IKER JIMÉNEZ, LA NUEVA DISIDENCIA Y
LA GUERRA DE UCRANIA.
ELOY CUADRA,
escritor y activista social.
Que le hayan borrado el canal de YouTube a Iker Jiménez por pura censura del sistema y la última escalada bélica en Ucrania, con la administración Biden desesperada por hacer saltar el mundo por los aires, son acontecimientos lo suficientemente importantes como para que no nos quedemos callados. Lo de Iker Jiménez en primer lugar, un asunto que pudiera parecer menor pero no lo es tanto. Se le cierra el canal de internet y desde medios como la Sexta se está pidiendo que se lo eche de la televisión, por haber dado aire a la noticia del centro comercial Bonaire y los muchos muertos que iban a encontrar en el parking. Luego no hubo muertos, gran noticia, pero esa acusación no se sostiene porque en la misma Sexta se habló largamente de ese mismo asunto dando a entender que habría muertos en el aparcamiento, lo mismo que anunciaron digitales de muchos medios incluidos algunos públicos estatales. Vamos que si hubiera que cerrar canales de televisión o censurar y cancelar programas por sensacionalismo, exageraciones o manipulaciones, canales como Telecinco o Telemadrid estarían ya cerrados desde hace años, por no hablar de la Sexta y su descarado y poco imparcial servicio al gobierno de Pedro Sánchez. Se trata pues de indagar para ver lo que hay detrás de este linchamiento y posterior intento de derribo de un comunicador como Iker Jiménez, con el que se puede estar más o menos de acuerdo. Y lo que está detrás no es ni más ni menos que un intento desesperado del sistema político que manda en España por controlar la información que circula por el país, y por supuesto censurar a todo aquel que tenga un discurso diferente, peligroso para los intereses del sistema. ¿Por qué Iker Jiménez? Porque este señor ha traspasado una línea como nunca antes, ha cometido un sacrilegio informativo dando entrada en su programa Horizonte, en prime time en una televisión generalista, a youtubers e influencers de las redes de base trumpista con clara inclinación a la derecha, con mensajes antiglobalistas y antisanchistas claros.
Si miramos un
poco de dónde venimos entenderemos por qué les está preocupando tanto este
asunto. La consolidación de canales alternativos como fuentes de información
con tanto o más seguimiento y aceptación que los medios generalistas de gran
presupuesto es sin duda todo un hito social, pero, ¿cómo ha sido esto
posible? Una retrospectiva inicial nos sitúa en la pandemia, es
ahí cuando surgen con fuerza estos canales con mensajes claros contra la
dictadura sanitaria y mediática que nos aplicaron entonces. Acabada la
crisis, con los canales ya abiertos y una inercia favorable, continuaron
creando contenidos casi siempre contrarios a las agendas oficiales europeas y
occidentales del control, el cambio climático, el feminismo o las migraciones,
y, en el plano local contra las formas y políticas de nuestro presidente
Sánchez, dispuesto a vender su alma al diablo con tal de seguir en el poder.
Por el camino, no hace mucho comprobamos la potencia de estos canales cuando un
comunicador al que el sistema llama agitador conocido como Alvise saca una
burrada de votos en las Europeas y dos eurodiputados sin apenas medios ni
promoción, abundando únicamente en la crítica al sistema desde posiciones muy a
la derecha a través de algunas redes. Y así llegamos hasta hoy, donde la
tragedia de la DANA valenciana no solo ha supuesto la explosión definitiva y
casi el sorpasso de estos canales alternativos frente a los medios generalistas
tradicionales, es que además se ha producido la falla en el sistema que ya he
comentado: la invasión de parte del inframundo digital normalmente denostado
como conspiranoico, ultraderechista y propagador de fakes, al super mundo
oficial categoría premium de la información controlada en este país, cuando
muchos de estos creadores de contenidos han empezado a participar en el
Horizonte de Iker Jiménez. Que en el sistema están muy preocupados con
esta deriva de información alternativa que no pueden controlar lo muestra no
sólo el acoso a Iker Jiménez, también lo vemos con programas como ese
Conspiranoicos, por no decir la Sexta entera, lo vemos en la aplicación de la
Ley de la Cancelación a la red X de Elon Musk de la que nos dicen que debemos
migrar en masa, o con leyes que ya se plantean desde el gobierno para controlar
y sacar del anonimato a todo lo que se mueve por internet, con la excusa de
nuestra seguridad, luchar contra las fakenews o proteger a los menores.
