LO DE ILLA. LO DEL SPUTNIK. LO DE MUSK
El PSOE, un partido fundamental para que la extrema derecha no lo cope todo
en 3, 2, 1, aún no ha leído lo que está creciendo en torno a la crisis de la
vivienda. Algo distinto a lo de 2011, pero que, como en 2011, puede barrerle
Concentración ciudadana para defender la Casa Orsola, en Barcelona,
el 31 de enero de 2025. / Sindicat
de Llogateres
1-
El mundo está tan apretujado e interrelacionado
que, es un decir, todos compartimos ya la ropa interior. Como muestra, un
botón. Este botón/articulete, que intentará demostrar que un hilo une lo local
–la movida de esta semana en la Casa Orsola, BCN, UE– con lo global –el cambio
estructural, nebuloso, difícil de escribir, que se está produciendo en EEUU–.
2-
Lo de la Casa Orsola, a saber: se trata
de a) un edificio adquirido en su día por b) un fondo buitre, cuyos grandes
ideólogos querían c) desprenderse de los inquilinos, zas, para d) especular
como posesos con nuevos y sorprendentes contratos. Todo esto suena poco
edificante, si bien, es preciso señalarlo, no es solo posible, sino que es lo
posible, lo normal, el modelo español especulativo de la vivienda, codificado
por leyes a través de los años y escrito en neón, para que los especuladores lo
vean bien y de lejos. Ese modelo no es el mercado, amigo, sino es f) una
intervención constante sustentada en una decisión política, mantenida en el
tiempo con firmeza, hasta este momento en el que escribo la “o” del palabro
momento.
3- En esta ocasión, al contrario que en el resto de ocasiones anteriores –y, me temo, posteriores–, ha sucedido algo extraordinario en la Casa Orsola. Su percepción. De pronto, la sociedad ha percibido esa dinámica especulativa cotidiana. Para ello ha sido fundamental un objeto político ubicado fuera de la política: el Sindicat de Llogateres/Inquilinos.
4-
La situación, tal y como la ha
visualizado el Sindicat de Llogateres, ha convocado tanta indignación social
que el Ajuntament se ha visto obligado a hacer algo. Lo ha hecho. Dentro de su
cultura. Comprar el edificio al fondo que quería especular con él. Lo que suena
muy bien, hasta que adquiere su verdadero sonido.
El
Ajuntament ha comprado por 9M€ un edificio que costó a los malos 6M€
5-
El Ajuntament ha comprado por 9M€ un
edificio que costó a los malos 6M€. Esto es, ha garantizado a un fondo
especulador el ciclo rapidito de la especulación, antes que el derecho a la
vivienda a la ciudadanía, pues esta maniobra no podrá extenderse, por
presupuesto, a las otras Casa Orsola que hay en BCN, que confirman el
modelo vigente para la vivienda. Es el modelo que el Ajuntament defiende. Es
más, el Ajuntament está en contra de medidas contrarias a ese modelo,
implantadas por el anterior consistorio –si bien rechazadas por constructoras y
fondos; y por el PSC–, que establecían destinar a vivienda social el 30% de los
pisos que se construyan o habiliten en la ciudad. Si finalmente se abandonara
esa práctica del 30%, la decisión provocaría, según el Sindicat de Llogateres,
que 62.756 hogares pasarán a estar en riesgo de desahucio. Lo que supondría,
así, a lo bruto, unas 3.909 Casa Orsola. Una crisis de la vivienda
dentro de la crisis de la vivienda.
6-
Cat, después de una larga década de
austeridad y bailes regionales, necesitaría un chute, como para una boda, de
socialdemocracia. Lo que parece factible. Sobre el papel. La socialdemocracia,
si nos ponemos matemáticos, no solo gobierna esa Diputación rara denominada
Autonomía, sino que supone la mayoría absoluta en el Parlament. La
socialdemocracia es, por otra parte, el hilo, la lógica del Sindicat de
Llogateres, una asociación que no va más lejos, en el tema de la vivienda, que
el marco Europeo, progresivamente distante del español. Pero la
socialdemocracia no acaba de producirse, ni en este tema ni en otro.
Sencillamente porque está fuera del modelo. Y un modelo, su vigencia, el marco
legal que crea, supone el desprestigio, la inexistencia de otro modelo
alternativo que le chulee. Es aquello de “There is no alternative”, aquella
frase de Margaret Thatcher, cuyo eco aún resuena –alternative-ive-ive-ive–.
