JUSTICIA DE CHISTE
DAVID TORRES
Finalmente,
tras no pocas deliberaciones, el concejal Guillermo Zapata se ha sentado en el
banquillo para responder sobre los ofensivos tuits en que se mofaba de Irene
Villa, de las niñas de Alcàsser y de millones de judíos asesinados. Este
peligroso terrorista pretendía escabullirse de la justicia mediante el
socorrido argumento de que los chistes no eran de su invención, que él sólo los
había hecho rular, pero su defensa resulta tan absurda como si un pistolero de
ETA argumentase que él no ha inventado la pólvora.
La
causa contra Zapata fue archivada tres veces por culpa del juez Pedraz, a quien
le parecía que penalizar el humor negro, por pésimo que fuese, era una praxis
que podía taponar los juzgados españoles en cuestión de días, puesto que en los
libros, las televisiones y las redes sociales circulan docenas de miles de
chistes similares. Lo que no acaba de entender Pedraz es que Zapata era
culpable en primer lugar por su filiación política con el agravante de apellido
revolucionario. Por eso mismo Pablo Casado, Rafael Hernando y otros célebres
humoristas del PP pueden soltar sus divertidos comentarios sobre fusilados en
las cunetas y familiares de las víctimas del franquismo que sólo se acuerdan de
ellos cuando hay subvenciones: porque están bien apellidados y empadronados
donde Dios manda. Carina Mejías, de Ciudadanos, también se rió mucho con unos
tuits de unos amigos suyos donde anunciaban que iban a colgar de una farola a
Gabriel Rufián y a Joan Tardá tras un hipotético golpe de estado -aunque no
especificaban si en la misma farola. El caso de Jiménez Losantos -que una
mañana empezó a soltar espuma por las ondas mientras amenazaba con disparar una
lupara contra Errejón, Bescansa o Maestre en cuanto se los encontrara por la
calle- no se consideró humor negro ni amarillo ni de ningún otro color puesto
que Losantos hablaba completamente en serio.
En
su escrito de descargo, el juez Pedraz también advirtió que los chistes de
Zapata no llevaban intención de humillar, que los amparaba el derecho a la
libertad de expresión y que en la legislación española no existe “el derecho a
no ser ofendido”. De hecho, Irene Villa, blanco de uno de los chistes más
crueles del concejal, puntualizó que no se sentía ofendida en absoluto y hasta
intervino en la discusión añadiendo los comentarios de humor negro que más
gracia le habían hecho sobre su atentado. Alguien señaló en su momento que
quién era Irene Villa para salirse del tiesto ideológico sobre víctimas y
verdugos, con el cuidado que regamos ese tiesto en España desde 1939, y la
acusación popular (formada por Dignidad y Justicia y el sindicato Manos
Limpias, el Dúo Dinámico de Plaza de Castilla) subrayó la gran alarma social
que habían causado los tuits de Zapata: una bomba con la espoleta retardada
cuatro años.
Afortunadamente,
por pura casualidad, el caso fue a caer en un tribunal de la Sección Segunda de
lo Penal formado por los jueces Concepción Espejel y Enrique López, quienes ya
fueron recusados en cinco causas relacionadas con el caso Gürtel por su
afinidad ideológica con el PP. Basta este último detalle para comprender, por
si alguien no se había dado cuenta, que la justicia española es de chiste y
últimamente se dedica sobre todo al humor negro.
En
los juzgados no se veía nada igual desde que Chiquito de la Calzada, a quien no
le faltaba razón, acusó a Florentino Fernández de haberle copiado sus gestos y
plagiado sus mejores frases. El juez le preguntó a Florentino: “¿Es cierto que
usted utiliza regularmente en sus espectáculos frases como fistro, diodenal o
por la gloria de mi madre?” Florentino lo admitió pero el juez falló que no era
una conducta punible y con ello perdió la oportunidad de que la justicia
sancionara en todo su esplendor, como lo está haciendo contra Zapata: “Hombre,
malo, violento, pecador de la pradera, ¿pero qué le estás haciendo al cuerpo
humano?”
No hay comentarios:
Publicar un comentario