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martes, 11 de diciembre de 2012

MATAR AL MENSAJERO, por Cristina covo


MATAR AL MENSAJERO
Cristina Covo Gomez 
La situación de nuestro país está siendo alarmante y realmente escandalosa a raíz de la crisis que padecemos.
  
  La confianza en el sector de la construcción, la conocida burbuja inmobiliaria ha dejado al descubierto un sistema insostenible desde la raíz, ineficaz para garantizar el crecimiento de nuestra economía.




De otra parte los bancos se han convertido de la noche a la mañana en protagonistas en un juego de pescadores en río revuelto, agenciando no sólo el dinero de pequeños accionistas y trabajadores, que con tanto esfuerzo aportan sus mensualidades en los planes de ahorro e inversión, sino también los inmuebles de particulares y empresas que no pueden hacer frente al pago de los mismos.


  ¿Hasta cuándo la ley irá por detrás de la razón y del sentido común?  Es claro que ahora las grandes figuras del mundo de los negocios y las finanzas se vean salpicadas en escándalos y corruptelas de toda índole. Y es que el delito sólo puede venir de aquellos que mueven esas ingentes cantidades de dinero, esas fortunas que buscan amparo y evasión en paraísos fiscales.  El juego de la carambola y de la picaresca es evidente en situaciones como esta que atravesamos. 

  Los gestores planifican y toman decisiones pero la cuestión es esta: ¿quién los vigila a ellos?  No es verdad que la crisis afecte a todos por igual, o al menos, eso parece.
 
   Hemos quemado un capital que estaba en el aire; el tiempo feliz de los préstamos, el apoyo a las personas emprendedoras o que tenían en mente un  negocio ha pasado.  Muchos son los reacios que echan la palanca antes de poner en marcha un proyecto por el miedo a quedarse a mitad de camino o ser intervenidos. No hablamos ya de empresas de nueva creación sino de las que están funcionando en la actualidad.
   No se puede garantizar, como en el pasado, el puesto de trabajo a una persona ni aún teniendo contrato fijo.  La maquina de la recesión tira de todos los eslabones de la cadena, aunque normalmente, el eslabón más frágil es el primero que desaparece.
  
  Esperemos que la cordura y los consejos que nos llegan de los expertos y analistas no caigan en saco roto, que esta nación se reinvente a sí misma, que, aún siendo necesario tomar la dolorosa decisión de escoger entre la generación presente o la futra, se haga según el criterio más acertado para poder salir algún día de este círculo indeseable. Mientras tanto pidamos al cielo clemencia para no pensar en los muchos descarrilamientos que en estos tiempos se vienen produciendo y en esa juventud olvidada que sufre injustamente por una desgraciada herencia.

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