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domingo, 22 de abril de 2012

A vuelta de correo, por Ruben Benitez


La educación desmantelada
por Rubén Benítez Florido
"Hay que repetirlo: nuestra escuela no funciona. Pide un zarandeo, sin duda una reforma intelectual profunda, para reorientarla y ponerla en condiciones de honrar sus promesas de educación y movilidad social".
Gilles Lipovetsky y Jean Serroy, La cultura-mundo.


Hay que ser muy ingenuo, o muy demagogo, o muy cínico, para afirmar que los numerosos y decisivos recortes planeados en educación para un futuro a corto plazo -ratios más grandes en las ya de por sí masificadas aulas, eliminación de la optatividad en el bachillerato, aumento del número de horas lectivas del profesorado, cobertura de las bajas solo a partir del décimo día- no van a afectar, ni siquiera un poco, a la calidad educativa y quedarse tan ancho.
Desde hace ya varios años, y por mucho que deseen maquillar la evidencia los responsables políticos de turno, cada vez que llega el tan temido Informe PISA o el Informe de la OCDE sobre la educación, nos muestra con profusión de datos y estadísticas que España tiene uno de los peores sistemas educativos de Europa. No digamos nada de su paupérrima situación en Canarias.
Después de leer esto, muchos se apresurarán a desacreditar mi punto de vista con alguna artimaña y objetarán que todo el mundo sabe que las estadísticas no son en absoluto fiables y que los datos a menudo mienten. En eso estoy absolutamente de acuerdo. Pero a todos los que crean que no sé de lo que hablo les invito a que se den una vuelta por los alrededores de cualquier instituto al comienzo o al final de la jornada, e incluso si tienen ganas, que se atrevan a entrar en algunas de las aulas en las que se imparte clase. Y luego me cuentan.

Para aquellos que no tengan ganas de liarse la manta a la cabeza -comprensible-, les recomiendo una película muy ilustrativa sobre el panorama actual de la educación. Se llama La clase (2008), francesa, del director Laurent Cantet, y es de un realismo descorazonador y deprimente, como las películas del británico Kent Loach. Aunque esté ambientada en un barrio marginal de Francia, no cuesta mucho trabajo extrapolar los ambientes, personajes y situaciones que salen en ella al resto de la comunidad educativa.
Aquellos que todavía piensen que en las aulas existe, no ya un ambiente ilustrado que posibilite la instrucción del alumnado en el sentido más amplio del término -lo que debería ser-, sino un clima favorable de convivencia basado en la tolerancia y el respeto, no se imaginan cuánto ha cambiado el panorama educativo en apenas treinta años.
Probablemente, la educación sea uno de esos ámbitos en los que más se evidencia el hecho de que progreso tecnológico no siempre equivale a progreso moral. Es cierto, desde hace algún tiempo los centros educativos se encuentran en la vanguardia tecnológica: cuentan con cañones de proyección en las aulas, pizarras digitales, ordenadores portátiles y aulas específicas con conexión a internet. Pero no es menos cierto que el mantenimiento del orden y el fomento de la excelencia entre el alumnado nunca han sido tan difíciles.
Por eso es inevitable un sentimiento de desazón cuando uno comprueba cómo se desmantela con todo tipo de subterfugios y coartadas uno de los pilares básicos de nuestra sociedad. Como si ya la situación no fuera lo suficientemente grave, los políticos vuelven a meter las tijeras en aspectos que hasta hace muy poco se consideraban conquistas sociales que costaron mucho trabajo, tiempo y esfuerzo conseguirlas para el beneficio de la educación y del conjunto de la sociedad.
Ahora todo esto se encuentra amenazado. Puede que no haya otro remedio que aplicar estas drásticas medidas debido a la deriva de los tiempos que corren. Quizás no quede otra alternativa que desmantelar buena parte de lo que se ha conseguido a lo largo de tantos años y sacrificios. Pero que no vengan a decirnos que este paquete de reformas que pronto va a aprobarse va a tener una "incidencia mínima" en la calidad educativa. Porque quien dice esto tan alegremente no ha pisado ni pisará un aula en su vida.



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