LA MADRE DE ANDALUCÍA SE VA A
HACER LAS ESPAÑAS
JUAN CARLOS ESCUDIER
Dijo
que tenía ganas, ánimo, fuerza y que le encantaba ganar. Le faltó explicar que
también tenía un sudor frío que le recorría la espalda por aquello tan
sobrenatural de que la salud del muerto que ella misma había matado fuera
envidiable. Empujada por el pánico, por unos mentores que de tanta carne que
han puesto en el asador pudieran pasarse al pescado, y, sobre todo, por el
fantasma maldito, Susana Díaz hacía anunciar este domingo a sus heraldos que
competiría por la secretaría general del PSOE. ¿Que en qué había quedado
aquello de “primero las ideas y después las personas”? Bueno, no vamos ahora a
ser puntillosos con el orden de los factores.
A
la sevillana la esperaba en el ruedo hasta Marhuenda, cuyo diario le dedicaba
hoy un sentido perfil de bienvenida: “La Esperanza de Triana inspira a Susana y
nunca le ha fallado”. Con semejantes avales, que sobre los otros ya decidirá su
gestora lo que más le convenga, nada puede salirle mal a este “cañón de mujer”,
dicho sea en palabras de Zapatero, mediador en Venezuela e infantería de
combate del sultanato en su partido, que ya se sabe que la paz sólo se alcanza
cuando es posible imponerla por la fuerza. Se avecina una guerra en la que no se
harán prisioneros.
Los
apoyos de Díaz son incontestables. Tiene de su lado al socialismo jurásico, a
los reyezuelos de taifas y al PP, desde donde se ha empezado a aventar que una
victoria de Sánchez conduciría inevitablemente a adelantar las elecciones. La
admiración que despierta entre sus adversarios sólo es comparable al
desbordante entusiasmo que genera en la militancia, especialmente entre los
cargos públicos, porque nadie como ella es capaz de proclamar mensajes de tanta
enjundia como “el PSOE es mucho PSOE” o “la gente quiere que el PSOE vuelva”
con una sencillez rayana en el infantilismo.
Díaz
quiere lo mejor para el país, algo que básicamente consiste en que ella mande
en Ferraz y lo siga haciendo en San Telmo, que es un palacio barroco y monísimo
que en su día fue un colegio para los marineros que se iban a las Indias. A la
madre de Andalucía, sin embargo, no se le puede pedir que se vaya a hacer las
Españas y deje huérfano a ese sur tan necesitado de su vigor y hasta de sus
lágrimas. El PSOE puede sentirse orgulloso de esta fuerza de la naturaleza que
acude a su rescate.
Así
las cosas, a los afiliados hay que cantarles las verdades del barquero. Hay que
explicarles que todo lo que no sea su triunfo sería una desgracia, que si gana
Pedro el breve habría que reescribirle el apodo y, lo que es peor, quizás
hubiera que tirar a la basura las aportaciones económicas de su gurú, José
Carlos Díez, que si le dejan es capaz de acabar en unos años con la miseria
andaluza, la española y la suya propia. Hay que recordarles que su victoria
haría del PSOE un partido irreconocible y quizás de izquierdas, aunque sólo
fuera para llevar la contraria.
De
Sánchez no te puedes fiar porque un día le matas y al siguiente te monta un
acto en Cádiz con un vídeo de la alcaldesa de París en la que dice que Europa
necesita líderes como él. Es un tipo tan descreído que hasta duda de la pureza
del proceso de primarias, un insulto a esa gestora imparcial a la que jamás se
le ocurriría manipular el censo de afiliados para favorecer a la reina del
aparato con un pucherazo.
Con
el zombi, según se cuenta, no hay entendimiento posible, al contrario de lo que
ocurriría con Patxi López, cuya integración, carguitos mediante, está fuera de
toda duda, que el vasco no es de los que nadan sin guardar antes la ropa o
dejársela a Rubalcaba para que la ponga en una percha. La salvación se llama
Susana Díaz y su proyecto “ganador y de mayorías”. Con ella y sus ideas, que
están al caer, el socialismo estará en buenas manos una vez más.
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