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jueves, 19 de junio de 2014

POESÍA, VISUAL Y ALUCINACIONES



POESÍA, VISUAL Y ALUCINACIONES
ROBERTO CABRERA

Paco Guerrero vivía en la calle Serrano de Santa Cruz, solía jugar en la plaza San Fernando bajo la atenta mirada de su abuela, una señora muy mayor vestida de negro. Tenía un hermano más pequeño que él, que llamábamos Cochito, gran aficionado al fútbol. El otro hermano era mayor y de nombre Miguel Ángel que pronto comenzó a trabajar como ayudante de farmacia y que hoy en día creo que sigue ejerciendo como ATS en la Residencia hospitalaria. A este hermano le gustaba la música y llegó a formar algún grupo con Antonio Ariza, bajista de nuestro Grupo Salvaje.
La leyenda urbana venía a decir que Paco se cayó un día de un pequeño muro en la placita, jugando, y que del susto mayúsculo se le disparó la diabetes, enfermedad que le acompañó creo, toda su vida.
 Paco tenía gran afición por el arte desde pequeño, y se carteaba con entidades literarias desde joven. Comenzó los estudios de enfermería y pronto estuvo trabajando en ello. Su familia era muy seria y respetada en nuestro barrio. Al parecer su padre falleció muy joven, creo que era oriundo de Andalucía, de apellido Guerrero, y que trabajó como barman en el kiosco Asunción de Las Ramblas, por lo que su familia se componía de sus dos hermanos, su madre Juanita Romero, su tía y la abuela. Eran clientes del comercio de mis padres y con muy buena relación. Su tío soltero era marinero y se pasaba más de medio año navegando, era una persona muy entrañable y dicharachera, con quien compartí a pesar de la diferencia de edad, algunas correrías. Ganaba mucho dinero en los barcos e incluso me contó cómo en Sebastopol, ahora tan en boga, se bailaba el twist a pesar de la rigidez soviética.
En el Instituto de Santa Cruz, coincidí nuevamente con Paquito Guerrero, que era jovencísimo desde luego en aquellos años 70/71 y aunque estaba en un curso distinto al mío, pronto se hizo notar, de modo que trajo un cuento de Navidad, un tanto amargo y desvelador de las hipocresías  de estas celebraciones, y que fue publicado en la revista que la dirección del centro trató de censurarnos aduciendo que allí había algún artículo de matute, clandestino.  A pesar de ello sorteamos la censura registrándola en las oficinas del régimen. Logramos entonces pasearla por todos lados, incluso creo que contenía unos poemas a la naturaleza de Mao Tsé Tung.  Paco era compañero de clase de Félix Francisco Casanova, que no recuerdo si colaboró en aquel número, lo que sí recuerdo fue un concierto en el salón de actos del Grupo Salvaje. Aquél salón solía ser muy frecuentado para actividades de este tipo ya que la ciudad apenas contaba con espacios culturales apropiados. También hubo una exposición de arte y poesía de título Canariarte. Ese año y los siguientes estuvimos ya entregados a la política, a cambiar la situación, comenzábamos con unos grandes murales acerca de los derechos humanos por los que fuimos llamados a capítulo. En la dirección se nos pidieron explicaciones, incluso trataron de presionar a nuestras familias enviándoles unas misivas narrando nuestros desvaríos democráticos. Muy pocos profesores nos defendieron, entre los que recuerdo estaban Maricarmen Cimadevilla, Dolores Sanguino y José Luis Escohotado. El resto parece que no había sufrido el trance de la transición todavía. Era ya la pura clandestinidad y nuestra vena artística se hizo más social y contestataria.
            Entre el grupo de estudiantes que nos movíamos  ya con un pie en la universidad, recuerdo a Fernando y a Jorge Sentís, Fernando Álamo, Aureliano Marrero, Vicente Pedrero o Ángel Mollá, José María Moreno, Elena del Castillo, Nieves Delgado y Jesús Castellano. Nos situábamos en las gradas de la cancha a la hora del bocadillo y cantábamos ¡¡No nos dejan cantar Robeson, mi canario con alas de águila, no nos dejan cantar nuestras canciones, mi hermano con dientes de perlas!!  


