CARTA ABIERTA AL DIPUTADO RAFAEL HERNANDO
MUERTOS
SIN SEPULTURA
POR LIDIA FALCÓN
Le he visto a usted, señor Hernando,
en la televisión, en un ejercicio de falsedad e hipocresía solo digno del
Hurias Heep dickensiano de David Cooperfield, manifestando su sorpresa
porque los que reclaman la exhumación del Valle de los Caídos de sus
deudos asesinados por los franquistas, a los que enterraron junto a sus
asesinos, estén siempre “con los muertos a vueltas” cuando
usted desea que “los muertos descansen en paz”, y hasta se
atrevió a añadir que “alguien debe de entretenerse con ello”.
Como yo tengo unas familiares muy
cercanas que hace 80 años que se están entreteniendo buscando los
restos de su padre, le voy a contestar a tales manifestaciones contándole su
historia.
El 17 de julio de 1936, Virgilio
Leret, capitán de aviación del Ejército Republicano, al que había jurado
fidelidad muy gustosamente, ya que pertenecía al Partido Socialista y había
estado implicado en la conjura de Galán y García Hernández, era el jefe de la
base de Hidros de Mar Chica en el Ataloyón de Melilla. Ese infausto día, el
ejército faccioso sublevado a las órdenes del general Francisco Franco, asaltó
la base. Después de una heroica resistencia que duró sólo unas horas, ya que no
tenían ni municiones ni hidros, que se encontraban desguazados para limpiarlos,
Leret y sus tropas se rindieron al ejército rebelde. Y, despreciando las leyes
de la guerra, los facciosos fusilaron inmediatamente al capitán y a los trece
oficiales que comandaban la tropa y que se habían batido valerosamente contra
los fascistas, en defensa del legítimo régimen de la II República.
Nunca se encontraron sus cuerpos.
Virgilio Leret era el marido de mi tía,
Carlota O’Neill, la hermana de mi madre, Enriqueta O’Neill, que pasó seis
años de prisión por ser la esposa del capitán, y padre de mis primas María
Gabriela y Carlota Leret O’Neill. Ellas, mis primas, todavía están buscando los
restos de su padre para poder honrarle en una sepultura digna.
En similares condiciones, se encuentran
150.000 desaparecidos, asesinados por falangistas, franquistas y otros de igual
laya, en todas las cunetas, caminos y campos de España. Como ya se ha repetido,
España es el país que tiene más desaparecidos después de Camboya.
España es también el país donde después
de una cruenta guerra civil, la única en Europa contra el fascismo, y de una
dictadura interminable, no se han creado tribunales que aclararan los crímenes
de los dirigentes del régimen, no se ha constituido una Comisión de la Verdad
como en Sudáfrica, no se han anulado los innumerables infames Consejos de
Guerra en los que se condenaba a muerte a republicanos, anarquistas,
sindicalistas, socialistas, comunistas, masones, demócratas y simple gente del
pueblo que había votado la República.
En Alemania, Francia, Portugal, Grecia,
Argentina, Chile, Uruguay, Guatemala, se han celebrado juicios contra los
dictadores y sus sicarios torturadores, algunos incluso en España -¡macabra
paradoja!- y condenado a decenas de años de prisión a los culpables, por los
mismos delitos que en España cometieron sus conmilitones fascistas que nos
oprimieron y explotaron durante cuatro largas décadas.
En España, no. En España se tardó 32
años en aprobar la Ley de Memoria Histórica después de morir el dictador. Una
Ley que no anula los juicios fascistas, que no provee de medios para buscar las
fosas comunes, desenterrar los restos y darles sepultura digna y que no indemniza
a las víctimas. Y en cuanto el Partido Popular se hizo con el gobierno anuló
todas las ayudas económicas –¡tan miserables!- que se habían concedido para
llevar a cabo esa justa misión.
Ese Partido Popular que tiene como
honroso representante a Rafael Hernando, que habla en nombre de su partido en
los términos que acaba de hacerlo, y que no ha accedido a condenar el golpe de
Estado de 1936, impuso sus condiciones para aprobar la Ley de Memoria Histórica
en 2007.