El actual PSC, por otra parte, es el PSC más neoliberal jamás visto en la plaza
–y esta plaza ha visto unos JJ.OO. y un Forum; socorro–. Lo que presagia una
accidentada legislatura para el alcalde Collboni. En BCN, cuando se ha querido
ir demasiado intenso y rápido con el modelo neoliberal –Clos, Hereu, Trías–, la
cosa ha finalizado como en un episodio del añorado Bob Esponja: con antorchas y
tridentes. El PSC, que hoy ha comprado paz por valor de 9M€, tiene un problemón
en BCN, mucho más caro. Impagable, si bien legislable, si hubiera, claro, una
cultura socialdemocraetc.
7-
Y el PSC, claro, no es una seta. Son los
PS peninsulares. Son los PS europeos, incluso el de UK, ese PS/Labour Party
definitivamente sin ideas más allá del neoliberalismo, eso que no requiere
ideas. Es el PSOE, un partido fundamental para que la extrema derecha no lo
cope todo en 3, 2, 1 y que aún no ha leído lo que está creciendo en torno a la
crisis de la vivienda. Algo –muy gordo, parece; se está gestando en segundo
plano, como las actualizaciones de los ordenadores– distinto a lo de 2011, pero
que, como en 2011, puede barrerle. Es un PSOE –y este es el fracaso notorio,
histórico, con nombres y apellidos, de las izquierdas al oeste del río Pecos–
que debería haber desaparecido, como todo apuntaba, en modo PASOK. Y que, sin
embargo, míralo, qué hermoso y qué mofletes. Son, en fin, el Democratic Party,
esa agrupación de –John Ford los hubiera llamado así– chupatintas de West
Point, tecnócratas que, tras más de 40 años de neoliberalismo, han perdido a la
sociedad, abandonada a su suerte en la cotidianidad neoliberal, pero también
han perdido la batalla política –por KO, ojo, no a los puntos–, como casi todos
los PS, ante un contrincante que, sencillamente, miente más y mejor.
8-
Pero, volviendo al PSC, el asunto es
preocupante si pensamos que el PSC –el mismo, si bien desde la ventanilla
Illa/Generalitat– es el encargado de un plan que materializa el acceso a la sociedad
cat de los fondos Next Generation, esa cosa que, a pesar del pastón que
suponen, no huele, no se nota, no traspasa. Lo de Illa es un ensayo de lo que
serían otras inversiones en todo el Estado –hola; y aquí pasamos de lo local a
lo estatal–, que configurarían la emisión de socialdemocracia, si nos atenemos
a la pasta vertida, más importante desde la universalización de la Seguridad
Social, en los ochenta, cuando Ernest Lluch. Y todo desde, glups, la misma
cultura de colaboración público-privada que, resumiendo, garantiza el pelotazo
a los propietarios de la Casa Orsola. ¿Qué puede salir mal?
Lo
de Illa es un ensayo de lo que serían otras inversiones en todo el Estado
9-
El plan de Illa –aka Plan Catalunya
Lidera, un modelo econòmic i de prosperitat compartida; sí, es un título muy
largo como para que signifique algo concreto– supone el chute de 18.500M€. Fue
presentado en un acto público, al que asistió el Gotha del empresariado
local –profesionales, como cualquier otro empresariado europeo, de la cosa
público-privada, esa economía de mercado sin mercado, sin riesgo, solo con
beneficios–. ¿Se pueden gastar 18.500M€ sin presupuestos aprobados en el
Parlament? Respuesta: el PSC afirma que sí –supongo que la última palabra, como
todo por aquí abajo, la tendrá el Judicial–. En total, serían 2.280M€ al año.
Unos 13.700M€ facilitados por la Gene y 4.800M€ facilitados por el Instituto
Català de Finances, una de esas instituciones en las que se produce la unión de
lo público y de lo privado –el dar público y el recibir privado–, habituales en
Europa y EEUU. El eje del proyecto es defender que hay un neoliberalismo
insolidario y malo y otro bueno. El malo sería el emitido por la CAM. Las
diferencias del modelo neoliberal MAD y del modelo socialdemócrata Cat serían:
a) el mayor gasto público, b) la colaboración público-privada, c) el
crecimiento sostenible y d) la fiscalidad justa –que, me temo, es la única
diferencia palpable–. El plan supondría un subidón en la participación de
la Gene en el PIB Cat de casi diez puntos en diez años –lo que sería, en
efecto, espectacular–, y la creación de casi 80.000 puestos de trabajo. La
cosa, por otra parte, entraría dentro de la tutela de la UE, al relacionarse el
Plan de Illa con el Plan de Competitividad de la UE. Lo que explica una
originalidad de la socialdemocracia española: no superar el marco de la
Comisión, absolutamente no socialdemócrata, por otra parte.