Ante esta
realidad sobrevenida, algunas preguntas obligadas. La primera, ¿cómo es posible
que los poderes del sistema y en especial el señor Sánchez, controlando
como lo hacen a la mayoría de medios de comunicación, controlando a los
sindicatos, con la mayoría de alternativas políticas regionalistas de su lado,
habiendo anulado casi totalmente a las izquierdas alternativas a su izquierda y
controlando también a buena parte de la Judicatura y también al CIS, lo estén
viendo tan mal que se ven obligados a fabricar estrategias de calado para anular
a simples informantes alternativos sin apenas presupuesto? En mi opinión, la
clave de su fracaso y pérdida de credibilidad sin freno es haber tomado la
costumbre de tomarnos a los ciudadanos por tontos todos los días, dando por
hecho que seguimos viviendo en un mundo bipolar muy controlado donde la gente
solo se enteraba de lo que ellos querían. Así las cosas, si volvemos para
comprobarlo a la pandemia, poca gente duda ya hoy de que se hicieron muchas
cosas mal en Occidente, y a pesar de la existencia de un sector crítico en el
ámbito de la Ciencia la solución fue imponer una dictadura sanitaria donde
mandaban las farmacéuticas, y condenar a la categoría de negacionistas locos y
peligrosos a todos los demás, olvidando que entre un extremo y otro había mucha
gente con posiciones divergentes muy matizadas que no podían ser calificadas de
negacionistas locos sin más. Con el resto de la agenda oficial occidental
(cambio climático, agenda verde, migraciones, luchas identitarias, seguridad
global, guerras, agenda económica) tres cuartos de lo mismo, tomarnos una y
otra vez por tontos planteando soluciones tramposas y elitistas que básicamente
empobrecen a la mayoría, crean distorsiones importantes en muchos países o no
solucionan realmente nada, al margen de promover guerras allá dónde han podido.
Dicho de otra manera: el sistema político y los medios generalistas a su
servicio han seguido empeñados en hacernos tragar la milonga del eje de
confrontación tradicional izquierda-derecha, PP-PSOE, socialdemócratas-conservadores,
donde todo ha quedado siempre dentro del sistema en una clara pantomima de
confrontación, cuando la verdadera dialéctica de hoy se ve y se libra entre los
favorables al sistema y los contrarios al mismo, o lo que es lo mismo, entre
una élite belicista y privilegiada que sólo gobierna para ellos y una gran
mayoría de parias y ciudadanía cada vez más desprovista y precarizada.
Y si nefasta
ha sido la gestión del sistema, méritos también han tenido los de las redes
alternativas. En este caso nos cabe otra pregunta: ¿cómo hemos llegado hasta
aquí en un país que en 2011 se levantó mayoritariamente contra el sistema desde
posiciones revolucionarias muy a la izquierda (recordemos el 15M)? Para
responder a esta pregunta tenemos que buscar en primer lugar una renuncia a
modo de claudicación, la de los partidos y movimientos sociales que abanderaron
y capitalizaron el descontento de aquel 2011, totalmente diluidos, entregados o
absorbidos por el sistema desde que Pablo Iglesias y Pedro Sánchez se abrazaron
aquel día fatídico. El gobierno supuestamente más progresista de la historia
iba a ser la tierra prometida donde acabarían todos los males. Tristemente no
ha sido así, todo fue una gran mentira, el plan de voladura controlada del
Estado del Bienestar siguió su curso inalterable hasta que las clases medias
terminaron de desaparecer, con la brecha entre ricos y pobres cada día más
grande. En este contexto, una población mayoritariamente no politizada ni
ideologizada ve como sus condiciones de vida empeoran a pesar de una supuesta
bonanza económica, manteniendo un descontento y un malestar generalizados con
el sistema y con la clase política, que han de canalizar y descargar hacia
algún lado. Y es aquí cuando entran en juego los otros dos actores de la
representación, de un lado Pedro Sánchez, con bastante probabilidad el político
español más odiado de la historia (en buena parte por méritos propios), y de
otro lado una serie de youtubers y comunicadores de redes sociales y digitales
que ya estaban y venían con un libreto y una posición bien definida algo o
