MARCA ESPAÑA O EL
‘STORYTELLING’ DEL FIN DE LA CRISIS
El consejero delegado del consorcio
empresarial que construye el AVE a La Meca, Rafael Valero,destituido
por los retrasos acumulados en una obra en la que participan compañías españolas como
OHL, Indra y ACS. La estación de tren del arquitecto Santiago Calatrava en
la Zona Cero, en Nueva York, con un coste
total que duplicará lo previsto inicialmente. El alto comisionado del gobierno para lamarca España, Carlos Espinosa de los Monteros, de visita
oficial en Rusia para apoyar a multinacionales españolas como Iberdrola, Mapfre y
Sacyr. Y el presidente de Telefónica y del Consejo Empresarial para la
Competitividad, César Alierta, afirmando que “el
bipartidismo ha funcionado en España, está clarísimo”.
Como ilustran estos titulares de la última
semana, no parece que las principales abanderadas de lamarca España, esas grandes corporaciones a las que el
gobierno suele llamar “nuestras empresas” aunque solo beneficien a sus
accionistas y directivos, estén transmitiendo precisamente una imagen de
confianza. Y es que, si echamos un vistazo a todas las noticias relacionadas
con la expansión internacional de las multinacionales españolas que vamos
conociendo cada día, tenemos el retrato de la España-marca realmente existente:
retrasos y sobrecostes, pagos en B y puertas giratorias,
cuentas en Suiza y filiales en Holanda, despidos masivos y devaluación
salarial, contabilidad creativa e ingeniería financiera.
Los impulsores de la marca España tienen muy claro su mensaje: “España
son nuestras empresas”. Así lo proclamaba la campaña publicitaria lanzada por Antena 3 en el
verano de 2012, en la que el secretario de Estado de Comercio explicaba el
objetivo del proyecto: “Pretendemos contrarrestar esa imagen deteriorada que
tiene España en algunos medios”, aseguraba Jaime García-Legaz en unos anuncios
patrocinados por multinacionales como Repsol, Telefónica, Acciona y Endesa.
“Para que un país avance, hay que creer en quienes lo hacen crecer”, decían los spots que solo un par de meses antes habían
emitido las televisiones
de Mediaset, destacando “el prestigio que ha adquirido España en el exterior en los
últimos años” gracias a compañías como Iberdrola, Santander, BBVA, Inditex o
Mango.
Con el relato de la marca España, que reserva a las multinacionales
el papel protagonista, tratan de identificarse los negocios privados de un
puñado de grandes empresas con los intereses generales del conjunto de la
ciudadanía. Así puede justificarse, por ejemplo, que el ejército español
defienda por todos los medios las operaciones de Repsol en Canarias: “La
defensa de los intereses vitales y estratégicos de España es un objetivo
primordial de la seguridad nacional, y la libertad de explotación de los
recursos energéticos disponibles debe considerarse en ese ámbito”, decía
el ministerio de Defensa después de que varios activistas de Greenpeace
que denunciaban las prospecciones petrolíferas de esta multinacional fueran
atacados por la armada. Pero no deberíamos confundir, en ningún caso, el
interés general de la población y la defensa de los derechos de las mayorías
sociales con la defensa de los negocios particulares de una pequeña minoría a
la que, al fin y al cabo, lo único que le preocupa es su propia cuenta de
resultados.
Para las instituciones que nos gobiernan, no hay duda de cuáles son los
puntales sobre los que ha de sustentarse la prometida “recuperación”: por un
lado, atraer capitales transnacionales; por otro, ampliar el acceso de las
multinacionales españolas a nuevos mercados para continuar con la extensión de
sus negocios a nivel global. La idea es que eso sirva para incrementar el
crecimiento económico en el Estado español y así “generar riqueza y empleo”.
Sin embargo, en el marco de la crisis-estafa que estamos viviendo, con el
colapso de un modelo de crecimiento basado en la financiarización de la
economía y unos índices de desempleo, pobreza y desigualdad que no dejan de
aumentar, es evidente que la “salida de la crisis” no puede ser por el mismo
camino que nos ha traído hasta este punto.
La
mayor presencia de capital extranjero en el accionariado de “nuestras
empresas” y la ampliación de las actividades de las multinacionales españolas a
nuevos nichos de mercado, que se presentan como signos de que “avanzamos en la
senda de la recuperación”, no guardan una correlación con la mejora de las
condiciones de vida de la mayoría de la población, ni en otros países ni en el
Estado español. Ni siquiera en términos de empleo: mientras las empresas del
Ibex-35 ganaron más de 25.000 millones de euros en 2013, despidieron a 120.000
trabajadores (el 8,9% del total de las plantillas de las cotizadas españolas)
ese mismo año.
Mejor será, siguiendo a David Harvey,
“ofrecer una explicación coherente de esta crisis como un fenómeno de clase:
una determinada estructura de explotación se fue a pique y está en vías de ser
desplazada por otra estructura aún más profunda de explotación”. Más allá
del storytelling del “fin de la crisis”, esta es la
verdadera marca España.
*Pedro
Ramiro es
coordinador del Observatorio de
Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad y autor de ‘Marca España. ¿A quién
beneficia?’ (Icaria, 2014).
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