EL CANDIDATO
SOÑADO
POR EDUARDO SANGUINETTI
Estamos en vísperas de comenzar a
caminar un nuevo año y sin ser gran visionario, meditando con huellas, puedo
manifestar que la tan mentada globalización excluye y discrimina. El fin de la
denominada política, rumoreada desde hace años, puede meditarse como el fin de
un ciclo donde la promesa era una fábula lanzada en discursos de campaña
electoral por los candidatos a puestos gubernamentales en las más diversas
latitudes.
En
Argentina se celebrarán, si no sucede un imprevisto, elecciones presidenciales
en este año 2015. Los candidatos de muy difusos orígenes a la presidencia de la
República lanzan cientos de promesas de todo tipo en sus pobres discursos,
desde programas de TV, afiches de vía pública, Internet, en un grado de
estupidez que hace sonreír a quienes sabemos que todo forma parte de un
espectáculo insano y fuera de época, utilizando los medios que las últimas
tendencias les ofrecen para hacer su show, “el reality show de la política”.
No
olvidemos que defenestrar a otros candidatos mediante la difamación, el insulto
de manera procaz y grosera es la tendencia que predomina; en fin, nada para
exaltar, nada para ponderar, solo remitirse al silencio o soñar con candidatos
presidenciales cuya musa perpetua sea la política en estado puro.
Soñar
con candidatos que sientan y piensen la Argentina, la comprendan, en sus
cambios bruscos, su inescrutable carácter y su peculiar ingratitud para con los
trascendentes.
Un
candidato que conozca la Patagonia, su fauna y su inmensa superficie
deshabitada, la Puna y su antiguo dolor, hoy fotografiado por turistas
curiosos. Un candidato capaz y con valor de revelar diáfanamente la
desintegración de la sociedad argentina, argumentando con datos válidos de la
historia de este país, sus traiciones y la cobardía de las oligarquías
parásitas, responsables en el origen del drama argentino, que pareciera se
intenta ignorar por estos candidatos de escaparate que pretenden presentarse a
la más alta magistratura de Argentina sin capacidad, idoneidad, trayectoria ni
valor para enfrentar la reconstrucción de una República en estado degradado…
Hacerlo
sin prebendas, negociados, pactos espurios y, sobre todo, sin mentir, blasfemar
a los mejores, en vías de extinción, al pueblo y su historia.
Sueño
con un candidato que pueda describir cada metro cuadrado de Argentina y la
naturaleza de sus problemas y conflictos desde el inicio, sin vanidad ni
resistencia a admitir un equívoco; con ideas e ideales propios que los haga
extensivos a la comunidad, desmadrada y sin horizontes, temerosa a un estado de
inseguridad de todo tipo instalado por la impericia de los diversos gobiernos
que se suceden desde hace décadas, desde nuestra independencia.
Sueño
con un candidato que le atraiga el concepto marxista de la “renta diferencial”
en todo el territorio, que permita descifrar el poder económico de la
paleo-oligarquía y la neo-oligarquía, instalada en estos últimos 20 años, y no
dejar de denunciar y accionar contra el parasitismo de esta degradada clase, así
como su resistencia a desistir de las regalías conseguidas a fuerza de
corrupción y delitos, condonados por la justicia ausente, solo para los
indigentes, los que permanecen al borde del camino de este sistema.
Sueño
con un candidato fogueado en las lides de la vida, jamás negociable, asimilado
a los principios fundantes de Artigas, Hernández, Wilde, Fray Mocho, Martínez
Estrada, Lugones, Macedonio Fernández, Lisandro de la Torre, Jauretche y tantos
otros. Un candidato devenido en una prosa dialéctica corporizada en actos de
vida concretos y comprobables.
Este
candidato, hoy inexistente, es ignorado por una sociedad anestesiada, temerosa
y que pareciera solo con emociones para gritar el gol de su equipo de fútbol;
gentes que se dicen revolucionarias en soeces comentarios de Facebook,
incontinentes en peluquerías de barrio, lanzando todo tipo de fórmulas para un
futuro espantoso, de consumo y de olvido de lo que pudo ser un mundo en armonía
y para todos, en lo que se denomina orden natural.
La
actitud del candidato-presidente que esperamos, “aquí, allí y en todas partes”,
sería la que corresponde al que finalmente ha comprendido la lección de la
historia, asumiendo todos los cambios en giro de 180º que se produjeron en este
milenio, en compromiso de vida en verdad y sin el gesto homicida de las
promesas.
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