bastante reaccionaria, contra el feminismo, contra los inmigrantes, contra las
políticas de izquierdas más intervencionistas, por la sacrosanta unidad de
España, contra la Unión Europea, contra las guerras que nos imponen, contra las
políticas que envuelven el fenómeno del cambio climático, contra la dictadura
sanitaria o contra las medidas de control social. Y, casualidad, contra
todo esto casi siempre es Pedro Sánchez el que aparece en el disparadero como
culpable de todos los males, de modo que ya no hay más que pensar. En el fondo
se trataba básicamente de una lucha por el relato, un relato que tristemente ya
está perdido en España, cuando además la inercia global camina en el mismo
sentido, hacia posiciones conservadoras. Dicho de otra manera, la mayoría de la
gente descontenta y fastidiada en España no tuvo en un momento dado, hace unos
años, una posición clara y distinta a la izquierda o a la derecha, simplemente
estaba cabreada y confusa porque lo estaba pasando mal, además de sentir que
los engañaban con muchas de las políticas que se han terminado imponiendo, pero
a falta de una voz crítica al sistema desde las izquierdas revolucionarias que
sí estuvieron en el 15M del 2011, han acabado por comprar el discurso y el
relato de todos estos comunicadores del colapso, la hipérbole, el insulto y el
miedo.
¿Son estos
canales, comunicadores y activistas alternativos la nueva disidencia? Y
la respuesta es sin duda un sí, un triste y clamoroso sí, básicamente porque no
hay ninguna otra, de momento. ¿Cuánto de mentira y de verdad hay en sus
mensajes? Conspiranoicos, negacionistas, divulgadores de bulos, antisistemas,
fachosfera... son algunas de las etiquetas que se les colocan, no todas
ciertas, no siempre al menos. Empezando porque desde el sistema nos toman por
tontos cada día, lo que nos indica que la manipulación y la mentira es usada
casi a partes iguales por ambos lados. Si el sistema nos lleva directos a un
mundo bastante invivible tampoco es mala cosa ser antisistema, al contrario, es
lo correcto. Por último lo de la fachosfera, es solo una etiqueta fácil,
pues en lo económico las políticas de Sánchez y compañía son también de
derechas por mucho maquillaje social que quieran aplicar, lo mismo que Biden y
Trump, neoliberales convencidos ambos. En este punto, los que me conocen ya
saben cuánto me gustaría que hubiera otra disidencia en España y en Europa que
no fuera trumpista, ni nacionalista reaccionaria, ni xenófoba y en absoluto
conservadora, que supiera ir contra el sistema corrompido, ultrabelicista y
esclavizante de Occidente desde posiciones humanistas, universalistas,
sostenibles e integradoras. De momento, como digo, no hay esa otra disidencia
revolucionaria de izquierdas, y con esto tenemos que seguirnos nos guste o no,
pues sí malo parece el señor Trump y todos los que siguen su ideario, ¿qué me
dice del señor Biden y su camarilla europea entre las que está nuestro
presidente Sánchez, empeñados en que estalle la Tercera Guerra Mundial y
empiecen a caer bombas nucleares a diestro y siniestro?
Luego, para
concluir, en el debate entre canales alternativos con sus defectos, sus
conspiraciones y sus bulos o la censura del sistema, me acojo a esa famosa
frase que le atribuyen a Voltaire: "Estoy en desacuerdo con
lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo".
Otro problema será ser capaces de discernir quién miente y quién nos dice la
verdad, pero esa es otra historia. Y con lo de elegir entre globalistas o
trumpistas, a falta de una tercera vía humanista, más nos vale quedarnos con el
menos malo, el que al menos parece buscar algo parecido a la paz. Y aquí
vuelvo a recurrir a otra cita célebre, esa de Samuel Butler, escritor inglés,
cuando dijo: "Es preferible una paz injusta a una guerra
justa". Cierto, el triunfo del trumpismo y la multipolaridad
en el mundo nos traerán también de la mano unos cuantos negacionismos e
involuciones y tanto o más capitalismo salvaje y empobrecedor, pero esto
también son otras historias, otras batallas que habrá que librar luego, si
seguimos vivos.
Eloy Cuadra, escritor y activista social.
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