HUELLAS
DUNIA SÁNCHEZ
Puede ser que
mis propias huellas me visiten tras dejarlas atrás agotadas. Vienen a mí
rastreando que es de mi vida, que es de mí. Las miro, las observo y absorbo
aquellas que dan la buenaventura en mi ascenso al mañana. Ellas me interrogan
una y otra vez. Y yo respondo aquí me veis más de lo mismo. Somos ecos que en silencio tejen esas grutas
de los sueños que quedan por fabricar. Ellas no se contentan. Se enojan.
Siempre lo mismo. Sueños y más sueños.
De repente quedan borradas todas ellas. Sola, si sola me quedo con mis
sueños e incesantemente vago en ellos. Una puerta se cierra y tras ella el
viento parece introducirse en mi cuarto. Una habitación pintada con el humo de
la despedida.
Viento:
Que haces
mujer. Han venido a por ti. Una visita que tal vez deberías recibir mejor. No
eclipsarte en tu reconditez de acero que
sobrevuela donde las campanas se retuercen de llanto.
Ella:
Huellas y más
huellas. Para que. El ayer quedo estancado en foso profundo y oscuro. Miro y
observo y no veo más que una bruma que asciende hasta mis ojos como velo. No,
no recuerdo nada del ayer. Sea una sonrisa, sea una pena. Ahora soy hoy. Ahora
soy mañana. Enciendo las velas del destino y a cada paso voy marcando escalar
otro escalón más. El ayer no existe. Solo ha servido para edificar mi rutina,
no más.
Viento:
Mira. Mira
atrás. Hay algo que te has dejado escapar.
Algún corazón rajada por la impertinencia voraz de seguir corriendo,
corriendo hacia al mañana.
Ella:
No. No me
importa. Ahora como hija del océano, de la tierra me erecto sobre plataformas
inmóviles y avanzo, avanzo.
La puerta se abre. El viento se va. La deja
en su desierto de espejos donde la imagen de ella se desdobla. Sus yos gravitan
bajo esferas de otros mundos, de otros
seres que le tienden la mano. Ya es la noche. Una noche sin luna. Donde los
brillantes del universo la invitan a sentarse en su sillón y desde su ventana
contemplarlos. Pide algún deseo. Lanza un beso. Y duerme, duerme apaciblemente.
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