ESTIRPE
(Un cuento)
José Rivero Vivas
Los
habitantes de Prímula -tierra de geografía accidentada y rota superficie-,
ufanos de su proceder, afín en parte al sentir del cipayo, acuden solícitos a
la presentación de un libro, de autor foráneo, a quien se le dispensa trato de
virrey. El evento, dispuesto en el primer coliseo, lo cubren los medios de
comunicación, sin faltar uno, cuyos profesionales invaden las dependencias del
edificio en busca de anecdotario que trasvasar en una noche de fábula, magistral
para un público heterogéneo, flamante en su pose y empaque.
Otros
son los que osan oponer su criterio al ponente incauto, que elige su usual
sinsabor antes que percibir la sensación de un día sin final. Al cabo, resulta
ultimado el juicio en ciernes, tras disfrute indeleble, una vez esclarecido el
deseo de abdicar de su extravagante promesa. Mas, ¿cómo puede el ser definir su
utópica orientación? Su conocimiento de las causas vibrantes es sin duda
limitado y está, por consiguiente, lejos de rendir homenaje con diplomacia y
corrección. Por ello, es quizá aconsejable reflexionar sobre el hecho y
mantenerse enhiesto, aunque los más, en Prímula, se inclinen por la excesiva
ponderación del elemento extraño, que redunda en agravio comparativo para quien
se sabe ignorado en su estima, al tiempo de refrendar, cual premisa cautiva, el
tosco olvido de su ancestral nobleza.
El
acto tiene su desarrollo en el salón dorado del coliseo principal, de nueva
decoración, por estropicio de la antigua, como consecuencia del pelotazo de un
muchacho contra la cristalera del ventanal, cara al naciente, donde fulgura
esplendoroso el sol, cuando entra a raudales y deslumbra a los asistentes,
comunidad profusa que, en lugar de marchar a idílico paraíso, espera gozar
fuerte impresión en la apuesta por encarecer la figura del extranjero, para
quien es alfombrado el suelo con hortalizas, en hora crepuscular, a caballo de
luz y color, con fascinante fin de ilusión.
En
el centro de la tribuna, de pie, con aire de consternación y rostro demudado,
aparece el aclamado autor, regocijado y remiso ante la enaltecida manifestación
del respetable. Un amago de timidez abochorna su entereza, aunque de inmediato
se recompone, consciente de hallarse flanqueado por eminencias pertenecientes
al estamento académico de nacional reserva. La audiencia, enfervorecida,
aplaude sin interrupción, hasta que los protagonistas toman asiento, y,
súbitamente, cesa el agasajo. Llena a rebosar, aun antes de empezar la función,
la sala ha de ser despejada en el momento álgido de atronador aplauso, de modo
que la voz oculta, hábil impulsora del recóndito mensaje, irá actualizando su
contenido sin necesidad de ruptura con lo sobrevenido ayer, cuando el uso del
lenguaje fue indistintamente aplicado, aunque ambas formas presionaron hasta
convertir su contenido en mero galimatías, pese a que el orador no tomó partido
en el litigio. De aquí que el oriundo de Prímula no disimule su extremado
empeño en mostrar su preferencia por cualquier producto de origen exterior.
Quien
representa a la institución inicia su discurso, en el que resalta las dotes
inconmensurables de este hombre, subrayando cuantos avatares ha superado a lo
largo de su trayectoria. Sin embargo, continúa su alocución, ha sabido
mantenerse recto, sin oscilar entre ventaja y desventaja de la situación
propiciada por la oficialidad, y hoy lo tenemos aquí, para ofrecernos la
primicia de su generosa obra, que claramente enfatiza el comportamiento de esta
abnegada población. De libre seriedad contrastada, no sucumbe a la expectación
marginal de quien se excede en comprobar si la ciencia, en su arcano,
posibilita giros lingüísticos que afecten la sensibilidad del conjunto de
nuestra gente, con elevado porcentaje de participación en el anual certamen de
festejos; luego, merece la pena preguntarse por la irracionalidad del concepto,
aun cuando sea formulado por insigne filósofo de superior esfera. Así, en el
exhaustivo análisis de este autor, el sacerdote de aquel ritual, destinado a
preparar la sustancia y el clamor advenidos, imparable avanza, cuando entera la
comisión emprende el descenso por la pendiente más pronunciada de Prímula,
ineludible declive de la cumbre hasta el mar.
El
otro señor, famoso intelectual, presuntamente conocido en marco externo, se
arroga la misión de diseccionar el texto que tiene ante sí, y comienza
diciendo: Ninguna existe en Prímula que iguale la calidad de esta novela. Su
trama, además, pone de relieve determinados aspectos de nuestro cotidiano
desenvolvimiento, lo que está lejos de consecución por parte de autriz o de
autor en este contorno que nos mima. ¿Por qué, pues, pedir préstamo a la
aurora, que evite el rescate de un país sediento? Volvamos grupas y enderecemos
el camino, para no errar en nuestro itinerario, marcado en su estreno por el
hado. Continuemos serenos, siempre adelante, seguros de que las sombras vedan
visibilidad, lo que acrecienta la angustia de quien apenas prospera en su ardua
andadura, a pesar del denodado esfuerzo en su gestión. En este respecto fuera
bueno traducir esta obra, en plena sintonía de amistad, sumamente enlazada con
quienes proponen el regalo de espesos nubarrones difuminando el firmamento, lo
que añade turbiedad a la transparencia de su azul maravilloso; pero no es
necesario poner cuidado, ahora que sólo descorre su velo a mediodía, con el
astro rey en su cenit, como reclamo intenso de quienes vienen al club con
objeto de presenciar la tersura del amor, haciendo caso omiso al cerco avieso
de recalcitrantes legisladores, pronos al descalabro de la exultante pasión.
