Páginas

miércoles, 30 de enero de 2013

LÍNEA LÍQUIDA por Eguiar Lizundia


 LÍNEA LÍQUIDA
por Eguiar Lizundia
Los libros de memorias son generalmente empresas reservadas a aquellos convencidos de que de sus biografías pueden extraerse importantes lecciones que merecen la consideración de sus congéneres.  Sus autores son gente que se toma muy en serio, y que escribe desde la solemnidad que implica asomarse a sus propias vidas desde la atalaya que ofrece el género autobiográfico. Es por ello que las memorias tienden a abarcar la totalidad de las notabilísimas vidas de sus protagonistas, convirtiéndose a veces en una suerte de hagiografías paganas.

Línea líquida  no comparte ninguna de estas características. Su autor, José María Lizundia, lo deja claro de antemano en el subtítulo: Memorias de unos años algo frívolos. Estamos pues ante un libro de memorias, sí, pero acotadas en el tiempo, y, lo que es más importante, sin pretensiones de constituirse en un relato lineal y suntuoso de la vida del homenajeado, sino en un retrato discontinuo, irreverente y humorístico de unos años de la cincuentena del autor y de aquellos que le acompañan.

En su segunda incursión en el género biográfico tras Diario de un abogado mundano, Lizundia se centra en un momento de su existencia en el que cómo y con quién se relaciona uno define más al autor que lo que este pueda declamar sobre sí mismo. Así, en Línea líquida los verdaderos héroes son la miríada de personajes que transitan sus páginas hasta casi transformar el libro en una novela coral. Cronista de sus andanzas, Lizundia convierte las miserias y las pequeñas hazañas de sus protagonistas en un suceso literario de primer nivel. Los desvaríos de este elenco y sus diálogos con el autor, por su delirio y genialidad,  evocan las conversaciones de Hemingway con el círculo de artistas y escritores de la generación perdida norteamericana en París era una fiesta.  
De hecho, en el devenir de acontecimientos cotidianos que constituye el grueso de la narración, aquí también la referencia a determinados lugares es clave, hasta el punto de que estos trascienden su condición de meros escenarios para constituirse en coprotagonistas de la acción. Espacios como el “Castillo”, el parnaso de San Andrés y, sobre todo, el bar Parra, son a Línea líquida lo mismo que el Café des Fleurs y el estudio de Gertrude Stein a la obra de Hemingway. Con la diferencia de que en el caso de Lizundia es él quien crea estos lugares, que carecerían de entidad más allá de la meramente física y observable si no fuera por el quijotismo del autor.

Y es que el libro de Lizundia constituye un homenaje involuntario a la ciudad en el que transcurre. Al que conozca de primera mano las limitaciones de la vida cultural de Santa Cruz y lo grisáceo de sus gentes no podrá si no sorprenderle esta obra.  Referencias urbanas desprovistas de singularidad o belleza a los ojos de cualquier vecino, son elevadas en la obra de Lizundia a hitos arquitectónicos sólo posibles en grandes urbes europeas o norteamericanas. Por no hablar de la moribunda movida nocturna de la capital, presentada aquí como refugio de personajes singulares y garantía de experiencias memorables. Que en una ciudad media de provincias se hagan realidad tanta extraterritorialidad y cosmopolitismo es uno de los muchos méritos de Línea líquida.

Pero si algo define al último libro de Lizundia es la transgresión. Tanto a nivel formal, como ya hemos descrito, como en lo que se refiere a su mordaz humor y atinada ironía. En esto mucho tienen que ver los coprotagonistas,  a los que si hay algo que los defina, es la aversión a la norma. Una cualidad que el autor ha hecho consigna y que está presente de principio a fin del relato en forma de implacables y cómicas reflexiones sobre progres, burgueses y demás guardianes de la convención. Una caricaturización que nos recuerda cómo hay más pose e insustancialidad, o sea, frivolidad, en los apegados a la regla, a la línea, que en quienes la traspasan y vulneran, es decir, aquellos que la hacen “líquida”.

Eguiar Lizundia
Washington, 28 de enero de 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario