LOS CIMIENTOS DE
GOMORRA
POR ANTONIO ARROYO SILVA
Hace unos cuatro años, con motivo de la publicación del poemario
de Agustín Gajate Barahona Palabra de momia paria publicada en la editorial
Idea-Aguere, le preguntaba a este— a propósito de una afirmación del
catedrático de la universidad de Las Palmas Dan Manteanu sobre la escritura de
una fábula en lengua indoeuropea— por qué no intentarlo en lengua guanche.
Agustín me contestó entonces que quería saber si la lengua
guanche conservaba a día de hoy los suficientes contenidos simbólicos para
poder ser una herramienta de creación artística. Y a continuación manifiesta:
«La antropología me puede ayudar en ese proceso, pero el objetivo era
experimentar con la capacidad expresiva de las palabras guanches y eso solo
podía intentarlo mediante la poesía de vanguardia, porque necesitaba libertad y
no atarme a ningún tipo de estructura como la que requiere un proyecto de
investigación. No necesitaba demostrar que se podía escribir en guanche, sino
que tenía que hacerlo».
Ahora nuestro autor nos propone en su novela Los cimientos de
Gomorra nuevos retos. Ya no se trata de expresar de forma lírica los
sentimientos, pensamientos y visiones de un mundo aparentemente desaparecido,
sino— como dice el narrador— de expresar los hechos con palabras verdaderas, ya
que el que utiliza las palabras con falsedad, al menos en el mundo que narra,
será rebajado a la categoría de paria dentro de la imaginaria sociedad donde
viven los personajes. Achicaxna-paria llamaba Agustín Gajate en el mencionado
poemario a una momia que actúa como sujeto lírico. Ahora
achicaxna-paria-despreciado por la sociedad es quien no cumple con esa palabra
dicha y articulada, la palabra como única ley de la tribu.
Los cimientos de Gomorra transcurre en tres momentos temporales
comprendidos en mil años. Un primer
momento se remonta a las raíces de la civilización en un lugar llamado
Garaldea; el segundo, en Gomorra y el tercero en ese mismo lugar pero mucho tiempo
después. Se trata, como ya se anuncia desde el título, de indagar sobre los
cimientos de Gomorra. De esta manera trifocal se va articulando la trama; pero
no en capítulos sino en fragmentos lo cual le da un ritmo si acaso más
acelerado al total. Respecto a esto, lógicamente, el narrador omnisciente
utiliza la técnica del flash back desde esa Gomorra de los primeros pobladores
y también en un supuesto momento presente en que se ha llegado a un desarrollo
tecnológico, social y cultural supremo. Es decir, desde dos puntos temporales
hay un plegamiento hacia el pasado, una evocación que va desde el mito y la
leyenda hasta la realidad que vivieron esos antepasados que se evocan. Lo vemos
reflejado incluso en los nombres de uno de los personajes principales
Guardunet-Quedehui-Bentejui. Su nombre mítico sería el primero y su nombre
verdadero el segundo. Bentejui es el nombre que él mismo se puso para lograr
convivir con Ytara que llegó a la isla en busca de Jared y Gaifa. Así, Quedehi,
Ytara, Magog, Evila y Anaqua forman el primer grupo de colonización de un lugar
al que con posterioridad se le llamó Gomorra. Todos los acontecimientos de los
dos primeros momentos hacen mención al trasiego desde Garaldea a través de lo
que se llama el vacío profundo hasta otro mencionado la nada, constituido por
una o varias islas de un clima, paisaje, flora y fauna peculiares. Después de
este primer asentamiento, viene la fase de adaptación al medio hasta conseguir
la alimentación, la procreación y la supervivencia, dando lugar a una forma de
cultura distinta a la inicial.
En cuanto al espacio narrativo, resulta llamativo que muchos
elementos que lo conforman evoquen lugares o ambientes de las Islas Canarias.
Incluso los nombres de todos los personajes nos remiten a la cultura prehispánica.
Los diálogos entre los personajes están en esa lengua guanche que Agustín
Gajate intenta reconstruir ya desde su obra anterior. Este hecho puede que sea
polémico o todo lo más curioso. No quiero hacer un análisis filológico, pues
estoy muy lejos de ser una autoridad y menos de la lengua líbico-bereber
antigua por lo que no puedo afirmar que la reconstrucción del habla que aparece
en tales diálogos sea correcta. Desde el punto de vista narrativo, al menos al
que comenta le parece pertinente, sobre todo porque entra en la ambientación de
la novela. Además, no sería la primera vez que un novelista «se inventa» un
habla más o menos codificada con el mismo fin, como El tambor de hojalata, de
Günther Grass, incluso esa neolengua que el Estado del Gran Hermano establece
en la novela 1984 de George Orwell, por poner algún ejemplo. Y si apuntamos a
la poesía, observaremos la reproducción del habla africana nada menos que en
las letrillas de Góngora.
En resumen, no se trata de una novela histórica, como algunas
que intentan reconstruir la vida y costumbres de los guanches. El autor nos
presenta un intenso juego de la imaginación, independientemente de que haya
utilizado algunos de los recursos de la cultura prehispánica. Una novela que se
enraíza en la ciencia ficción blanda o antropológica de la escritora
norteamericana Úrsula Le Guin. Agustín Gajate, como dicha autora, se detiene a
analizar con profundidad el desarrollo tecnológico, las costumbres sexuales,
sociales y políticas, hasta el punto que sienta las bases de una sociedad
hipotética y ficticia, pero siempre verosímil.
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