CEBRIÁN, ÉVOLE Y CARA
ANCHOA
DAVID TORRES
Hay quienes
dicen que la entrevista de Jordi Évole a Juan Luis Cebrián pecó de
excesivamente amigable y jabonosa. Yo creo que no. Yo creo que no era
exactamente una entrevista sino un espacio publicitario para animar la venta
del último libro de memorias de Cebrián. Hubo muchas y resplandecientes omisiones
a lo largo de la hora larga en que estuvieron juntos promocionando el libro,
pero la más espléndida de todas fue cuando a Évole se le olvidó preguntar por
la demanda judicial que interpuso Cebrián a El Confidencial por competencia
desleal. Habría sido curioso registrar la respuesta de Cebrián, el adalid de la
libertad de prensa, ante uno de los mayores atentados a la libertad de prensa
cometidos en este país. Tampoco hubiera tenido desperdicio la explicación de
por qué considera competencia desleal la publicación de una información que ya
había salido publicada en diversos medios internacionales.
A lo mejor esa
fue la razón de que la demanda llegara al domicilio de Pedro Cuartango,
director de El Mundo, porque sus abogados creían que Cuartango también tenía
que haber publicado lo de los Papeles de Panamá. Con todo, lo más seguro es que
Cebrián ni siquiera se acordara ya de la demanda, igual que no se acordaba de
si ha ganado trece millones de euros, de cuántas veces ha votado a Pdr Snchz o
de la última vez que habló con Susana Díaz. Con semejantes lagunas y amnesias,
cuesta creer que el libro de memorias de Cebrián llegue a tener más de quince
páginas. Debe de haberlo escrito en pósit pegados en el frigorífico. Hubo
varios momentos en que a Évole se le escapó la pregunta clave, aquella que le
planteó un desconocido a Kirk Douglas un día que estaba haciendo auto-stop y
vio al actor detener su coche a un lado de la carretera. Al reconocer a la
estrella, el hombre abrió los ojos como platos y preguntó a bocajarro: “¿Pero
usted sabe quién es usted?”
Desde que Évole
se ha convertido en un periodista serio, muchos echan de menos al Follonero, al
tipo aquel que llamaba en directo a Zapatero en el programa de Buenafuente o
que se iba a buscar a Chuck Norris a preguntarle si la patada voladora la había
inventado en exclusiva para el vietcong. Este formato de entrevista está
bastante obsoleto, como el circo con animales amaestrados. Antes la gente iba
al circo a ver si se espachurraba el trapecista o si un león le arrancaba un
brazo al domador. No es que Évole no se atreviera a meter la cabeza entre las
fauces de Cebrián: es que no se atrevió ni a despeinarlo. Tendría que haber
intentado una entrevista rápida, al estilo youtuber, como la que improvisó
MrGranBomba a un repartidor: le preguntó la dirección de unas tiendas, le llamó
“cara anchoa” y el repartidor le repartió una hostia gloriosa.
Al día
siguiente, lunes, el modesto hostiazo en plena cara había alcanzado cotas de
popularidad mucho mayores que el jabón periodístico, lo cual da una idea de por
donde van los tiros. Exprimiendo al máximo la ocasión, MrGranBomba fue con su
mejilla magullada a un hospital e improvisó otro video en que aseguraba que
tenía un parte de lesiones y que iba a ponerle una demanda al agresor. No se
entiende por qué el youtuber se molestó tanto por la reacción, cuando justo
antes de recibir el manotón le explicaba al repartidor que estaba haciendo un
experimento sociológico para ver cómo reaccionaba la gente cuando la insultaban
sin ningún motivo en la calle. “Me llevo muy bien con el noventa y nueve por
ciento de la gente a la que le hago una broma” decía, sin comprender la suerte
que había tenido de encontrar el uno por ciento que le faltaba para completar
la estadística. A partir de ahora, hasta que a un entrevistador no le calcen un
guantazo en plena jeta no habrá manera de saber si está haciendo las preguntas
correctas. En las redes sociales había división de opiniones entre los que
pensaban que MrGranBomba se merecía una hostia y los que pensaban que se
merecía dos hostias.
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