POR: EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
La
importancia del simulacro, devenido en mentira, cual paleo-mito escindido,
radica en los perjuicios que ocasiona en la comunidad toda. Sin ellos no
importaría la contundencia, en el accionar de la mentira instalada en la
existencia de las comunidades por gobernantes mitómanos, que la han asimilado
cual forma de vida, sin lugar para el planteo inicial de alguna verdad que
anularía cual golpe constitutivo de discontinuidad, el accionar de esta mentira.
En
la “Comunidad de la mentira” el intelectual debería tener un rol esencial, en
su tarea irrenunciable de instalar la voluntad de la verdad; me resulta
paradójicamente muy difícil definir a este mismo “intelectual”, con sentido de
ser, portador de ideas y conductas a seguir por una población que se debate en
un estado de inseguridad ante el simulacro como norma de vida.
Doy
un ejemplo más que suficiente para avalar mis conceptos, me refiero
puntualmente a la marcha del pasado 1º de abril llevada a cabo por unos “fans”
de Macri, enfundados en el eslogan “Marcha por la democracia”… con rostros
enrojecidos por el odio, la ira, el resentimiento, sed de venganza, que en
magras frases balbuceaban ante los micrófonos de medios que relevaban este
espeluznante acto: “…desaparecieron todos los que debían desaparecer”, vociferó
una mujer, “a los zurdos ni olvido ni
perdón” y en fin… más que marcha por la democracia parecía una marcha
reivindicadora de la dictadura, el fascismo autoritario y opresor. Los que
marcharon en “defensa de la democracia” no nos matan aún porque “no les bajaron
la banderita”. Si la circunstancia lo permite, no dudo lo harían…descangallados
y resentidos, grasas jamás asumidos como tales, psicópatas y parásitos, sin
ideas o ideales que los motiven a llevar adelante un programa de vida feliz y
con ánimos incluyentes.
No
soy K, no soy peronista, ni radical, neoliberal, menos monárquico. Sólo soy un
humanista que aboga por la libertad, la verdad aún a riesgo de mi vida, la
solidaridad y la fraternidad. No adhiero a Macri y Cía. por muchas razones. En
varias editoriales, puntualmente y explícitamente expresé mi sentir y parecer
sobre este personaje que espantosamente rige los destinos de Argentina.
Incapacidad, especulación, mitomanía, megalomanía, narcisismo, ausencia de
pluralismo. Fanático de tendencias imperiales que degradan nuestro destino como
nación, decenas de causas judiciales archivadas en temas de contrabando,
escuchas ilegales, evasión impositiva, Panamá Papers, etc. Sumo a las corporaciones
mediáticas de la dictadura que esconden sus negociados espurios, comentando
logros inexistentes de Macri y Cía. mientras difaman e injurian de manera
patológica la gestión del gobierno anterior, como fuente de todas las
desgracias que soporta Argentina. Hace un año y medio ha asumido procesado
Macri, no lo olvidemos, y un millón y medio de pobres se suman a los
existentes, cientos de miles de trabajadores despedidos, fábricas cerradas y
las regalías para los de siempre, los parásitos oligarcas paleos y neos, que se
llevan el botín.
Comunidad
la argentina huérfana de un “tiempo sin tiempo”, donde el poder simulado en
democracias “de la diferencia” abandonan a su suerte a un pueblo que debe
experimentar la atroz consecuencia de vivir sin justicia, bajo la mirada falaz
de los medios de comunicación junto al imperio de las redes sociales. Futuro
calculado de llegar a ser esclavos de un materialismo ilusorio, en un mundo
donde el capitalismo impuso su criterio, y la gran mentira de la simulada
izquierda progresista y la derecha liberal, accionan a destajo ante el temor de
pueblos sojuzgados.
Creo
que el método del intelectual relativizador del accionar criminal del poder,
consiste también en calcular una justa irrupción de la verdad: “debe decir lo
que se cree que no debe decirse”. Hoy, cuando me refiero a la figura del
intelectual hablo de aquellos que, más allá de toda profesión, ejercen un
discurso público y opinan sobre los grandes temas de un mundo que se debate
entre la mentira y el poder de quienes la imponen e instalan.
En
la democracia procedimental en plena vigencia, la lógica de la exclusión
funciona concentrando el poder político y económico en muy pocas manos. Así los
funcionarios cuando renuncian o son destituidos no se retiran, como antaño, a
sus casas, sino que son reubicados en otros puestos con ingentes ganancias,
cumpliéndose así el principio que dice: a mayor privatización de la riqueza,
mayor socialización de la pobreza.
No
idealizo cambios, solo presiento. Y los presentimientos con bases sólidas
operan como aventadores de rutinas, prejuicios y miopías en planos generales
del pensamiento, poniendo en juego valores congelados en los escaparates de los
ideales perdidos.
Este
desarraigo brutal del régimen político por antonomasia de nuestros días provoca
contradicciones tremendas que se manifiestan como injusticias flagrantes y
permanentes ante la cual, los perjudicados, que son las grandes mayorías, sólo
les queda la resignación o la reacción violenta. Existe también una tercera
vía, mucho más árida, lenta y esforzada, que es trabajar en la formación de
cuadros políticos munidos de convicciones axiológicas. Una tarea eminentemente
metapolítica.
Resulta
inconcebible que groseros alcahuetes conductores de TV ocupen los espacios
otrora destinados a verdaderos periodistas y teóricos de la cultura política;
que el narcotráfico este instalado en todos los estadios sociales del mundo;
que la prostitución de niñas se haya convertido en una mal endémico; que los
pueblos acepten la corrupción como una rutina natural y asimilada a las
tradiciones; que las guerras inventadas tengan espacio, con miles de muertes de
civiles, niños y mujeres incluidos y que solo ocupe un “copete de medio, si es
que lo ocupa; que el hambre siga existiendo, produciéndose un 75% más de
alimentos que la humanidad consume; que los peores ocupen sitiales de honor;
que se fabriquen trayectorias de héroes inexistentes; que se aniquile la
dignidad y la nobleza; que en los tribunales se juzgue solo a los marginados y
se acepte la mentira y lo falaz; que las nuevas generaciones estén destinadas a
la exclusión y la ausencia de horizontes y librados a su suerte; que la
diversidad sea motivo de discriminación, para quienes no se asimilan al decreto
del pensamiento único.
Ante
la desmesura y el fanatismo de una humanidad asimilada a las prácticas
prostibularias de un sistema degradado y con patologías severas en
comportamientos, modos y maneras, deviene un amancebado y anestesiado ciudadano
del tercer milenio que marcha con placer a su exterminio.
Ante
este paisaje, no puedo menos que anunciar un final de juego. El ajedrez que se
ha humedecido, sus piezas han caído, y las líneas del tablero se han borrado.
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