Hace diez años, cuando se estaba debatiendo
en el Parlamento, con interminables discusiones y estéril retórica escribí:
“En definitiva, ser demócrata en España
es diferente de serlo en Alemania o en Argentina. Hoy, ni siquiera a las
víctimas sobrevivientes de la Guerra Civil y la dictadura se les otorga la
satisfacción de ver a sus verdugos avergonzados. Porque nunca nos pidieron
perdón”.
Pero no sólo no nos han pedido perdón
sino que el portavoz del PP, partido que gobierna nuestro país, se permite
burlarse de las víctimas. En otra célebre comparecencia ante los medios de
comunicación Rafael Hernando afirmó que “algunos se han acordado de su
padre cuando había subvenciones”. Por eso, para que los
olvidemos definitivamente y dejemos de “entretenernos moviendo a los
muertos” el Partido Popular ya no concede subvenciones para la
búsqueda de las fosas comunes.
Pero quiero decirle, señor Hernando, que
mis primas Gabriela y Carlota Leret O’Neill, no han recibido nunca subvenciones
para buscar los restos de su padre. Han trabajado en la búsqueda de datos, en
viajes desde Venezuela donde residen, en las entrevistas con los todavía
supervivientes de aquella época, en procedimientos múltiples, administrativos y
judiciales, de los que no han obtenido respuesta, costeándoselo de su propio
peculio.
Y de la misma manera, la hija de Julián
Grimau, fusilado en abril de 1963, y las hermanas de Salvador Puig Antich,
asesinado a garrote vil el 2 de marzo de 1974, y los amigos y parientes de los
últimos ejecutados por el franquismo el 27 de septiembre de 1975 –porque el
dictador murió matando-, y las hijas y nietos de los miles de desaparecidos
durante los exterminadores años de la dictadura, nunca han recibido ayuda
económica alguna para su labor de perseguir la justicia.
Ciertamente, señor Hernando, usted no
debe sentir vergüenza por sus declaraciones, ya que es muy proclive a
divulgarlas. En diciembre de 2014 fue condenado a pagar
20.000 euros, con el portavoz adjunto Rafael Merino, al partido político UPyD
por vulnerar el honor del mismo y acusarle de financiarse ilegalmente. En
diciembre de 2012 negó el cambio climático aduciendo que esos “postulados”
responden a “eco comunismo que profetiza lo mismo que eso de que el
próximo 21 de diciembre se va a acabar el mundo“. En octubre de 2012 llamó al juez Santiago
Pedraz “pijo ácrata”, comentario del que tuvo que disculparse poco después.
Usted no tiene vergüenza de pronunciar
tales expresiones públicamente porque no tiene ningún familiar asesinado,
torturado ni exiliado por los franquistas. Su pariente más conocido es Rafael
Pérez Escolar, abogado y político, dentro de la antigua Alianza Popular –luego
Partido Popular-, que fue representante del Consejo de Administración de
Banesto en la etapa de Mario Conde, por lo que fue procesado.
Su biografía corresponde exactamente al
arquetipo de la derecha española: dirigente de un partido fundado por Manuel
Fraga Iribarne, ministro y embajador de Franco durante décadas; firmante de
penas de muerte; ministro del Interior que afirmaba que “la calle era
suya” y ordenaba a la policía matar a tiros a los trabajadores en las
manifestaciones; autor de las leyes de represión de la libertad de prensa, de
opinión, de manifestación, de partidos políticos. Un partido que protege al
capital y oprime a los trabajadores, que le niega a las mujeres el derecho a
disponer de su capacidad reproductora, que persigue la libertad de expresión y
de manifestación, y que vota en contra de todo intento, por tímido que
sea, de restaurar la memoria y la justicia en nuestro país.
Para completar el retrato del señor
Hernando, es amante de las corridas de toros y procesiona cada Viernes Santo
con las cofradías del Santo Sepulcro y la Virgen de los Dolores de Almería.
Y por supuesto, “no se
entretiene moviendo a sus muertos” de las fosas comunes ni
del Valle de los Caídos, porque no tiene ninguno.
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