POR: EDUARDO SANGUINETTI,
FILÓSOFO
Los
excluidos de la historia oficial podemos narrar la trama de traiciones desde
las fisuras, desde los silencios impuestos por los poderes fácticos del sistema
neoliberal que todo lo controla. El neoliberalismo no sólo muta las estructuras
económicas y sociales, sino también los valores, al imponer una cultura
centrada en el consumidor, no en los derechos de la gente, que tiene en el
Shopping (y la maquinaria publicitaria que lo apuntala) el núcleo de su estilo
de vida y las tendencias a seguir, tan ajenos a lo que debería representar un
modo y manera de existir y permanecer en esta tierra.
Aún
en los países latinoamericanos, en los que hubo un cierto progreso
socioeconómico, cuando la izquierda modelo siglo XXI, llegó al gobierno, en
inicios del milenio, ya había perdido la batalla de las ideas. Este es el punto
en el que la izquierda encuentra más dificultades para contrarrestar la
embestida neoliberal, tan atractiva en sus propuestas y atroz en sus fines… hoy
ha retornado a Argentina, de la mano del gobierno de Macri y aliados de todo
color político. La fidelidad a ideas e ideales no existen ya en politicastros,
que no se representan ni a sí mismos.
Si
la historia ficcionalizada, es un theatrummundi, un escenario donde se produce
la mutación de las identidades y los roles, nosotros, protagonistas, sólo
podremos reconocernos cuando habremos salido de ella…observándonos en las
escenas de nuestra historia, como extranjeros o turistas, pues hemos sido expulsados
de ella por decir y actuar acorde a nuestras verdades, desde la perspectiva de
seres libres, en compromiso con lo “real” y su alegoría… nuestra tarea es
eliminar la historia escrita por decreto, la devenida en legitimar los delitos
aberrantes, cometidos “a cielo abierto” por gobiernos en función, bajo la
mirada desatenta o cómplice de una comunidad temerosa y avara en hacer efectivo
el uso de sus derechos y deberes.
Se
vocifera día a día, que la democracia es un sistema político en el que los ciudadanos
tienen una voz importante en los asuntos públicos; entonces, la ciudadanía no
puede permanecer desinformada respecto de esos asuntos públicos. Sin embargo,
en la realidad no se ve cristalizado lo manifestado, pues pocas veces en la
historia de la humanidad, los pueblos han vivido en estado de incertidumbre,
respecto al devenir de sus existencias, como en este tiempo por el que
transitamos.
Parecería,
como lo demuestra de manera magnífica y elocuente nuestra imagen de la
realidad, que la democracia no requiere de sabios, sino de una comunidad
suficientemente informada, que tenga alguna idea y una imagen de lo que sucede.
Ahora
bien, ¿qué significa una comunidad “suficientemente informada”? Reconozco que
no sé cómo definir este interrogante, pero sí puedo asegurar cuándo una
comunidad está “suficientemente desinformada”.
La
eficacia escatológica de las imágenes que día a día presentan los medios
audiovisuales, de accidentes ‘anunciados’, homicidios a repetición, violaciones
en serie, genocidios amparados por organismos disfuncionales, aniquilan las
palabras, torpes y simuladas, de funcionarios y periodistas casuales,
intentando decir “algo”, acerca de los luctuosos sucesos que se proyectan sin
cesar, de las imágenes del desastre del día. Puedo decir que la televisión es
la agencia más grande de formación de opinión pública, puesto que la
información es la piedra angular de la formación de la opinión pública.
A
mi entender, la información debe ejercerse desde la dialéctica, acompañada de
la imagen de quien la ejerce en discurso, en contenido, y esta debe estar
sujeta a un monitoreo que pueda ser clasificable en términos de veracidad,
falsedad, credibilidad, precisión etc., pero debe evaluarse. Al informar, no lo
dudo, debemos decir algo y a la vez evaluar lo que decimos.
Demasiada
información que aparece y desaparece de la pantalla, sin conocer los desenlaces
de lo que disparan, llámese crisis global, instalación de bases militares de
Estados Unidos en Argentina, Macri decretando y sin cumplir promesas de campaña
electoral, asesinato de mujer a manos de su pareja, prostitución vip instalada
en espacios de poder y publicitada en pasquines de ¿celebrities?, el pulgar en
alto para la represión y aumento de sueldos para legisladores disfuncionales
sin trayectoria militante… Nada por debajo del delirio; demasiado para el
ciudadano, que permanece absorto ante la avalancha de información sin finalidad
aparente, salvo confundirlo más de lo que estaba al comenzar su día.
La
irrupción de la tecnología, que sintetiza la narrativa de la historia
caprichosa y arbitrariamente, vincula el presente a un sin tiempo, a un no
lugar, una percepción de un presente eterno, que anula toda posibilidad de
modificar un pasado que se construye sin registro en lo real de los
significados y significantes, desintegrando su identidad histórica y
existencial.
Nos
queda el lenguaje, cual componente de la historia, pero cuando se desplaza por
la confusión en que medios y redes sociales narran el presente sin destino y
pérdida de sentido, el vacío de significados provoca una pérdida de la vigencia
de lo “real” para, de ese modo, dejar el pensamiento humano librado a una
suerte de ser un eterno paria de lo que jamás aconteció.
Frente
a esta situación de bajas defensas, para pueblos enajenados en lo referente a
“lo político” a “lo social”, a “lo cultural”, hago responsables a los gobiernos
y sus aliados, los medios de comunicación y a quienes los dirigen desde la
esfera privada y pública de sub-informar a sus espectadores incautos, con
información patéticamente idéntica en su tratamiento. Caminan el sendero de
discriminación aberrante al conocimiento y a la inteligencia, al ocultar
información de cables de noticias que no son ofrecidas a una platea
anestesiada.
No
hay dudas de que “la coartada democrática” en el cosmos consumista es una
lógica cultural al modo de un carnaval rabelesiano…candidatos en “liquidación”,
hacen pasar el consumo de objetos innecesarios por una ‘función social
democrática’ indispensable para seguir viviendo en este mundo.
Desde
“un paraje llamado realidad”, siempre rebelde, les manifiesto a los mercaderes
de la pobreza y la miseria, que no se sojuzga y reprime a un pueblo con hambre,
no se asesina por la espalda contando el haber, la indiferencia y la mentira,
pues, como dice José Larralde: “Nadie habrá de ir más allá del cementerio”.
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