Tras
breve pausa, para tomar agua y refrescar la garganta, este hombre, después de
ponderar las excelencias del volumen, ebrio de su propia oratoria, con
independencia de los términos que lo sujetan al tema, reanuda su disertación,
que versa ahora sobre el pánico del natural de Prímula al espacio abierto, como
si abrigara el temor de verse frente a sí, en honda meditación sobre su
entorno, la vida y sus reveses, lo que entraña el desmoronamiento de la
pirámide construida a base de bulo y ficción, en ávido anhelo de aturdimiento y
escape, en cuanto individuo incapaz de cuestionar la sociedad que integra.
Mientras, la Administración, constituida por miembros destacados del país,
impregnados de análogo sentir hacia el inveterado proceder, presa asimismo de
la fobia general en núcleo activo, dispone vallas, marmolillos, pérgolas,
terrazas, tenderetes y cuanto armatoste considera idóneo para atiborrar de
trastos el espacio restante, que de este modo queda inutilizado para extender
la vista y captar, cada cual sin doblez, su perfil enmarcado en diáfano
horizonte.
Observado
el sobrio panorama, prosigue impertérrito el conferenciante, se advierte que no
existe distinta opción preventiva, frente a la oferta mejor, por cuanto deja de
ser útil hacer alusión a frivolidad indiscreta; de donde se infiere que se ha
de contar sin hacer hincapié en cuanta crispación confunde a los más tiernos en
su ingenuidad. Huelga, por ende, vivir en Prímula al tanto de urna y sufragio,
cuando la estadística antepone la moción de censura al sonoroso oleaje del mar;
de modo que, transcurridos los años, los romances inéditos se hallan inmersos
en el vano latido de dominio y abuso, favor negado a quien ignora el
intríngulis de la existencia, que pasa de largo la juventud sin que, en su
intrepidez de peregrino, logre consumar la culminación de su inenarrable
proceso. Así, terminado el repertorio, es preferible salir de parranda y cantar
odas al aura, que seguir oyendo la sarta de dislates acerca de un hecho
sucedido hace años, aunque su raíz se mantenga profunda en el muestrario de
connotación similar al modelo del cipayo, que engreído ostenta el morador de
Prímula, quien solamente piensa en el daño colateral sufrido al atravesar sin
medios adecuados el desierto, donde ni una brizna de hierba fue aplastada,
cumpliendo los buenos deseos del elenco especulativo, salvador de la patria, al
sortear una tragedia inmensa en el último reducto de la tierra amada.
Dada
la luz en la penumbra previa, acordarán los aquí presentes indagar la
ecuanimidad subliminal de estos pliegos, garabateados en la incertidumbre de
una situación enojosa, donde todos habrán de preguntarse por el destino de
quienes una vez partieron hacia un punto remoto del orbe, con el fin de enfocar
la cura efectiva de cuantos añoran el sueño venturoso en aras de consolidar la
amalgama ajena, subrepticia pamema de aquellos que acopian energía en la paz,
etérea para el que inhala el polen de la flor y esquiva el vacío ingente,
incompatible con el santo y seña en vigor desde antaño. Pero el espectáculo, en
su grandiosidad, se dio en diferente lugar y distinto tiempo; no es ahora
cuestión de lamento ni de congoja exacerbada por haber perdido la oportunidad
de estar a tono con las circunstancias, adversas a menudo y favorables contadas
veces; ello se traduce en debacle sentimental, susceptible de ocurrir cuando no
se está atento al esencial acaecer que motiva nuestra afirmación en el ámbito,
frustración que inspira nostalgia y pesadumbre, al constatar que el madrigal
sonó días idos y no esta tarde.
La
nutrida ovación cunde señera, pese a la obviedad local sobre el alcance de la
expresa noción del argumento, respecto de la ironía que comporta, cual indica
la fecha de su edición. A su tenor, más de uno se suma al hecho real de cuanto
reivindica la insinuación implícita en la noticia, evocador anuncio del sentir
arraigado en Prímula, lo que revela la irrefutable evidencia de ansias
acumuladas, con ambiguo gesto, en seno del afable ciudadano, proclive a renovar
la sólita defección de sí mismo.
El
autor, atónito ante la acogida en loor de multitud, es transportado en volandas
por el libre revuelo de su mente, enajenada tras el acontecer triunfante, y
deja vagar su mirada sobre la ruina del entorno natural, nefasto deterioro por
inconsciencia del ser humano. Pronto se rehace y trata de intervenir; pero,
titubea perplejo y… calla. Grave un instante, sonríe después complacido y, sin
disimular su grata sorpresa, con voz henchida de emoción, modula apenas:
¡Gracias!
José Rivero Vivas
Oda sensitiva
(Un cuento)
San Andrés, Tenerife
Febrero de 2017
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