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lunes, 28 de diciembre de 2015

MI QUERIDA ESPAÑA

MI QUERIDA ESPAÑA
El pacto de Estado que proponen Rajoy y Rivera estaría ya firmado de no ser porque el PSOE necesita sus tiempos y su puesta en escena”, afirma el autor.

GERARDO TECÉ
Jesús Quintero en una imagen del documental 'Mi querida España'. RTVE 
El documental Mi querida España es un relato de 30 años, los que van desde el final de la transición hasta la abdicación del Rey Juan Carlos, contados a través de los ojos de Jesús Quintero que observan a una selección de sus entrevistados durante estas décadas. Uno se sienta a ver esta obra, genial, de Mercedes Moncada, y tras la sucesión de relatos de quiénes éramos, quiénes somos y cómo hemos evolucionado durante el Juancarlato, se lleva a casa el sabor de boca de que hemos cambiado mucho pero nada en lo esencial. Distintos en casi todo, pero las mismas virtudes, defectos y obsesiones, arrastradas como una maleta con ruedas de una época a otra.
Si la antigua transición comenzó con el dictador muriendo en pijama plácidamente en la cama y acabó tras años de reuniones a puerta cerrada y algún que otro esperpento sobre el suelo de moqueta, la nueva y anunciada transición quizá no comience cuando queramos o cuando la declaremos inaugurada, sino cuando el bipartidismo decida que ha llegado el momento de ponerse el pijama. Por supuesto, no acabará tras unas elecciones, sino cuando España abra la maleta y ponga sobre la mesa todas sus obsesiones, virtudes y defectos.
Jesús Quintero, condenado ya a no tener el cigarro en la mano durante las entrevistas, le agradecía hace pocos años a Juan Luis Cebrián haber aceptado la invitación. Es un privilegio tenerle aquí, es usted el primer poderoso que viene, le dijo, y Cebrián, con una carrera paralela al documental de Moncada (desde la dirección de informativos de la RTVE franquista hasta las alturas empresariales de PRISA) respondía mintiendo amablemente que poderoso él no era, poderosos son los que tienen poder político, fallaba voluntaria y estrepitosamente en su análisis del estado de las cosas el presidente ejecutivo. Por qué es tan complicado saber lo que piensan los poderosos, se esconden mucho, es difícil que venga alguno aquí, insistía Quintero, y Cebrián con sonrisa maliciosa respondía que si por poderosos se refería al poder empresarial, a las familias del IBEX, pues que se esconden porque suelen ser gente reservada.
El poder es reservado hasta que no le queda más remedio que dejar de serlo. Y si Quintero tuvo el privilegio de sentar a su mesa a Cebrián, nosotros tenemos en estas fechas el privilegio de tener al poder económico hablándonos cara a cara. Con intermediarios, pero cara a cara. Un día alguien propuso crear un Podemos de derechas y meses después un joven catalán era promocionado por las encuestas como firme candidato a liderar el cambio para que todo siguiera igual. Como Cebrián con el loco de la colina, el poder nos mentía amablemente en boca de Rivera cuando nos hablaba de la nueva política, de no pactar con los viejos partidos, de regeneración. Una vez pasadas las elecciones, con los votos ya atados y bien atados dentro la urna y sin peligro de que salgan de allí por el momento, la mentira piadosa se echaba a un lado para dejar paso a la política real: el partido de “la gente normal que hace cosas extraordinarias y con ilusión”, hace de Celestina del IBEX para una alianza PP-PSOE que evite nuevas elecciones y con ello la posibilidad de nuevos sustos.
El pacto de Estado que proponen Rajoy y Rivera estaría ya firmado de no ser porque el PSOE necesita sus tiempos y su puesta en escena. Un partido que lo fue de Gobierno y que pierde sangre y aceptación a medida que cede el terreno que el poder le va pidiendo, no puede tirarse instantáneamente a los brazos de Rajoy en nombre de la estabilidad del poder sin firmar su desaparición en ese mismo instante. Necesitan tiempo. Tiempo para que ese “indecente” que todavía resuena, deje de hacerlo; tiempo para que lo que hoy sería un atraco a sus votantes y una humillación pública, se convierta en un acto de responsabilidad.
El documental acaba con una chirigota callejera del carnaval de Cádiz. Un grupo de cazadores con escopeta a la espalda recuerdan en 2015, a las puertas de la ansiada nueva transición que habrán cambiado los tiempos respecto a la anterior, pero no la esencia del país, ni la trinchera de los privilegios.
Dime, dime, dime, dime tú
dónde vas de vacaciones
dime, dime si a la Costa Azul
o al Pantanos los Hurones
Ya tenemos otra vez aquí
a los dos españolitos
el que va de montería y
el que va de montaditos
Yo soy la España de Blesa y de Botín
de duquesas y de infantas
la del palco del Madrid
soy la España de postín
de pandereta y charanga
del pequeño Nicolás
la escopeta nacional
soy la España de Berlanga.

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