NO NOS DEJAN CANTAR

No nos dejan cantar, Robeson,
mi canario con alas de águila,
mi hermano con dientes de perla.
No nos dejan gritar nuestras canciones.
Tienen miedo, Robeson,
tienen miedo del alba, miedo de ver,
miedo de oír, miedo de tocar.
Tienen miedo de amar,
miedo de amar como Ferhat, apasionadamente.
(Seguramente, también vosotros, hermanos negros, habéis de tener un Ferhat. ¿Cómo le llamas, Robeson?)
Le tienen miedo al grano y a la tierra,
al agua que corre,
al recuerdo.
La mano de un amigo que no pide
ni descuento, ni comisión, ni plazo;
como un pájaro tibio
nunca les estrechó la mano.
Le tienen miedo a la esperanza,
Robeson, miedo a la esperanza.
Tienen miedo, canario mío, con alas de águila,
tienen miedo de nuestros cantos, Robeson...
(Nazim Hikmet, Octubre 1949)

Volví a trabar relación con Paco a finales de los 70. Ya no vivía en la calle Serrano, sino en Primo de Rivera u otra paralela cercana a Las Ramblas, le expuse mi proyecto de revista Teresa en el balneario, y enseguida me ayudó en la maquetación y con algún texto de su creación. Poco tiempo después ya se había casado con Ákeka que era compañera mía de estudios, por cierto, haciendo primero o segundo de Psicología en la ULL en turno de tarde. Tenía relación con ella también porque cantaba con una voz maravillosa por cierto y solía hacerlo a dúo con Alberto Delgado con quien yo había compartido la experiencia del grupo folk Sangre Inocente y que a veces coincidíamos en el escenario, como en el Primer encuentro de música popular de Guía de Isora. Ahora Paco y Ákeka vivían en la calle Padre Anchieta junto al puente Galcerán, allí los visitaba junto con Olga alrededor del año 1979. Salíamos a veces los cuatro en un seiscientos que conducía Ákeka. Montamos entonces entre los tres un Manifiesto de Primavera y con poemas de Olga, míos y de Paco conseguimos imprimir unas octavillas poéticas y difundirlas por Santa Cruz y La Laguna acompañados de un 4L que yo tenía y con un altavoz que nos prestó el CCPC. Luego tocamos con Gato Gótico en un campamento donde él enseñaba a los niños diabéticos los mecanismos de inyectarse la insulina etc. Seguimos entonces con una buena relación, él había ganado el Premio de Poesía Félix Fco. Casanova con el relato Habitación 205 e hizo una performance en el ateneo de La Laguna, en la cual a una hora de la noche se abría una caja que pendía del techo con un mensaje, que ahora no recuerdo. Dibujaba y pintaba en grandes papeles gouache con tintas, figuras circulares superpuestas y me da que era muy seguidor del Op Art, Felo Monzón y la poesía visual. Fumaba unos habanos de gran calidad. Más o menos por el año 82/83 se mudó a la Finca España, Ákeka se había presentado a las primeras oposiciones de Filosofía que se convocaban en Canarias, y entre ella y Paco me empujaron a que hiciera lo mismo, que me presentara. Lo que hice en el año 83, obteniendo la plaza. Ganó una mención honorífica del Premio Ciudad de La Laguna al igual que Olga Luis y Lola Paz, Bernardo Chevilly entre otros. Los poemas fueron publicados en un volumen bajo el rótulo Poesía Canaria inaugurando los años 80.  Félix Casanova de Ayala en el prólogo fechado el 15 de noviembre de ese año comentaba “Se nos escapa uno. ¡Estos poetas! A veces viven la luna y se hace imposible localizarlos. Es el caso de Francisco Guerrero, otra Mención Honorífica –la última ya- por su poema “Once de Septiembre”, presentado al Concurso bajo el seudónimo de “Juan Díaz”. Todos nuestros intentos de comunicar con este concursante han quedado fallidos. Carecemos, pues, de sus opiniones y datos biográficos. Pero tenemos su poesía. Y ésta es la auténtica presencia y de un poeta. La que nunca pueda fallar. La que alberga sus verdaderas señas de identidad.
Francisco Guerrero nos ofrece en su “Once de Septiembre” un hermoso y cálido canto a la libertad atropellada, a los pueblos “que caminan al ritmo de la lluvia y el viento”…”donde los hombres y mujeres/ por cara tienen un ovoide atormentado, /se espera el regreso de las golondrinas de Bécquer/ o la Residencia en la Tierra de Pablo…”
 Curioso título el de su poema, quién sabe si premonitorio como suele ocurrir con algunos de nuestros poetas.


