EL SALUDO
DUNIA SÁNCHEZ
Estoy aquí, en la atmósfera exterior. Miro el planeta tierra, lo saludo. Buenos días, cómo estás. Una incertidumbre lo arrasa. Un ambiente que lo hace dudar en su mañana. Las guerras son inconclusas. La contaminación es frenética. El hambre castiga a los inocentes. La sed evidencia nuestro egoísmo, nuestra ira sobre llanuras donde la aridez raja gargantas. La solidaridad se ha vuelto como una condena, cadena perpetua con navajas a ras de las espaldas cansadas de los sueños de que puede ser, de que puede haber un aire de esperanza ante tanta y tanta muerte y demolición. Estoy aquí, desde un satélite donde habita la nada. El mundo azul se vuelve extraño, desconfiado, presa de malas enfermedades arrastrando a nichos comunes a sus gentes, a sus especies. Desde aquí, donde las noches son largas y la soledad me alumbre cuestiono que es el ser humano. Detrás de la una historia singular, autentica para cada uno de uno de ellos. Somos de corpulencia parecidos, pero de vida distinta. Ahora los echo de menos, quiero bajar al planeta tierra o mejor dicho al mundo donde cada hábitat es insostenible y despreciado por otro que no es otro sino nosotros mismo. Alguien habrá a la par de mi andar, de mi conversación y callaremos cuando los sentidos nos de el aliento necesario para afrontar su realidad. Y su realidad , la misma que la mía, nos convencerá de ese querer por belleza de un abrazo, de un crecimiento benefactor de la paz. Mientras, estoy aquí, en un satélite donde los vientos son desenfrenados.
Sola, con la idea de un mañana donde dormiremos
en nubes azules de tranquilidad. Me transformo y vuelo, mi viaje es largo, me
vuelvo si esta gravedad me lo permite al mundo azul. Lo echo de menos con sus
batallas y sus derrotas. Necesito la mano amiga que cambie las sensaciones denigrantes,
nefastas que apuran ese clima, ese planeta habitable donde sus noches
estrelladas nos dice de la llegada de un mañana agazapado en el sonoro resonar
de la armonía, del equilibrio , cortando su desenfreno, su delirio. Mientras
preparo mi nave al vacío del universo, donde su sonido crepita en lo sublime y
solemne, me apuro antes de la que su despedida sea demasiado tarde. Oh ,
tierra, estamos aquí donde los sórdidos llantos del miedo alumbran la mayor
parte de tu faz. Oh, tierra querida mía, ya hemos llegado y todo sigue igual
durante siglos y siglos indeterminados. Las civilizaciones se autodestruyen en
ese instinto de venganza arraigada al pasado, un pasado muy lejano. Un pasado
aislado del ahora, que estamos en otros tiempos, en otros espacios condicionados
por los necios del horror. Y aquí estoy, de nuevo en casa, bajo mi techo, mi
despertar es lúcido, transpirable, claro y deseo que las manos , sean de donde
sean, se aúnen y alcen caravanas de pañuelos blancos en la deriva de los días.
Me despido querido mundo azul, ahora necesito descansar, el viaje ha sido muy
largo.
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