LA
OPORTUNIDAD QUE NOS BRINDA CATALUÑA
DOMINGO GARÍ
El proceso abierto en Cataluña cuya reclamación principal es el
“derecho a decidir”, y no la independencia, como afirman los medios de
comunicación y las fuerzas políticas del españolismo, puede traernos ventajas
evidentes al resto de los ciudadanos del estado. La primera de todas ellas es
mejorar la democracia, que tan mala salud tiene en estos tiempos. En el pasado
fue la reclamación de autonomía de Cataluña (y del País Vasco) la que abrió la
vía a la descentralización política, que en aquel entonces fue denostada por la
derecha española, y que a día de hoy a todo el mundo le parece fantástica. Si
las fuerzas del inmovilismo ganasen siempre aún estaríamos en las cavernas, de
hecho algunos lo están.
La segunda ventaja que tendría el éxito de la reclamación
catalana sería la de llevar al estado una profunda remodelación, incluyendo
como posibilidad derivada la apertura del debate sobre la forma-estado. Es
decir, podría ayudar a que en las otras nacionalidades, incluyendo la
mayoritaria (española), se instale en la agenda el asunto de si es conveniente
seguir con el modelo de monarquía parlamentaria, o vendría mejor decantarse por
un proceso constituyente que vislumbre la forma republicana como una opción
viable y deseable. A este respecto es preciso recordar que, en la historia
contemporánea española los procesos de federalización o confederalización
vinieron acompañados, y retroalimentados, por derroteros republicanos.
La tercera ventaja asociada a la autodeterminación de Cataluña,
podría tener la virtud de fomentar la impugnación del modelo neoliberal.
Cataluña como referente de nuevas políticas más justas y solidarias, que
combatan el dogma que lleva a amplias masas de ciudadanos a situaciones de
desesperación, y acrecienta la tasa de explotación sobre la población
trabajadora como si hubiésemos regresado al siglo XIX. Por la actitud del
movimiento de masas en Cataluña, y por la implicación de los sectores
populares, el proceso abierto no será, tal y como anuncian los voceros del
españolismo, una reproducción del neoliberalismo a una escala menor. La mayoría
de las fuerzas en liza refutan el dogma neoliberal, con la misma energía con
que cuestionan el dogma de “la indisoluble unidad de la Nación española, patria
común e indivisible de todos los españoles”. Infame artículo constitucional impuesto
en 1978 desde instancias superiores, tal como recogió en sus Memorias el
ponente constitucional Jordi Solé Tura.
Independientemente de lo que difunde el altavoz mediático del
españolismo y del neoliberalismo, ninguna de esas dos vías son imponderables de
la historia. Son sólo estrategias de dominación contingentes. La voluntad, la
lucha y nuevas estrategias, también contingentes, las desplazarán, para
posteriormente ser desplazadas también ellas mismas.
Coincidiendo con el asunto catalán, nuevas correlaciones de
fuerzas se fraguan en el estado, y una ciudadanía activa y comprometida se
dispone a entrar en escena. En las Islas la mayoría de la población impugna la
errática política de connivencia del gobierno del PP con la multinacional
REPSOL. Aquí nos sumados también a la ola de cambios que reclama, entre otras
muchas cosas, el “derecho a decidir”.
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