ONCE DE SEPTIEMBRE
(1973 – 1980)


Después de siete círculos al Sol,
qué se puede decir ya,
si acaso, tal vez poca cosa, si acaso
habría que dar gracias a la vida
como Violeta, (su canción)
pero todos sabemos que es un canto de muerte,
no interesa, (lo siento Violeta).

Aunque, cuando ya nada se espera personalmente
exaltante – como dijo Celaya;
hay que seguir perdido en un rayo de Sol,
apurando un éxtasis comatoso,
afectado por una sublimidad fuera de moda,
hay que seguir, y buscar las perdidas
Hojas de Hierba de Wiltman,
y hacer que Cavafis regrese de su viaje a Ithaca.

Ahora, en un ateneo a la griega,
donde se habla de sucesos y esperanzas risueñas,
donde los hombres y mujeres,
por cara tienen  un ovoide atormentado
se espera el regreso de las golondrinas de Bécquer,
a la Residencia en la Tierra de Pablo.

Siete círculos al Sol, después
de que el último ladrillo de la estrecha tumba,
el último ladrido que colocaron en tierra,
puso fin a todas las esperanzas,
incluso las más inocentes
se habían convertido en hombres cansados.

Eran hombres cansados de invierno,
del amor de los ojos oscuros,
estaban cansados de las danzas macabras,
de los pies descalzos, de las palabras sin sentido,
estaban cansados de las nubes y de la lluvia,
y del Sol, y de la primavera,
y del verano, y del otoño, y de los árboles.

Estaban cansados de sus ideales
y de los calendarios de piedra
que tardaban en ser inventados,
como cuando comienzan a caer
los residuos de acero en una palabra,
un personaje no puede existir sin un paisaje,
Salvador, tu paisaje es una serpiente de cobre,
aunque en la exigua sustancia de la alegría,
cuando crecen los dientes en la noche solitaria,
se oye música del agua.

Estaban cansados por la demora de la muerte,
por la piel de las flores vírgenes,
por la furia de la espera,
con los cuerpos crispados, pueblos
que caminan al ritmo de la lluvia y el viento,
versos del corazón intacto,
y con la muerte al llegar,
eran hombres que estaban cansados,
y aguardaban bajo yugo de barras y estrellas
a que Novalis corriese el velo de la noche oscura y serena.

                                                      
Comenzamos entonces el proyecto Menstrua Alba, que terminamos en La Palma, ya que mi primer destino fue el IES Alonso Pérez Díaz, Olga y yo nos tropezamos allí con Antonio Arroyo que estaba por entonces haciendo el cuartel (también lo empujamos a lo de las oposiciones y las aprobó...) Teníamos una pequeña tertulia en el bar el Faro y Paco seguía en Tenerife preparando las maquetas y dibujos para editar. Editamos los tres números que duró la revista y en el ínterin, invitamos a Paco desde el IES para hacer una exposición de poesía visual, dentro de una semana de arte que allí se llevó a cabo. Ya se había separado y llevó a nuestra casa a su hijo pequeño. Estuvo allí como una semana con nosotros en La Breña. Eran tiempos muy creativos, cuando hicimos el cuarteto Delfín Verde y también porque viajamos con Gato Gótico a las fiestas Lustrales del 85. Publicó en aquellas revistas y consiguió también colaboradores para ellas. Era el 86 volvíamos de un largo viaje por Europa, nos trasladábamos ya a Tenerife. Bajamos del coche un colchón que nos sirvió de cama durante todo el trayecto, si exceptuamos el tiempo que estuvimos en Frankfurt, en casa de unos amigos. El mobiliario era en Benavides, el citado colchón, una sábana que hacía de cortina y como asiento los paquetes de revistas de aquella Menstrua Alba número 2 que a su gusto vanguardista había diseñado Paco y cuyo epígrafe de portada rezaba: con un beso sabor a jazz. Muy pronto Paco nos visitó y comenzamos a venderla en el primer mercadillo que se instaló en la Avda. de Anaga en Santa Cruz. La contraportada y la carátula estaban impresas en un lujoso papel martelet, y las páginas interiores contenían hojas completamente en negro, a veces ilustradas sólo con un punto blanco, otras dos, o varios más, según se iba avanzando . Aquello para algunos constituía una obra de arte, mientras que para otros era un dispendio. Su título: Punto blanco, punto negro rezaba así:
“Un Punto no existe solo en el espacio. Un punto es la expresión mínima de la realidad y la realidad es saber reconocer lo que es una silla en todo momento. Punto Blanco. Punto Negro. Es para la poesía. Sin palabras. Sin reflexión. Una estrella y lo que pensamos cuando la miramos. Brillando como un diamante en la oscuridad. Un Punto de luz, tenue. Un Punto una estrella. Una “hoguera en el cielo” como decía un clásico griego. Punto Blanco. Punto Negro. Posee altura, anchura y grosor. Y la referencia mágica del tiempo. En alguna orilla del universo un Punto sueña. Punto Blanco. Punto Negro. Es, la mínima expresión poética que se puede crear. Punto Blanco es Punto Blanco. Punto Negro es Punto Negro. Así es como se debe explicar a un ciego este poemario. Explicar el color Azul, sería muy penoso: Azul es Amarillo y éste como Rojo. Punto Blanco. Punto Negro. Para Sylvia Plath. Una de las últimas, buscadas y deseadas lecturas. Un amor literario. Punto Blanco expande luz y sonido. Punto Negro absorbe luz y silencio. Estas son sus propiedades físicas. El sonido al palmear dos manos. El silencio de un día de campo. El sonido de fondo de la ciudad. El silencio del fingidor. El sonido de la risa. El silencio por el silencio. El sonido de la lluvia al golpear el cristal. Bandada de Silencios. Sinfonía imaginaria. El cadáver de una palabra. Silencio”


