pero se acerca, viene sin prisas, tímidamente. Me vuelvo y en mi una
imagen conocida ¿ dónde habré visto a este hombre? Mi mujer y mis hijos no
hacen caso, escena de ballenas surcando la belleza
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