EL DÍA DEL ‘NO’
Desde 1940, la mera palabra ‘no’, en
griego, ya contiene un regusto antialemán
La palabra no está llena de significado patriótico en Grecia,
y el primer ministro Alexis Tsipras lo sabe.Cada 28 de octubre los griegos
celebran el Día del no. Es una fiesta nacional.
Conmemoran la resistencia a la invasión germano-italiana en la Segunda Guerra
Mundial. En 1940 Mussolini, por medio de su embajador en Atenas, lanzó un
ultimátum al primer ministro Ioannis Metaxas. Debía permitir que las tropas del
Eje tomaran posiciones en territorio griego. El ultimátum fue presentado en la
Embajada… de Alemania. Si Metaxas no cedía, Grecia sería invadida. La respuesta
del primer ministro griego ante el ultimátum de Italia y Alemania fue lacónica:
“No”. Y la guerra estalló.
Un enorme no, en griego oxi (léase oji), preside el cartel que ha diseñado Syriza de cara
al referéndum del 5 de julio. Cualquier ciudadano heleno reconoce en esa
palabra automáticamente una oposición al invasor foráneo… Desde 1940, la mera palabra no, en griego, ya contiene
un regusto antialemán. Cada 28 de octubre, los griegos engalanan
edificios con la bandera, y los escolares desfilan por las calles. El primero
de cada clase tiene el honor de ser abanderado.
Italia no logró invadir Grecia, así que
Alemania se vio obligada a intervenir y en abril de 1941 las tropas de Hitler
penetraron en territorio heleno. La resistencia que encontraron en lugares como
Creta llevó al alto mando alemán a establecer siniestras equivalencias. Por cada soldado alemán muerto, debían ser fusilados 100
ciudadanos griegos.
A ojos de un antinacionalista, uno de los puntos débiles de Tsipras es su populismo, su querencia
por hablar del pueblo, de la patria. Lo hace
a conciencia, sabe que la mayor parte de la ciudadanía griega todavía responde
a esas consignas. La razón hay que buscarla en la historia.
Miedo al invasor
Grecia siempre se ha sentido pequeña y
amenazada. Primero por la enorme y poderosa Turquía. Luego, por Alemania. Desde
que en 1821 consiguió zafarse del Imperio Otomano en la llamada Revolución
griega, el país ha mantenido un desproporcionado gasto militar, que
todavía Tsipras se resiste a reducir, porque todavía se percibe como
real la amenaza turca. Al fin y al cabo, el sangrante contencioso sobre Chipre
sigue abierto.
Se equivoca quien piense que lo que
ocurre en Grecia se restringe a la coyuntura económica actual. Lo que está
ocurriendo en Grecia es la primera conflagración
importante entre un Estado-Nación (en el caso griego, forjado,
mal que bien, según las pautas de representatividad de las democracias
liberales) y estructuras supranacionales sin legitimidad
democrática.
Porque, por mucho que se empeñen los
partidarios del ultracapitalismo, el FMI no es una institución elegida
democráticamente. Y, además, algunos primeros ministros de los países del
Eurogrupo, al incumplir los compromisos que adquirieron al concurrir en
elecciones, han traicionado la confianza otorgada mediante el voto por los
ciudadanos de sus respectivos Estados, con lo que su representatividad ha quedado en entredicho.
Hay que tener en cuenta que Grecia
siempre tendrá un Plan B. Lo que está ocurriendo en Ucrania puede ser un juego
de niños comparado con lo que se puede desencadenar en Grecia, porque Rusia siempre acudirá en socorro de su hermana ortodoxa. Cualquiera
con un poco de bagaje histórico sabe que, desde que el mundo es mundo, Moscú
desea mayor presencia en el Mediterráneo.
Los efluvios nacionalistas griegos son
orientalizantes. La mayoría de los griegos, puestos entre la espada y la pared,
podrían preferir antes a Rusia que a Berlín… o a Bruselas. Son muy capaces de decir adiós al sistema democrático liberal y
abrazar un sistema pesudodemocrático populista, al estilo ruso. Y
esa posibilidad no tiene nada que ver con la izquierda o la derecha. Tiene que
ver con la historia y los imaginarios colectivos. Esos que la UE de Merkel está
removiendo irresponsablemente y que Tsipras está manejando con destreza, pero
asumiendo un riesgo enorme. Tsipras está jugando con fuego, y lo sabe. O eso
cabe esperar: que lo sepa. ¿Será ésa su única baza?
En el no que defiende
Tsipras puede verse representado tanto un ciudadano griego
auténticamente europeísta (es decir, que defienda el sistema democrático
occidental, frente a la globalización ultracapitalista), como un
nacionalista griego antieuropeísta, que defienda el hecho diferencial heleno
orientalizante y ortodoxo, frente a los invasores de Occidente. Esas dos
sensibilidades concita el actual Gobierno griego, formado por izquierdistas y
nacionalistas.
Que la mayoría de los
griegos se sientan respetados, acogidos y reconocidos en la UE es de vital
importancia en el tablero geopolítico de occidente. También es de vital
importancia para el proyecto político de la UE. Pero el proyecto político de la UE es lo último que le importa a
Merkel, al FMI, y a algunos gobiernos europeos, inmersos en una enorme
crisis de representatividad y afanados en convertir a los países del sur de
Europa en los nuevos Tigres asiáticos sin
derechos laborales. Mano de obra barata al servicio de los intereses del Norte,
y de las grandes fortunas familiares y empresariales, apátridas por definición
(y por interés).
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