POR: EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
El
pensamiento que debería sentar reales, hoy, en este tercer milenio, como un
nuevo ideal de vida en libertad y verdad no confía en la representación
política, pues considera la cesión del poder como una invitación al abuso.
En
el “espectáculo electoral” de Estados Unidos ha quedado demostrado que la
incertidumbre creció y la impostura se ha instalado, en noticias y rumores
mediático-faranduleros; políticos-judiciales que, sin éxito, pretendieron construir
una historia fabulada de la realidad, ignorada por el pueblo estadounidense, en
el instante de elegir a su presidente.
Es
bien conocido el “malestar de la legítima inteligencia” ante el estado de las
cosas, sobre todo en el escenario en que se debaten las diferentes
representaciones de la “realidad”… La simulación del simulacro, de la farsa
electoralista, despierta en la legítima inteligencia un estado de repulsión y
hartazgo muy difícil de disimular, pues la “voluntad de verdad”, tan subestimada
y devaluada en el mercadeo de la libertad negociada a cualquier precio, se
encuentra exiliada de este tiempo y espacio.
En
toda esta trama de traiciones veladas, de artificios instalados para esconder
la trampa, se manipula el estado de ¿derecho? paquidérmico, al universalizar
soluciones a problemas endémicos, a modo de consuelo de un pueblo con
beneficios de limosna, o ¿soborno? Se sepulta así, el sentido de democracia y
se elimina su destino.
No
pretendo construir una escritura del dolor y la rebeldía, tampoco volverme
profesional del desdén, de la suficiencia, del exilio interior “ni de nada”,
simplemente pertenezco a este tiempo, aun no adhiriendo a él… disconforme,
batallador como constante actitud ética y estética, en mi ser y estar.
Es
apasionante, vale la pena y le da un sentido a la vida, sobre todo en un
presente crítico que exige reflexionar sobre nosotros mismos y nuestras
circunstancias, para luego actuar de manera decisiva, con un discurso directo,
sin dobleces, denunciando el teatro “bufo” del cual somos espectadores.
Por
supuesto me refiero a la fauna de opinólogos de todo tipo: presidentes,
ex-presidentes, periodistas funcionales a la Reserva Federal, fabuladores
rentados, etc., que se han manifestado en estado de enojo, histeria, desazón,
devenidos en la inocultable pauta de estar asimilados a sus intereses,
devenidos de pactos con la gestión de Obama, respecto a las elecciones, en las
que Donald Trump, consiguió llegar a la Presidencia de Estados Unidos, a pesar
de todos los pronósticos desfavorables para el candidato republicano.
Afirmo,
sin dudarlo, que ningún periodista o informador “especializado”, hoy, en el
mundo, desde ninguna columna de opinión tiene los cojones de centrarse en las
razones, muy puntuales, por las que este empresario ha ganado dichas
elecciones.
Intentar
abordar un debate acerca de lo acontecido en la elección que dio como
triunfador a Donald Trump, tan brutal en la imposición de una realidad al
margen de la verdad rumoreada en los medios monopólicos de información, no es
tarea fácil, pues debería ir al origen del poder mediático, aquel que nos
manipula desde las mentiras de ninguna verdad y que impone criterio, al menos
hasta esta elección, donde el “final de fiesta”, se ha celebrado sin presencia
mediática… los medios monopólicos del mundo, no pudieron esconder su
desencanto, ante lo acontecido: nos agrade o no.
No
puedo dejar de manifestar, como ejemplo, la torpeza del presidente Macri al
manifestarse, como es costumbre, fabulando, antes de las elecciones, realidades
obstinadas, de encuentros-desencuentros, con Donald Trump, bastante apartadas
de la verdad, según fuentes de medios de época y personas presentes en las
negociaciones abortadas en New York hace tres décadas con el presidente electo,
en las cuales el relato histórico está divorciado del que rumorea,
metaforizando Macri, “yo compartí millones de horas con él”, “está chiflado”
Trump (Macri dixit Infobae), en entrevista otorgada a una tal Canosa, hace un
tiempo, en medio afín al gobierno del “presidente zen-casual”.
“El
Mauricio original hubiera respaldado enfáticamente la candidatura de Trump y
hasta se hubiese entusiasmado con sus exabruptos” (Silvia Mercado, Infobae
dixit, 13 de noviembre de 2016)… hasta hoy, creo ningún informante del aparato
que blinda a Macri ha intentado desmentir estos dichos y explicar cuántos
Mauricios existen. Según medios, la desesperación del presidente offshore en
intentar comunicarse de manera urgente (dicen que lo ha conseguido) con el
empresario devenido en presidente de Estados Unidos, para intentar justificar
lo “justificable”, ante la torpeza de haber apostado a la candidata demócrata,
Hillary Clinton y haberse manifestado de manera tan ligera, acerca de su
¿amigo?, marcaron pautas de comportamiento compulsivo, y con algunos aditamentos
de diversas patologías inocultables; mientras tanto, para aligerar su
impaciencia, lleva a cabo la creación de huertas en la terraza de la Casa
Rosada y continúa con sus sesiones de terapia con el psicoanalista Jorge
Ahumada, a quien ve desde hace 25 años (Silvia Mercado Infobae dixit), emulando
heroicamente a Woody Allen en su carrera, para despejar sombras, de ser un
pedazo de atmósfera.
Poseídos
por la obsesión del poder, sin rumbo adonde dirigirse, presidentes como Macri,
en un marco dantesco, en el que la ficción y la comedia dramática toman
perfiles nítidos, de narcisos e incapacidades, degradan en actos, un nuevo
paradigma se ha instalado en este sistema, donde los individuos, son
espectadores pasivos del acontecer de su vida, el principal cambio que ha
ocurrido en estos años fue “el rapto de la realidad”… ¿les cabe alguna duda?
Presidentes
al servicio de la desmesura y el paroxismo, que intentan imponer algún tipo de
legalidad a lo indecible… desestabilizando su entidad, ya de por sí endeble, a
falta de idoneidad, en la construcción de un programa de gobierno, avenido a
las prisas del tiempo que les ha tocado vivir, quedando desposeídos de
autoridad y tornándose, estos funcionarios, en sujetos desencajados del milenio
que transitamos.
Afirmo
que sin una confianza en el individuo, no tiene absolutamente ningún sentido
hablar de autonomía y de libre albedrío. El nuevo ideal de comunidad se funda
sobre el concepto de que el individuo posee una reserva que es irreductible a
los ordenamientos sociales del poder tradicional. Pero si no se tiene confianza
en una reserva en el ámbito del sujeto que constituye la fuente del cambio,
¿cómo devendrá el cambio?
Lo
soporto todo: dolor, derrotas, exilio, censura, hambre, pero algo que no llego
a asimilar es la cobardía, la mentira, la hipocresía y la corrupción… Ah! ¡Y la
traición!… tan replicada por los que no mantienen un sentido y no soportan ser
destino… delicado equilibrio, el que debemos mantener, a pesar de todo.
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