LA NATURALEZA NO SE
AMA A TIROS
JOSÉ LUIS GALLEGO
Es uno de los
mantras más socorridos que vengo soportando por parte de los cazadores:
nosotros también amamos la naturaleza y somos indispensables para conservarla.
Pero no cuela. Porque lo del cazador conservacionista es un oxímoron como la
copa de un pino.
Nadie que haya
tenido un encuentro fugaz con un corzo en un claro del bosque puede soportar la
idea de ver su cabeza cortada y disecada colgando de una pared. Nadie que ame
al más noble y más bello de nuestros animales salvajes, el lobo, puede entender
cómo alguien es capaz de abatirlo a tiros y sujetar su sanguinolenta cabeza
mientras sonríe a sus seguidores en Facebook.
Nadie que ame a
los animales es capaz de pegarle un tiro a una liebre, un conejo, una perdiz o
un zorro. Porque nadie que ame a los animales los clasifica como especie
cinegética o protegida: los animales son naturaleza y no se aman a tiros y
punto.
Los cazadores
amarán la escopeta y amarán salir al campo, de eso no me cabe duda, pero con
ella al hombro, y deseando volver a casa con varias vidas arrebatadas entre lo
que corre o vuela sin que tengan necesidad alguna de hacerlo.
La naturaleza
como en verdad se ama es desde el respeto, la sumisión y la humildad y con
vocación de ayudarla. La naturaleza se ama desde el prismático y la guía de
identificación, desde el lapicero y el cuaderno de campo: nunca desde la
cartuchera y el rifle. El único objetivo que debería apuntar a la naturaleza es
el de la cámara del fotógrafo que aguarda durante horas en la soledad del hide
para dispara un clic en lugar de un pum, ese cuyas imágenes nos seducen a todos
y nos animan a seguir luchando para conservarla viva. Porque matar nunca
conserva: matar elimina.
Por eso es
necesario desmentir de una vez por todas lo del cazador conservacionista. Y por
eso es tan oportuno el informe de Ecologistas en Acción sobre el impacto de la
caza en España presentado esta misma semana.
Con este
documentado trabajo, basado en lo que dispone la normativa vigente, en los
datos oficiales del Gobierno e incluso en sentencias del Tribunal Supremo, esta
importante organización ecologista desmiente uno a uno los argumentos de los
cazadores para presentarse ante la sociedad como unos aliados para la
conservación de la naturaleza y la protección del medio ambiente.
Y empieza de
manera categórica al afirmar que lejos de ser un medio de subsistencia, la caza
se ha convertido en una simple actividad de ocio basada en proporcionar a una
minoría de la población la posibilidad de divertirse matando animales
silvestres en la naturaleza.
A continuación
pone el dedo en la llaga al señalar el creciente desafecto de la sociedad por
la caza, tal y como demuestra el hecho de que las licencias hayan caído un 40%
desde los años 80. Y es que la Federación de Caza es la que más licencias
deportivas ha perdido en los últimos cinco años: cerca de 70.000, siendo
actualmente poco más de 300.000 los cazadores federados.
Pese a ello el
informe denuncia que el sector de la caza se ha convertido en un lobby social y
económico desde el que se intenta hacer frente al creciente nivel de conciencia
medioambiental que se está dando en la sociedad española y al papel cada vez más
protagonista de las organizaciones ecologistas.
Respecto de los
cazadores como “reguladores” de las poblaciones salvajes el informe señala que
la caza intensiva está desplazando y dañando a las poblaciones autóctonas
propiciando la propagación de especies invasoras como el arruí, el muflón o la
codorniz japonesa. Como ejemplo, en 2013 se soltaron en los cotos de caza
1.350.000 ejemplares de perdiz roja procedente de granja, lo que ha puesto
prácticamente al borde de la extinción a los ejemplares silvestres. Asimismo,
la explosión demográfica de algunas especies como el ciervo o el jabalí se debe
también a sueltas masivas y a prácticas tendentes a multiplicar las poblaciones
como la aportación de alimentación suplementaria en el medio natural.
Según los datos
oficiales del propio Ministerio, en España mueren cada año 25 millones de
animales a manos de los cazadores. Aquí me van a permitir que abra un
paréntesis de silencio y respire hondo, pues me parece una auténtica
barbaridad.
Una matanza
sistemática que se lleva a cabo en el 80% del territorio español, impidiendo en
buena parte de los casos el resto de usos del campo mediante el corte de
caminos, cauces o vías pecuarias, el cierre de montes públicos o la prohibición
de acceso a espacios naturales protegidos.
Y sobre lo del
amor de los cazadores a sus propios animales, es decir a los que le sirven para
la práctica de su actividad, tan solo un apunte: al finalizar la temporada de
caza cerca de 50.000 galgos son abandonados en España porque sus propietarios
determinan que ya no sirven. Muchos de ellos acaban colgados de un árbol o en
el fondo de un pozo abandonado, como por desgracia demuestran las duras
imágenes que aparecen en las redes sociales. Sobre ese tipo de “amor”
hablaremos más adelante, en febrero: el mes en el que los galgos tiemblan de
miedo.
En la web de
Ecologistas en Acción encontrarás el informe completo y un acertado resumen de
artículos sobre #LaVerdadDeLaCaza
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