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viernes, 29 de noviembre de 2013

SÍNDROME DE DIÓGENES

SÍNDROME DE DIÓGENES

Luis Rivero Afonso
La locura" puede ser un estado de "insolvencia" de la razón, pero también una fase de lucidez suprema. No en vano, se dice que los niños, los borrachos y los locos son los únicos que siempre dicen la verdad. Es a través de esta locura, como la verdad queda, a veces, al descubierto. Una de las "locuras" más célebres de la historia es, seguramente, la excentricidad de un tal Diógenes, un filósofo griego que vivió en la Antigüedad. Es conocido sobre todo porque, habiéndose despojado de todo bien material y hasta de sus ropas, vivía en un tonel. Como mismo Dios lo trajo al mundo se paseaba dentro de un barril desfondado que le acompañaba a todas partes, como un caracol en su concha.

Fue tal su fama que hasta el mismísimo Alejandro Magno le ofreció complacerle en cualquier cosa que deseara. Y no tenía más que pedirla. Se cuenta que Diógenes, con altanería, le contestó algo así como: ¡Apártate que me estás quitando el sol! El general no le tuvo en cuenta la insolencia, y complació al insigne filósofo. A los ojos de la sociedad, Diógenes estaba loco de remate. Y al demente se le exime siempre.

La austera vida de Diógenes fue tomada en consideración por la Psicología moderna para bautizar un comportamiento patológico: el síndrome de Diógenes.

El síndrome de Diógenes se manifiesta sobre todo en personas de edad avanzada y de un estatus económico acomodado o sin dificultades. Paradójicamente, estos individuos, "convencidos" de carecer de medios de vida suficientes o por temor a padecer necesidades, malviven en penosas condiciones hasta llegar a abrazar la pobreza extrema.

Una expresión típica de la patología la ilustra una de esas noticias, que hemos escuchado en alguna ocasión, sobre una pobre anciana que vivía sola y la encuentran muerta en su casa, desnutrida y rodeada de suciedad y abandono. La sorpresa surge cuando la policía judicial descubre un montón de millones en billetes pequeños, escondidos en el colchón del catre.

Tengo la impresión de que nuestra sociedad observa síntomas claros de un síndrome de Diógenes prematuro. Lo que explicaría la situación socioeconómica en relación con las políticas de austeridad. Por una parte, nos hacen creer que la sociedad, la nuestra, es una sociedad pobre, sin recursos. Nos dicen que "no se puede gastar lo que no se tiene", nos atormentan con que podemos pasar estrecheces, nos repiten que hay que sacrificarse y "ahorrar" porque "la cosa está muy mal...". Lo malo es que tal creencia, termina por materializarse. Como mismo los síntomas manifiestan la enfermedad. Y así, la sociedad subsiste en medio de esa "frugalidad" que -a la larga- es la que la condena a vivir entre cartones y limosnas. Aunque la verdad sea bien distinta... Y la verdad puede estar escondida debajo del colchón... Como si "la mala conciencia" hubiera ocultado la fortuna, y por eso -inconscientemente- actuamos como parias.

Dice un amigo mío, cuando alguien se lamenta de que "no hay dinero", que no es verdad, "el dinero no se esfuma, sólo cambia de bolsillo". Tiene más razón que un santo. Si no, observen ustedes cuando el Banco Central Europeo pone en marcha la máquina de estampar para inyectar dinero en el sistema (esa que vemos por televisión, de la que salen flejes de billetes de 50 como si fueran periódicos). ¿Qué hace el BCE con ese dinero que, prácticamente, no le cuesta nada? ¿Lo da a los Estados para que estos, a su vez, inviertan en el sector público, y, a través de sus institutos de crédito oficial y sus Bancos Centrales, lo presten a los agentes económicos?, ¿lo canaliza en ayudas sociales y estímulos fiscales a familias y empresas? No, nada de eso. El BCE lo suministra a los bancos internacionales, a un tipo de interés ínfimo, y éstos, muchas veces haciéndose de rogar, "lo prestan" a los Estados (mediante las subastas de deuda pública). Una auténtica locura.

El BCE (con la comparsa de la Comisión Europea) es como la voz de la "mala conciencia" que hace creer a la "abuelita" que es pobre (cuando en realidad no lo es), y que por eso debe llevar una vida austera y ser rigurosa en los gastos. Que no debe caer en excesos porque al final se paga muy caro. Y la "abuelita" que es como una metáfora de la sociedad (y de su clase política), se lo cree.
La sociedad, sugestionada por sus gobernantes, termina por convencerse de su carestía y de que puede pasar estrecheces en el futuro, y así, se somete a un régimen de severa austeridad. Temerosa por la incertidumbre, no gasta ni consume ni invierte y se ajusta el cinturón...

Esta visión de las cosas es, paradójicamente, la que crea la pobreza... Como la desdichada anciana que malvive entre la inmundicia y a solas con "su locura", creyendo que es pobre cuando, en realidad, es rica.

Mientras tanto, el escondite "del colchón", esa alegoría de los bancos y del mundo de las finanzas, sigue "engordando" cada día más.

En fin, una locura.

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