LOS JUECES ESTÁN LOCOS: LO
DICE LA PRENSA
ANÍBAL MALVAR
Andaba
yo un poco preocupado con El País por su aparente silencio alrededor de la
tuitera Cassandra Vera, condenada a un año de prisión y siete de inhabilitación
por unos tuits sobre Carrero Blanco. Ni un editorial ni un articulista habían
tratado el asunto, como si este atentado judicial contra la libertad de
expresión no fuera con el periódico ni con el periodismo. Esta mañana, cuando
mi ornitorrinco doméstico me trajo los periódicos a la cama, se me pasó el
sofocón: “[Hay] instituciones judiciales que están demostrando tener muy poco
sentido común”. Lapidario.
Que
un juez aislado te salga Roy Bean o un ministro tenga un ángel de la guarda
puede entenderlo cualquiera. El derecho individual a enloquecer es uno de los
fundamentales. Otra cosa es que se te vuelva majara toda una institución, en
este caso, la Audiencia Nacional, como denuncia El País: los que juzgan el
terrorismo, el crimen organizado, el narcotráfico y otras grandes fechorías
están instalados en la vesania, en la demencia, en la enajenación y en el
desvarío, nos viene a decir con más fineza, pero no menos contundencia, el
periódico que dirige Antonio Caño.
ABC,
sin editorializar, deja en manos del escritor ultraconservador Juan Manuel de
Prada el análisis de la sentencia: “No es solo una desmesura, sino también una
ridiculez”.
La
Razón, sin embargo, se ha limitado a dar la noticia en un faldón irrelevante
sin aparato opinativo simultáneo ni posterior. Y casi mejor, si queréis que os
diga.
En
El Mundo, Teodoro León Gross no solo critica a “los tres jueces ya bastante
desacreditados de la AN”, sino que apunta certero a “la ley reformada a su
antojo por el partido gobernante con el rodillo de la mayoría”. La jefa de opinión
del diario, Lucía Méndez, convierte la condena en “la piedra de toque de la
libertad de expresión en España”. Y a Jorge Bustos le parece, sencillamente,
“un disparate”.
Estos
días en los que vuelve a estar en la agenda la discusión sobre la naturaleza
democrática o dictatorial de la Venezuela chavista, resulta inquietante vivir
en un país en el que la opinión mediática de derecha a izquierda se pone
unánime para denunciar que la AN está poblada de jueces locos que sentencian
“disparates” sin “sentido común” que atentan contra “la libertad de expresión”.
Que la justicia de este país pueda ser adjetivada así por los medios del
stablishment debería hacernos pensar que España necesita ser sometida al mismo
debate que Venezuela: a ver si esto no va a ser tan democracia como nos
creemos.
La
buena educación
El
debate político de fondo de nuestra prensa más ultramontana ha girado, sin
embargo, más en torno a si los diputados de Podemos son suficientemente
educados. Largas y delirantes páginas se han dedicado esta semana al tema, tras
la discusión mantenida en la sesión de control del miércoles entre Soraya Sáenz
de Santamaría y la podemita Irene Montero.
ABC
abría este jueves su portada bis con el tema: “Las malas formas de Podemos en
el Congreso exasperan a los diputados”. Y un inquietante: “Sus salidas de tono
obligan a los demás partidos a tomar medidas”. En La Razón titulan exactamente
en la misma línea: “Santamaría afea Montero los malos modales de Podemos”.
La
sesuda discusión sobre la urbanidad y propedéutica política de Pablo Iglesias y
compañía ha sido bebedizo alucinógeno para algunas de las plumas derechistas
más afamadas. Jaime González, en ABC, inunda de testosterona machista su
análisis de la refriega parlamentaria. “Desconozco si Irene Montero hizo lo
propio [consultar] con su oráculo de cabecera. Es de suponer que sí, en cuyo
caso habría que exigirle responsabilidades a Pablo Iglesias por el revolcón
sufrido por su portavoz parlamentaria”. Ha nacido un nuevo Salvador Sostres (y
ya son varios).
En
La Razón, José María Marco titula Modales una columna en la que llega a
equiparar a Montero con una prototerrorista dialéctica: “Al Parlamento se va a
argumentar, a escuchar y a negociar, no a ejercer la violencia, por muy
simbólica que sea”. Estuve repasando el
video del combate Soraya vs. Irene para rastrear la presunta violencia que
observa Marco, esperando encontrarme algo parecido a una lucha a escañazos
entre dos señorías con los blazer hechos jirones, y lo único que hallé fue un
intercambio bastante incongruente y alborotado de voceos. Violencia sí vi en el
Parlamento en otras ocasiones. Violento me pareció el “que se jodan” de Andrea
Fabra a los diputados que se oponían a la reforma laboral. También el intento
desmelenado y poligonero, ya hace años, de Rafael Hernando amenazando hostias a
Alfredo Pérez Rubalcaba. Y, ya cayendo en el remoto pasado de nuestra ejemplar
Transición, recuerdo a un diputado espontáneo llamado Antonio Tejero liándose a
tiros, azuzado por el general Alfonso Armada, preceptor de nuestro rey emérito
Juan Carlos. Aquello sí que era violencia. Qué tiempos, amigo Marco.
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