PODEMOS Y LAS
ARMAS
GERARDO
TECÉ
¿Se puede ir a
la guerra sin llevar armas? La respuesta es: si quieres tener alguna opción de
sobrevivir, no. ¿Se puede ir a la guerra sin llevar las armas de siempre? La
respuesta debiera ser: tenemos la obligación de hacerlo. La pasada semana fue
la primera de Podemos con andamiaje de partido político. Fue también la primera
semana complicada mediáticamente para el nuevo partido, aspirante a todo. Y
esta complicación mostró, también por primera vez, a un Podemos nunca antes visto.
Un Podemos tirando de armamento tradicional de guerra: minimizando daños,
desapareciendo del prime time, tirando del sonrisa y dientes, que es lo que les
jode, como respuesta de perfil bajo. Tocaba replegarse.
Una estructura
política bien definida facilita la eficiencia interna pero también la presión
del exterior. Los ataques desde fuera son más precisos si tienen claro el
blanco al que hay que disparar para desactivar al conjunto. Pasada la novedad
de lo exótico y visto lo visto en las encuestas, los grandes grupos de
comunicación van a disparar, y mucho. Sustentados por el mismo poder al que a
la vez sustentan, estos medios van a ejercer sobre las caras visibles de
Podemos una labor que, después de tanto tiempo olvidada, a algunos les
resultará casi extraña: hacer periodismo, investigar. Si Íñigo Errejón
trabajaba para una Universidad desde la distancia, por muy habitual, legal y
ético que sea hacerlo, estos medios van a hacer ruido, mucho, con ello. Si
Carolina Bescansa tiene un impago de multa de la zona azul, van a enterarse
hasta los que van en bici. Si Pablo Iglesias tuviera la mala costumbre poner el
volumen de la tele alto por la noche, lo veremos en portadas a cuatro columnas.
Con la que nos
está cayendo desde las alturas, ¿es justo poner la lupa a trabajar a ras de
suelo? Definitivamente no, pero es lo que hay. El grupo de los universitarios,
expertos en ciencias de la guerra política, saben de sobra que esto es lo que
toca de ahora en adelante. Y como brillantes universitarios que son, como representantes
simbólicos de las plazas llenas de exigencia de nuevas formas, de ellos se
espera una respuesta que vaya más allá del pantojismo del sonrisa y dientes.
Para replegarse y no comparecer ya está Rajoy. Para sonrisas sin más, ya están
las de Zapatero o Pedro Sánchez.
Al tiempo que
el movimiento social mutaba en partido político, un joven Alberto Garzón daba
un paso al frente de IU con la intención de hacer el recorrido a la inversa.
“Más movimiento social y menos partido político”. De Alberto Garzón hubiéramos
dicho hace seis meses que estaba llamado a liderar grandes cambios. Hoy toma el
timón con el horizonte de encontrarse en ese camino recorrido a la inversa con
Podemos. La otra mañana, después de 20 años al frente de UGT, Cándido Méndez
miró alrededor y no encontró ya caras conocidas, no ya en el PSOE, ni siquiera
en Zarzuela; y anunció como pensando en voz alta, que su etapa está acabando.
Ha llegado un
momento de cambio de generación que no podemos permitir que no traiga bajo el
brazo un cambio radical en el fondo y en las formas. Es difícil ganar una
guerra sin usar las mismas armas de siempre, pero ganar la guerra sin cambiar
las formas, es perderla a la larga.
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