Más tarde Menstrua Alba se puso cuesta arriba y no encontramos forma de costearla, teniendo que recurrir a alumnos de diseño de la escuela de Artes y Oficios en Santa Cruz de Tenerife para terminarla y con la última subvención que nos proporcionó el Cabildo de La Palma.  Luego supe que estaba durante un tiempo bastante deprimido, desconozco el motivo, quizá tenía poca relación con su hijo o vete tú a saber si era debido al trabajo con tantas personas sufridoras que quizá hasta lo acosaban con sus quejas dolientes. Lo visitábamos de cuando en cuando en la casa donde se mantuvo en la Finca España. Allí ya no eran sus vecinos Lilí y Juambi quienes eran también colegas de la facultad, del kiosco Asunción, de la política etc. Ella fue directora general de universidades y él profesor de Filosofía de varios institutos en la isla. Luego volvimos a verlo cuando Olga estuvo hospitalizada y nos prestó una gran ayuda.  De lo que sí tengo constancia es que a pesar de sus problemas continuaba muy entregado a ayudar a los pacientes de la planta de psiquiatría, manteniendo con ellos a través del teléfono incluso conversaciones y todo tipo de mensajes terapéuticos. Era un crack con esas cosas de su profesión. También decían que en un momento dado rompió lazos con una parte de su familia, cosa que resulta dudosa pues era una familia muy unida. Su tío lo admiraba muchísimo. No sé si ya comenté, que en su momento le vendí por un precio simbólico dos o tres cuadros de Kolia, uno de ellos de título el tercer ojo, eran acrílicos que yo había tenido ya en casa una decena de años y que él apreciaba en cantidad, por ser Kolia vecino también de la propia calle Serrano del barrio santacrucero de Duggi.
Uno de nuestros ulteriores contactos ocurrió durante la instalación “Nómada en Makaronesia” en el Espacio Guimerá de Santa Cruz de Tenerife. Fue una experiencia magnífica en la que Paco Guerrero ocupó la plaza de “comisario”, qué palabra, de la exposición. Su idea fue recubrir haciendo de zócalo todo el espacio de la sala con periódicos alusivos a la trayectoria de Gato Gótico en el formato máximo que dieran las rotativas, sobre el que se colocarían las obras pictóricas de los artistas que habían acompañado al grupo durante una veintena de años. Néstor Santana, Toño Cámara, Nicolás R. Kolia…y en el centro esculturas de otros tantos como Rosa Hernández, Blanca Ascanio etc. Fue una experiencia inolvidable aquella “Instalación del tiempo”, como él la tituló. Allí durante 15 días se presentaron libros como el de Olga Rivero Jordán, y aparte de música en vivo, también hubo una charla sobre Jazz y Literatura a cargo de nuestro también inolvidable Amadou Ndoye. Desde luego, ha sido otra gran pérdida. Una persona tan valiosa, un delicioso excéntrico, en suma y como decía Nietzsche, Francisco Guerrero Romero se convirtió en lo que uno debe ser en esta vida: un artista.

@ Roberto Cabrera



 

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