CON LOS JUECES HEMOS TOPADO!
ESTHER PALOMERA
Ahora resulta que Sánchez, además de
sátrapa, provocar violencia, pactar con terroristas y arrastrarse ante quienes
quieren romper España, es el único responsable del deterioro institucional en
el que opera la política, pero cuando los togados llaman psicópata al
presidente, se manifiestan contra la amnistía o acompasan sus tiempos al
interés partidista, protegen el Estado de Derecho. ¿Quién juzga a los jueces?
El Gobierno evita, tanto en público como en privado, acusar de prevaricación a ningún magistrado, pero constata que cada vez es más habitual que se produzcan movimientos judiciales en coincidencia con el calendario político. Y cuando alguno de sus miembros sostiene que la Justicia de este país necesita una profunda reflexión, como dijo en este diario la vicepresidenta primera hace unos días, o denuncia que hay una “cacería humana” desde los medios y “en sede judicial”, como dijo Santos Cerdán en el Congreso Federal del PSOE, se monta una barahúnda. ¡Con los jueces hemos topado! ¡Faltaría más! ¡Qué escándalo! ¡Qué osadía! ¡Qué intromisión! ¡No hay precedentes de ataque semejante!
Cuando la memoria flojea, siempre la
hemeroteca. Aquí una declaración de 2009: “Nunca en España, ni con Adolfo
Suárez de presidente, ni con Leopoldo Calvo Sotelo, ni Con Felipe González, ni
con José María Aznar se había hecho un uso tan partidista de la Fiscalía como
ahora”, declaró M. Rajoy durante una solemne comparecencia en la que acusó a
jueces, fiscalía y policías de perseguir a dirigentes de su partido, tras las
primeras detenciones en el marco de la investigación de la trama Gürtel.
Y añadía: “El PP está en una situación de indefensión absoluta y
además se le está haciendo un daño enorme e irreparable a muchas personas que
aparecen citadas en esas informaciones. Esto, la filtración del secreto del
sumario, el daño a las personas, es un atentado frontal al Estado de Derecho”.
Ahora resulta que Sánchez y sus ministros, además de sátrapas,
provocar violencia, acallar a los medios críticos, pactar con terroristas y
arrastrarse ante quienes quieren romper España, son los únicos responsables del
deterioro del caldo institucional en el que hoy opera la política. Pero, cuando
un magistrado como Manuel Ruiz de Lara llama al presidente del Gobierno “narcisista patológico con rasgos claros de psicópata sin límites éticos
y dispuesto a todo, incluso a destruir el Estado de Derecho, para permanecer en
Moncloa” no pasa nada. Bueno, sí pasa, que el
CGPJ decide que forme parte del tribunal encargado de calificar a los futuros
jueces aspirantes del Derecho Mercantil. Y es que aunque La Ley Orgánica del
Poder Judicial prohíbe a los magistrados dirigir “felicitaciones o censuras” a
las autoridades, el órgano de gobierno de los jueces, que tiene entre sus
funciones la disciplinaria, decidió archivar el expediente abierto contra Ruiz
de Lara al considerar que no había quedado acreditado que en el momento de
hacer tan locuaces críticas contra Sánchez invocara su condición de juez.
Cuando los togados se manifestaron ante diversos tribunales de toda España contra la ley de
amnistía, antes de que fuera ley, el Consejo
General del Poder Judicial decidió dar carta de naturaleza a la protesta. Claro
que sus miembros antes de aquella concentración ya habían acusado al Gobierno
de buscar “la abolición del Estado de Derecho”.
Cuando un juez como Peinado abre una causa contra la esposa del
presidente del Gobierno con recortes de prensa, en contra de la doctrina del
Supremo, hablamos de un togado ejemplar. Cuando, habiendo decretado el secreto
de sumario, filtró parte del mismo a una de las acusaciones (Vox), estaba
protegiendo el Estado de Derecho. Y cuando vulneró el derecho del presidente
del Gobierno a responder como testigo por escrito ante un tribunal en cualquier
asunto que tenga relación con el cargo que ocupa y se empeñó en que lo hiciera
en persona, en La Moncloa y con grabación de por medio, actuaba pensando en el
Derecho y no en la política.
En efecto, en España hay más de 5.000 togados y sólo un puñado
de ellos trabajan en casos que afectan a miembros del poder legislativo o el
ejecutivo. Todos están aforados y, por tanto, son los Tribunales Superiores de
Justicia o el Supremo quienes los juzgan por posibles delitos cometidos en el
ejercicio de su cargo. Luego está también la Comisión Disciplinaria del Consejo
General del Poder Judicial, que sólo actúa cuando recibe una queja, pero no
fiscaliza la labor de los jueces ni actúa de oficio. ¿Quién juzga a los jueces?
Todo dicho. Haya connivencia o no de la oposición con algunos
miembros del poder judicial, de lo que no hay duda es de que los tiempos, las
actuaciones y hasta algunos escritos están acompasados a lo que demandan
determinados intereses políticos porque los partidos han extendido a los
tribunales el terreno de la contienda partidista. Y tan importante en este
contexto es que los jueces admitan sólo aquellas querellas en las que haya
claros indicios de delito como que no se dejen instrumentalizar por los actores
de la política. En todo caso, cualquier poder sin límites termina en abuso, y
el de los jueces hoy es uno de ellos, entre otros motivos porque los órganos
judiciales que deben hacerles de contrapeso y tener mayor imparcialidad son los
más expuestos a las intromisiones partidistas.
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