LAS BICICLETAS SON PARA LA CAMPAÑA
Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes paseando en bici por
el Manzanares. No es el inicio de un mal chiste, sino una etapa más en el tour
de la campaña electoral. Los políticos que hace mucho dejaron de ser ciudadanos
intentan impostar sin éxito, como moscas golpeándose contra el cristal, y así
hacerse pasar por gente normal de esa que pedalea, habla con otra gente o tiene
gustos musicales durante un par de semanas. Nada que no sepamos, nada nuevo
bajo el sol, pero no deja de maravillar el circo porque ya viniera al pueblo el
verano pasado.
Me hace ilusión pensar que los asesores les hablan a los líderes de forma clara y
meridiana. “Mire, mi candidato, a la gente le gusta que ustedes los políticos
en campaña sean cercanos, que hagan cosas de… bueno, cosas de gente. ¿Me
entiende mi candidato? Dígame, ¿tiene usted
alguna afición típica de persona? De acuerdo, pues hágame una lista y mándemela
por mail. Desde montar en barca por el Retiro hasta ir de compras al mercado.
No se corte cuando haga la lista. Me vale todo. Sí, mi candidato, sé que ellos
sabrán que es una pose, pero créame, es lo de menos. Estese usted tranquilo que
a ellos les gustan estos esfuerzos. Lo explica el capítulo uno del libro del
asesor de comunicación política que tengo de cuando hice el máster, mi
candidato. Impostar que se es gente es el ciclo natural que toca en campaña,
señor, al igual que es el ciclo de la naturaleza florecer en primavera”. Y
Aguirre, Rajoy y Cifuentes van, se montan en bicicleta y llaman a cincuenta
fotógrafos para que los miren en una especie de excesivo “mira mamá, sin manos
y sin capacidad de ridículo”.
Personalmente lo que me parece más
apasionante de todo esto es que sea un juego aceptado por las dos partes, la
parte del impostor y la del impostado. En un capítulo de Los Simpson cuentan que el director Skinner
suplantó a un compañero muerto en la Guerra de Vietnam. Al acabar la guerra, el
falso Skinner volvió a casa de la madre de su compañero muerto, madre que para
no llevarse el disgusto por la muerte de su hijo decidió aceptar que el real
era el falso Skinner que acababa de aparecer por su casa. Hola, mamá, he vuelto
de la guerra. Muy bien, lo miraba con recelo la señora, pues ve a dejar las
cosas a tu cuarto, hijo. El falso Skinner comienza a subir las escaleras
dubitativo, mirando de reojo a su nueva madre esperando un gesto de indicación
para saber si va en la dirección correcta. La madre asiente con la cabeza y le
susurra: la segunda puerta a la derecha.
Cerrando este artículo
leo en el periódico el siguiente titular: “Aguirre se llevará a su perro Pecas
a un acto sobre cómo hacer un Madrid dogfriendly”. En
serio, ¿qué carajo nos ha pasado desde que los griegos inventaron eso de la
democracia hasta llegar a este punto?
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