FEIJÓO EL
INCENDIARIO
El presidente de la Generalitat
Valenciana, Carlos Mazón (i) y el presidente
del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo (d)
- EP
Núñez
Feijóo desaprovechó el jueves pasado la mejor
oportunidad de su vida para demostrar si tiene o no talla de hombre de Estado.
Y no la tiene. Como no la tuvo Aznar el 11M, como no la tuvo Ayuso
en la pandemia. Ser de derechas no es esto, ser oposición no es esto, ser
político no puede ser esto. Nos merecemos una derecha con rostro humano, nos
merecemos políticos que no olviden la razón por la que nos representan:
resolver nuestros problemas en lugar de complicarnos la vida más de lo que por
lo general la solemos tener.
Bien pensado, que el líder de la oposición optara por comportarse de una manera tan miserable en València, mintiendo y atacando al Gobierno de la nación cuando lo suyo era arrimar el hombro, era bastante previsible porque nos tiene ya acostumbrados a comportarse así, a no desperdiciar ninguna ocasión que se le presente para certificar que no sabe hacer otra cosa. Lo normal hubiera sido presentarse en la zona de la catástrofe, remangarse y decir, a ver, qué hay que hacer aquí, en qué puedo ayudar. Pero no, con decenas de garajes aún anegados y personas ahogadas dentro, con innumerables cadáveres todavía entre los escombros, con centenares de coches amontonados que dificultaban la búsqueda de desaparecidos, Feijóo optó por el reproche y el bulo.
Este
PP que trafica con la tragedia y el espanto no puede ser la derecha que aspira
un día a gobernarnos. Sus propios militantes, hasta sus propios hooligans
si me apuran no creo que estén por la labor de secundar este tipo de
comportamientos. En algún lugar tiene que estar la derecha razonable, la que
apuesta por la convivencia en paz, la solidaridad y la ausencia de crispación,
la que piense primero en las necesidades de los ciudadanos y después en la
batalla política.
Seguro
que entre los casi 400.000 vecinos que se quedaron sin agua potable y los
80.000 que dejaron de tener luz, seguro que entre tantas personas como dejaron
de poder comunicarse siquiera a través de un triste guasap, existe un
buen número de votantes del PP ¿pensó Feijóo al menos en ellos?
Carlos
Mazón, el presidente popular de València,
evidenció haber captado, aunque tarde, la magnitud del desastre cuando cerró
filas con Pedro Sánchez. Tanto él como el andaluz Moreno Bonilla
han demostrado algo más de reflejos que su jefe, al menos en esta ocasión.
Tiempo habrá de depurar responsabilidades, que las hay, y son muchas, pero
cuando la prioridad es salvar vidas, atender heridos y que las personas
afectadas dejen de pasar hambre y frío, pasearse por la zonas afectadas con un
discurso belicista y sin aportar soluciones es el summum de la
mezquindad.
Miedo
me da imaginarme cómo tratará la prensa adicta todo lo que rodea a esta
espantosa tragedia una vez que enterremos a todos los muertos y los trabajos
por devolver a la zona una mínima normalidad empiecen a dar sus frutos. Me
acuerdo del furor mediático tras los atentados de Atocha y se me abren las
carnes ¿Cuáles serán ahora los bulos? ¿a quién o a quiénes se intentará
criminalizar? ¿a qué canallas de la ultraderecha se les otorgarán generosos
altavoces para que suelten cuantas obscenidades les de la gana? ¿qué
perversiones se le ocurrirán a los profesionales de la desestabilización, cuál
será el eco que tendrá en los medios?
De
momento, están empezando a poner en cuestión el funcionamiento del Estado. Los
mismos medios que, recordemos, dejaron bien claro ya, la mañana posterior a la
noche del desastre, cuál era su orden de prioridades: apostaron por primeras
páginas con Begoña Gómez o el fiscal general del Estado a toda plana
mientras en València centenares de personas buscaban desesperadas a familiares
que nunca volvieron a ver con vida.
Declaraciones
como las de Feijóo son gasolina para que los ultras se sientan respaldados
cuando encienden las cerillas que provocan el fuego de la insidia. Ya han
empezado los de Manos Limpias, emprendiéndola judicialmente contra AEMET.
Mientras miles de afectados hacían cola para llenar sus garrafas de plástico
con agua potable, mientras las farmacias y las tiendas de los principales
municipios afectados continuaban desabastecidas, mientras el número de
fallecidos seguía subiendo, los desaprensivos decidieron apostar por la
crispación y el frentismo desde el primer momento despreciando el estado de
ánimo de una ciudadanía noqueada.
Como
decía al principio, ser de derechas no puede significar comportarse como lo
hace Núñez Feijóo. Si lo hace por incapacidad, malo, y si es por miedo a la
ultraderecha, mucho peor. Los derechos humanos no pueden estar jamás en
cuestión. Que Mazón le comprara el discurso en su día a Vox fueron los
polvos que trajeron estos lodos. Parece que ha empezado a entenderlo y por eso
ha reaccionado desmarcándose, esperemos que no se desdiga, de la vocación
incendiaria de Núñez Feijóo.
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