LA INFANTA FLORERO Y RAJOY
FERNANDO LÓPEZ
AGUDÍN
Ya
lo advirtió Rajoy hace tres años en una entrevista en una cadena privada de
televisión : “A la infanta le irá bien”.
Tanto, que como dice el juez Castro, que instruyó el sumario del caso
Nóos contra vienta y marea, la sentencia de la Audiencia Provincial de Palma de
Mallorca “deja claro que da por bueno que la infanta Cristina era una mujer
florero” a la vez que aconsejó que se preguntase a Isabel Pantoja, como a otras
personas que han sido juzgadas, si consideran que han recibido el mismo trato”.
Si fuese así, tal y como se sugiere, cabría entender que Iñaki Urdangarín sea
tan sólo condenado a una tercera parte de la pena que solicitaba el fiscal y
que más de la mitad de los procesados, nueve de diecisiete, hayan sido
absueltos. Salvo, claro está, que el magistrado instructor Castro sea
técnicamente un juez incompetente.
Las
agencias de comunicación e imagen de los abogados de la infanta Cristina,
encabezados por el bufete de uno de los redactores del texto constitucional, ya
se han lanzado al linchamiento del juez instructor utilizando el fallo de la
sentencia. No es más que un suma y sigue, puesto que ya desde el primer día que
puso sus puñetas judiciales sobre este sumario empezó su largo calvario
profesional. No se ahorraron presiones ni intimidaciones, a la hora de poder
intentar impedir que la instrucción pudiera desembocar en la apertura de juicio
oral iniciado a finales de enero de 2016. No lo lograron, aunque eso sí, en el
camino el fiscal Horrach que le acompañaba cayó del caballo después de oír el
grito –Pedro, Pedro,¿ por qué me imputas ? – ,como se tuvo oportunidad de
comprobarlo muy bien durante las largas sesiones del tribunal hasta el verano
de 2016 en que terminó.
Siete
meses para que se conociera la sentencia es un plazo excesivo que debe
obedecer, sin duda, a discrepancias surgidas entre las tres magistradas que
debían emitir la sentencia. Al parecer, la ponente Samantha Romero la tenía
redactada desde hacia algún tiempo sin que encontrase la adhesión de sus otras
dos compañeras del tribunal. Es vox populi en los ambientes judiciales, según
fuentes solventes, que al menos la magistrada Rocío Martín no coincidía con la
interpretación de la ponencia e
intentaba sumar a su criterio a la magistrada Elena Moya. Nada excepcional en
un tribunal el contraste de pareceres, si es que ha sido así, pero el telón de
fondo que ha presidido la instrucción, el juicio y la sentencia hace que las
especulaciones se disparen sobre las razones de esta rumoreada diferencia
interpretativa.
No
hay que esperar que el Tribunal Supremo acepte los recursos pertinentes. Cuando
la Moncloa sentencia que ha triunfado el Estado de Derecho, sobran otro tipo de
consideraciones. Rajoy es un político prudente a inteligente y aunque no es un
experto jurídico, pese a su condiciones de registrador de la propiedad, sabe lo
que dice y, sobre todo, sabe lo que hace. Cuando afirmó públicamente que todo
iría bien para la infanta Cristina, sabía tanto lo que decía como lo que hacía.
En cuanto a su buen socio en la Gran Coalición, una Gestora muy en precario en
el PSOE, ya en el lejano año 2006 un Pepiño Blanco llamaba la atención a un
osado concejal socialista del ayuntamiento de Palma de Mallorca por su papel en la entonces iniciada
investigación judicial sobre el caso Nóos.
Como
interpretar el Derecho no es fácil, al margen de que se haya hecho justicia o
no, el problema de esta sentencia radica en su falta de credibilidad. Todos los
sondeos en los medios de comunicación indican que no goza de la presunción de
inocencia, sino al contrario, de la presunción de culpabilidad. No cabe
atribuir a los periodistas o a los jueces la única responsabilidad de este
juicio de la opinión pública, como hacen los agentes de comunicación e imagen
del bufete de Miguel Roca, porque los primeros no han hecho más que informar y
los segundos que investigar e instruir. Probablemente, esa gran orgía de
corrupción sistemática que caracteriza a
casi todas las instituciones sociales, tan manifiesta hoy como ayer o
mañana –si antes una alternativa progresista no logra barrer la basura de la
Gran Coalición– explique esta incredulidad de los ciudadanos españoles.
Sea
como sea, es una mala noticia para el Estado y pésima para el Derecho. No es
bueno que esta sentencia salpique al Jefe del Estado, es preocupante que el
Derecho no aparezca como lo que debería ser, el “poder de aquellos que no
tienen poder”. Es cierto que aquí y fuera de aquí, retomando la expresión
de George Orwell, todos somos iguales, pero
unos somos más iguales que otros. Puede que en esta sentencia no haya sido así,
aunque la versión de la infanta Cristina como mujer florero parece muy copiada
de la de una Ana Mato que tampoco sabía nada de su Urdangarín Sepúlveda, pero
es bien sabido que la mujer del César no sólo debe ser honesta sino también
parecerlo. Por mucho que hoy se esfuercen las agencias de comunicación e imagen
de Miguel Roca, y bien sabe Dios que se
esfuerzan, la hermana del Jefe del Estado no lo parece.
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