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sábado, 18 de febrero de 2012

Lo absurdo o lo corrupto, por CANDIDO QUINTANA


Lo absurdo o lo corrupto

   Circula por ahí, yo lo he recibido unas cuantas veces, una reseña de Canarias Investiga, publicada por el periódico digital Canarias Ahora bajo el título “Las cinco obras más absurdas (e inútiles) del Archipiélago”, que deberíamos leer, porque tiene una relación muy directa con nuestras penurias económicas, por aquello de los despilfarros de los recursos públicos. Como no podía ser de otra manera, Tenerife, y muy especialmente el Santa Cruz de Zerolo, se lleva la palma, en ese caminar por oscuridades y hacia el precipicio, al que algunos impresentables han sometido a esta Isla, por encima de los deseos honestos y congruentes de la mayoría de su población. Son cinco las obras a las que se alude en esta reseña, y de ellas tres se sitúan en Tenerife, copando Santa Cruz prácticamente su totalidad, en esa locura exitosa de los últimos años de querer colgarnos, como sea, todas las medallas por lo malo y rechazable, proyectando una penosa y peligrosa imagen al exterior.

   La primera obra a la que se hace referencia es la Fuente de los arquitectos Herzog y De Meuron, el lago de la Plaza de España como se le conoce más popularmente, calificativos varios aparte que se justifican por la realidad de lo conseguido con esta inútil obra, muy dañina para los edificios emblemáticos aledaños por la maresía que provoca su chorro. El charco de mierda es uno de ellos, por la cantidad de basura diaria que recopila que tiene que ser objeto de muy frecuentes limpiezas, engordando un capítulo de gastos absurdos que el Ayuntamiento no se puede ni debe permitir por la escasez de recursos de los que dispone, máxime cuando esta fuente no aporta nada bueno, sino todo lo contrario. En definitiva, es un triste apéndice de una obra de bastante mayor envergadura que nos ha restado demasiado, me refiero a la Plaza de España, aquella antaño señorial y distinguida plaza hoy convertida en algo de andar por casa, eso sí, respaldada por arquitectos de renombre y muy bien pagados, Herzog y De Meuron en este caso o Dominique Perrault en el que sigue.

   La segunda que aparece es el mamotreto, casualmente otro apéndice, esta vez de la Playa de Las Teresitas, de su tan deleznable trama. Esta obra le está haciendo a Santa Cruz un daño de dimensiones crecientes, casi irreparables, cada día que pasa sin ser derribado como corresponde, no se si por miedos o falta de valentía del equipo de gobierno, porque no quiero pensar que sea por pasotismo. Y no lo quiero pensar, porque el que esta abominable, impactante y especulativa edificación aún siga ahí, en pie, conlleva que no se pueda utilizar nuestra playa para que nuestros visitantes la frecuenten y realicen consumos que les vendrían muy bien a San Andrés y a Tenerife. El mamotreto es una obra ilegal por los cuatro costados, y aunque algunos listos pretendan justificar su permanencia por lo gastado, dicen que si cuatro, seis u ocho millones de euros, hay culpables y mucho más cuesta el mantenerlo ahí, por el rechazo que provoca y por el enorme valor del espacio de playa que ocupa, muchos metros cuadrados al máximo precio por ser nuestra única playa, insuficiente a todas luces.

   Y la tercera de nuestras obras, como no podía ser de otra manera, aunque existen bastantes más, es el puerto de Granadilla, esa infraestructura innecesaria altamente devastadora que no servirá para nada, tan rechazada por la mayoría de los tinerfeños, que así lo han gritado una y otra vez. Aquí la palabra apéndice tampoco es ajena, aunque esta vez desde las bocas de los que han propiciado este disparate, quienes para confundir, como han venido haciendo durante todo su largo caminar, han llegado hasta el extremo de hablar de que es una dársena del Puerto de Santa Cruz, o sea un apéndice de este, cuando realmente nada tiene que ver. Lo maquiavélico también es común en todas estas obras, pero mucho más si cabe en esta, con incongruencias y engaños de todo tipo, lo más reciente es la creación de economía productiva y puestos de trabajo, algo en lo que tampoco se comería ni una rosca. Claro, no es lo mismo lo inútil por lo absurdo que lo inútil por lo corrupto, este es el meollo de la cuestión.

   Cándido Quintana
   Presidente de la Plataforma de Defensa del Puerto de Santa Cruz

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