10-
El plan transcurre en cinco áreas. Todas
con otro nombre distinto a lo que integran. Ilegibles, incalculables hasta que
no se formulen más y mejor, concentran una metáfora en su interior. Ocurre en
el área de Igualdad y Oportunidades que, básicamente, integra la construcción
de 50.000 viviendas para 2030. Lo que nos lleva a la cultura que ha
posibilitado la compra de la Casa Orsola. Es decir, el plan, desarrollado sin
contacto con el Sindicat de Llogateres –algo hoy arriesgado, que en la actual
tesitura expone el plan al fracaso, a una percepción contraria a la deseada por
sus emisores–, parece un plan público-privado que satisface antes al Gremi de
Constructors que al problema que intenta solucionar: esas 50.000 viviendas
suponen un número espectacular, hasta que uno comprende que ese es el número de
viviendas desaparecido del mercado en Cat, tan solo en el periodo 2015-22, para
su uso turístico. En total, han desaparecido hasta ahora más de 100.000
viviendas en el mercado turístico legal –imaginen en el ilegal–, mientras que
otras 418.000 viviendas han desaparecido destinadas a otros usos, o a ningún
uso –este festival de cifras es del Sindicat de Llogateres, N del E–.
11-
Es decir, para combatir, para
solucionar, incluso, la crisis de la vivienda, no es necesario construir –esa
bicoca público-privada; ese volcado de dinero público en la empresa privada–,
sino algo más sencillo, si bien, a su vez, hoy imposible. Legislar.
12-
Y ahora, alehop, el salto –mortal, me
temo– a lo global.
13-
La colaboración público-privada –no
hemos hablado de otra cosa hasta ahora– es el nombre artístico de una
disciplina que practica, por ejemplo, el novio de Ayuso. ¿Cómo hemos llegado a
ese extremo de barbarie extractiva partiendo de algo útil y positivo, formulado
en su día por el bueno de Keynes?
14-
Al aparato Francesc Miralles, chico
listo en el trance de finalizar su tesis sobre el modelo económico chino. “El
sistema Occidental para la cosa público-privada –esto es también para el plan
Illa– consiste en darle pasta a una sola empresa, grande o muy grande,
confiando que podrá solucionar un problema a través de la economía de escala” –es
decir, que alcanzando un nivel óptimo de producción, se producirá más y a menor
coste; por ejemplo, bloques de pisos; lo que es un error–. “En eso, en esas
donaciones a fondo perdido, ha quedado el keynesianismo, hoy, con el
neoliberalismo, un sistema que transfiere dinero del Estado a las grandes
empresas. Sin embargo, el keynesianismo es una disciplina que está en forma en
China, otra economía no-democrática como la copa de un pino, pero en la que se
practica un keynesianismo puro, al punto que, tras la visita de Nixon a China,
en los setenta, los chinos, para entender a Keynes, ficharon para que se lo
explicara a John Kenneth Galbraith” –hito del keynesianismo; empezó colaborando
con Roosevelt y su New Deal; colaboró en todas las presidencias demócratas,
hasta Carter; Galbraith, por cierto, tiene una novela formidable, El
profesor de Harvard, en la que explica el fraude de los valores
bursátiles; no se la pierdan–. “En China, el partido/Gobierno pilota y controla
y delega la gestión a las empresas. Para ello plantea un problema y un
presupuesto para solucionarlo. Y estas se adecúan a ese presupuesto, compiten
por ser más baratas y ganar la partida. Y lo hacen con fórmulas más
imaginativas que en Occidente, con menos medios, sin emisiones de carbono y con
energía renovable, es decir, con menos energía”. Y eso es lo que explica éxitos
como DeepSeek, la IA china, más barata, más ocurrente y, como mínimo, igual de
competitiva que la de EEUU.
