LA ESPIRAL DE LOS DEMENTES
La respuesta nuclear de Putin al uso de misiles de la OTAN, un presidente
gagá que va a ser sustituido por un sociópata y el objetivo de derrotar
estratégicamente a Rusia configuran un escenario muy inquietante para el mundo
La extracción de la piedra de la locura. El Bosco (1494)
Después
de que Rusia advirtiera en septiembre de que el uso de misiles de la OTAN,
imposibles de operar sin la supervisión de ésta, significa una guerra directa
de los países de la OTAN contra ella, Estados Unidos y sus aliados europeos han
dado ese paso.
Moscú
ha respondido modificando su doctrina nuclear, abriendo el uso de armas
atómicas al escenario de ataques, incluso con armas convencionales, “si tal
agresión creara una amenaza crítica a su soberanía e integridad territorial”.
Pese a la evidencia no solo doctrinal, sino también histórica, de que el uso de armas nucleares es perfectamente real y creíble en caso de que Rusia se vea confrontada a un enemigo superior en recursos convencionales, como es la OTAN –esa fue, precisamente, la doctrina de la OTAN en Europa cuando la URSS disponía de esa superioridad en el continente–, los políticos europeos rechazan esas peligrosas advertencias de Moscú como “retórica” (el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell) e incluso proponen la entrada de tropas de la OTAN contra Rusia (Margus Tsahkna, ministro de Exteriores de Estonia).
Desde
la misma génesis del conflicto, cuando la OTAN se metió en Ucrania a finales de
los noventa, invitó a su gobierno a ingresar en la alianza (2008), forzó un
cambio de régimen en el país (2014) y financió y armó después a su ejército con
miles de millones, infraestructuras y entrenamiento, esta escalada ha despreciado
claramente la voluntad de la mayoría de la población ucraniana expresada en
múltiples encuestas. La actual escalada mantiene esa misma pauta.
En
Ucrania, el 52% de la población desea poner fin a la guerra lo más rápido
posible, admitiendo gran parte de la sociedad concesiones territoriales al
invasor ruso, frente a un 38% que quiere continuarla, según una encuesta de
Gallup conocida esta semana. En el conjunto de Europa una gran mayoría rechaza
también esa política.
Hay
que decir que en la cima de esta última grave y temeraria decisión de escalada
se encuentra un presidente saliente errático y senil al que apenas le quedan
dos meses al mando.
La
combinación del propósito que encierra la guerra de Ucrania –que no es la
defensa de ese país agredido por Rusia, sino debilitar a Rusia con una “derrota
estratégica” más el cambio de su régimen, como han declarado repetidamente los
máximos dirigentes de Estados Unidos y la Unión Europa–, con la respuesta
nuclear que advierte Moscú para el caso de una “amenaza existencial” a su
régimen, y un presidente gagá con sus facultades mentales
mermadas en Washington que va a ser sucedido por un sociópata, configura un
escenario absolutamente inquietante para el mundo.
Sobre
todo si se tiene en cuenta que la coalición occidental que está escalando la
guerra en Ucrania es la misma que anima un genocidio en Gaza, permite el
bombardeo israelí de Líbano e Irán y calienta motores para un enfrentamiento
con China en Asia.
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