NO DISPAREN SOBRE EL
TRUMPETISTA (O SÍ)
ANÍBAL MALVAR
Ha
estado unánime nuestra prensa papelera a la hora de valorar la toma de posesión
de Donald Trump. En España no hay trumpistas. Ni siquiera el periódico que
dirige el peculiar Francisco Marhuenda le otorga al hombre del pelo color
mostaza un mínimo de credibilidad. A pesar de que el director de La Razón, en
su inagotable trasiego por todas las tertulias de España, ha restado
importancia a la llegada del fascismo sin complejos a la Casa Blanca. El diario
de Planeta, en su editorial de hoy, señala que “el discurso que pronunció ayer
Trump es de difícil digestión: necesita dejarse reposar porque solo expuso
grandes eslóganes”.
Para
ABC, “el flamante presidente de Estados Unidos no ha decepcionado a nadie: ha
empezado siendo como es”. Según Francisco G. Basterra, de El País, “su energía
ha descolocado a medio mundo provocando miedo e incertidumbre”. El Mundo no
deja dudas de su postura ante el magnate desde el título de su editorial: Con
populismo no se puede pilotar un país como EEUU. Aunque nos ilustra de que ayer
“el magnate ofreció su talante más moderado”. Es curiosa la elasticidad de la
palabra moderación.
El
caso es que va a ser verdad que en España no existe la extrema derecha, al
menos atendiendo a ese espejo sociológico en que cada día se mira el rostro
España: sus periódicos.
Resulta
esperanzadora esta inquietud panideológica con que recibimos al nuevo jefe del
planeta. Al observarla, se da uno cuenta de que la ultraderecha, esa que
representa el deslenguado magnate, se tiene un poco de miedo a sí misma. Nadie
se atreve a declararse trumpista. Y todos los editorialistas, columnistas,
poetas y opinadores que deambulan por los periódicos se sorprenden aun por la
excéntrica decisión del pueblo americano en el momento de depositar su voto.
Pedro
G. Cuartango, director ya casi eternamente provisional del diario que fundó
Pedrojota, aprovecha su columna para matizar en salvaje algunas de las
opiniones que vierte en el editorial: “Llegó a asegurar [Trump] que hay muchos
países que se han enriquecido gracias a la generosidad de EEUU. No cabe mayor
simpleza porque lo contrario es más cierto: que las multinacionales americanas
venden sus productos por todo el mundo, lo que constituye la base de la riqueza
de la nación. Si el nuevo presidente cierra las fronteras a los productos que
se fabrican en México, en China o en Europa, corre el riesgo de que Apple,
General Motors o Amazon puedan sufrir las mismas restricciones”.
Lo
sorprendente es que Trump representa una forma de hacer política no demasiado
alejada de los principios neoliberales que rigen la práctica totalidad del
pensamiento editorial de nuestros diarios clásicos. Trump no es un síntoma,
como se nos quiere hacer creer. Trump somos nosotros. Es el monstruo que hemos
alimentado fomentando el acriticismo político e ideológico. Durmiendo a la
sociedad con soflamas patrióticas y otras chorradas de grandilocuente
expresividad. “Solo tengo miedo de tu miedo”, escribió Shakespeare. Y Europa,
hoy, parece tener miedo al miedo de Trump, que es el miedo a lo extraño, a lo
extranjero. Resulta curioso este miedo en un continente que ha alquilado un
país, Turquía, para convertirlo en campo de concentración de refugiados. ¿No
estaremos siendo un poco hipócritas?
Marhuenda
y Granados
Que
Francisco Granados es hombre de escasa credibilidad lo sabe todo el mundo. Por
eso pocos medios se han hecho eco de las acusaciones vertidas por carta del ex
vicepresidente madrileño al director de La Razón. Vayamos por partes. Marhuenda
osó asegurar que Granados era poco más que un “un paleto y un hortera de
Valdemoro que no sabe ni comer” al que Esperanza Aguirre “consideraba como al
servicio”. A lo que el reo púnico contestó con una carta feroz en la que
acusaba al periodista de buscar chollos bajo cuerda de sus contactos políticos.
Marhuenda, dice el acusador epistolar, buscaba una nave barata para almacenar
su envidiable biblioteca de 30.000 volúmenes: “Acudiste a este paleto de
Valdemoro para que te pusiera en contacto con el alcalde (también imputado) a
ver si te encontraba algún chollo”.
Esta
carta se conoce en la misma semana en la que la titular del juzgado de
instrucción número 7 de Madrid solicita una fianza de un millón de euros a
Eduardo Inda, Esteban Urreiztieta, al columnista Santiago González y, al
entonces director de El Mundo, Casimiro García Abadillo, por delitos de
injurias y calumnias en las informaciones del caso Cuadrifolio, publicadas en
2014. Dichas informaciones falsas, que vinculaban a esta firma con un fantasioso
plan de financiación ilegal del PSOE castellano-manchego, provocaron el cierre
de la empresa.
Poco
a poco, personajes como Inda y Marhuenda van recibiendo de su propia medicina.
Sin embargo, su chaché televisivo sigue intacto. Los programas a los que acuden
eluden cualquier comentario a sus presuntos desmanes. El espectáculo debe
continuar, pero no con ellos como monos de feria. Al menos de momento.
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