Carente
de democracia, el modelo chino no carece de inteligencia. Ni de utilidad social
15-
“En China, a través de Keynes y de
Galbraith, de sus manuales para salir de la economía de guerra de forma
escalonada, para así liberalizar los mercados, pero sin perder el control
político, triunfan donde la exURSS se la pega”. Pero también triunfan sobre el
Occidente neoliberal. Su DeepSeek –que en mi anterior artículo calificaba
como un Sputnik, ese objeto que cambió la historia– no es una
anécdota, no es una casualidad. Es un diseño institucional, una forma de
ejercer la colaboración público-privada de los XXXXXXX. Carente de democracia
–como el mundo entero, en el que la democracia vive, se diría, sus últimos
días–, el modelo chino no carece de inteligencia. Ni de utilidad social. Lo que
nos lleva a Occidente, desde donde les saludo –hola–. Y, más aún, a EEUU.
16-
Estos días se está formulando el trumpismo, a
través de dos polos emisores. Uno es el propio Trump. Trump parece estar
dibujando un mundo fundamentado en la ausencia de orden internacional –incluso
con sanciones económicas al CPI/Tribunal de la Haya–, en la utilización de los
aranceles-sanciones –sumamente peligrosos; pueden conducir a una subida
generalizada de precios en el mundo, a la crisis mundial– como herramienta
política. Un mundo en el que primarían los valores propios del mercado
inmobiliario en las relaciones internacionales –para realizar, además, un genocidio, con todas esas
letras, en Gaza, esa proto-Riviera–. Un mundo en el que las
relaciones internacionales solo buscarían el beneficio económico –la exigencia
de que la UE gaste el 5% de su PIB en armas es, en realidad, la exigencia de
que la UE compre armas a EEUU por el 5% de su PIB–. Una sociedad norteamericana
sumamente destruida, que accedería a la cohesión social a través de la
persecución y delación de la inmigración. Una política local centrada en un
enfrentamiento continuado –o peor, en una desobediencia continuada– con el
judicial. Lo que Trump emite es, en fin, sumamente espectacular. Pero también
confuso, contradictorio. Y teatral. Verbigracia: para emitir su
irresponsabilidad, Trump parece confiar en la responsabilidad de los demás. Por
ejemplo, en la de China, poseedora de una cantidad de deuda de EEUU tan alta
que, si la sacara al mercado como represalia, no solo podría acabar con la
economía EEUU, sino con la mundial. Es decir, también con la de China.
Paralelamente a esta confusión Trump, está la confusión que emite Musk.
17-
Musk también emite contradicción. Pero
su contradicción parece tener un eje, una lógica. Su oficina –la DOGE– está
protagonizando acciones que la prensa liberal de EEUU califica como golpistas y
poseedoras de un proyecto estructurado. Esta mañana a primera hora, la DOGE
domina el servicio digital, el departamento de RR.HH. del Gobierno Federal, el
sistema de pagos del Tesoro –sí, un juez lo ha impedido, pero no sabemos si
Musk desobedecerá; es posible– y la Administración General de Servicios –la
cartera inmobiliaria de la federación–. Se trata de objetos que siempre habían
estado en manos de funcionarios de carrera, y que ahora están en manos de
profesionales de Silicon Valley, de X, de Space X, de Tesla. Y de empresas como Palantir –presidida
por un republicano próximo a Trump, si bien su CEO es un demócrata próximo a
Kamila Harris; There is not alternative-ive-ive-ive–. ¿Qué quiere Musk?
18-
En el periodismo EEUU se especula que
ese dominio de las entrañas del Estado tiene un objetivo. Los negocios. Por
ejemplo, crear una plataforma de pagos, vía X, con la que se realizarían los
pagos al Estado. Por ejemplo, el IRPF. Lo que explica una evolución y un cambio
estructural novedoso desde el neoliberalismo inicial, el de los setenta y
ochenta.
19-
Las empresas beneficiadas por el sistema
público-privado crecieron, se convirtieron en empresas-Estado que, ahora,
quieren adquirir el Estado. Lo están adquiriendo. Al parecer, con relativa
facilidad en EEUU. El Estado, ese centro de negocios que suple al mercado, a su
exposición azarosa, puede ser suyo, sin intermediarios, sin políticos ni
funcionarios que medien entre la empresa y el Estado.
20-
No sabemos cómo acaban esas cosas. Pero
sí cómo empiezan. En soluciones como la experimentada para la Casa Orsola. En
la donación, la transferencia constante, de dinero público a lo privado.
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