UN AMOR DEDUCIBLE
Gentes amargadas no saben que las relaciones amorosas, las verdaderas, las
que practican Isabel y Alberto, deberían celebrarse con deducciones fiscales en
este mundo lleno de envidia
Alberto
González Amador, a su llegada al Tribunal Superior de Justicia de Madrid. Mayo
de 2024. / YouTube (RTVE)
En una mítica escena de Pretty Woman, la prostituta Vivian, encarnada por Julia Roberts, se enfada cuando, después de pasar varios días junto al millonario Edward Lewis (Richard Gere), éste le deja un fajo de billetes sobre la mesilla de noche. Qué te has creído que soy, le pregunta enfurecida sin que el atontado de Gere se hubiese percatado de que lo que empezó siendo una relación comercial había derivado en otra cosa. No parece ser el caso de la relación entre Isabel Díaz Ayuso y el tipo que lidera la lista Forbes en la categoría de técnicos sanitarios. No si tenemos en cuenta que, como hemos sabido, Alberto González se desgravaba como actividad empresarial las vacaciones con su novia. Presentar en el modelo 303 conceptos como atardecer en la playa es una forma de romanticismo como otra cualquiera. Pero coincidirán conmigo en que es una forma más curiosa que otras.
El amor surge a
veces de un cúmulo de casualidades que acaban configurando las dinámicas de lo
que será esa relación. Y la casualidad quiso que fuese el exitoso comisionista
hermano de la presidenta madrileña quien presentase a los tortolitos. Isabel,
este es Alberto; Alberto, esta es Isabel. Él haciendo fortuna mediante
suculentos negocios pandémicos con el mismo Grupo Quirón al que ella mimaba con
contratos públicos. No me digan que Cupido no tiene buena puntería algunas
veces. Los maseratis, pisos de lujo, testaferros y salas de autoridades
reservadas en vacaciones con dinero público del votante neoliberal llegaron con
la misma naturalidad con la que llegan al estómago las mariposas del amor.
Toda historia
romántica tiene sus detractores, y la de Isabel y Alberto
no iba a ser menos. Los haters llegaron y pusieron en la diana a los
Romeo y Julieta de la Puerta del Sol desde el primer momento. Que si una
presidenta no debería vivir en un piso pagado de forma ilícita, que si los
servicios de la Comunidad de Madrid no deberían utilizarse para defender
mediante bulos los delitos cometidos por un ciudadano particular, que si las
obras ilegales del piso a nombre de un testaferro, que si la trama Quirón, que
si la abuela fuma en vacaciones. Como dijo en su momento Belén Esteban y ahora
se repite en sus adentros la presidenta madrileña, no sin alguna reserva: ni
que hubiera matado yo a nadie. Si 7.291 veces
acusan a Díaz Ayuso de que algo huele mal en su relación, 7.291 veces asegurará
que todo es de lo más normal y que nada de esto debería ser usado para
desviarnos del verdadero asunto central de este tiempo que vivimos: ETA está más viva que nunca.
Como para no tomar la precaución de ponerse a salvo en salas de autoridades.
Gentes
amargadas y desconocedoras de las dinámicas del amor pretenden que las
relaciones sentimentales de los que han sido tocados por las flechas doradas de
Cupido sean tan tristes como las suyas. Retrasos y esperas en aeropuertos,
pisos de 60 metros que se comen los ingresos mensuales, coches de segunda mano que
se estropean o declaraciones de la renta que nunca jamás acabarán en millones
de euros brincando felices en la cuenta corriente. Si de estas tristes almas
dependiera, los coches alquilados por Alberto e Isabel para sus vacaciones, las
cenas y hoteles supondrían un gasto personal y no una oportunidad para
desgravar rascándole unos euros al Estado opresor. Si por ellos fuera, Isabel y
Alberto deberían pedir licencias para reformar sus áticos de lujo o incluso,
los hay así de retorcidos, vivirían en pisos acordes a sus sueldos que deberían
conseguir con esfuerzo y madrugones en lugar de comisiones. Se llama rencor y
odio. Lo practican quienes no saben que el amor real, el verdadero, el que
practican Isabel y Alberto, debería celebrarse con deducciones fiscales en este
mundo lleno de envidia
No hay comentarios:
Publicar un comentario