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domingo, 15 de septiembre de 2024

VENEZUELA, EL BARROCO Y LOS ALÍEN QUE COMEN MASCOTAS

 

VENEZUELA, EL BARROCO Y LOS ALÍEN QUE COMEN MASCOTAS

GUILLERMO ZAPATA

 

Edmundo González (Jeampier Arguinzones/ Europa

Press) y la Rana Pepe (X).

Esta semana me preguntaba por la belleza después de ver el traíler de un documental crítico con el despliegue de las energías renovables. Lo bello es una idea y cómo tal puede adoptar formas muy diferentes. Así, hay para quien ver un monte alfombrado de placas solares representa el fin de la civilización y esa superficie parece ser la extensión de cientos de kilómetros de autopistas o de plazas duras donde no crece ni un árbol; y para otra gente (entre las que me incluyo) la imagen de un molino de energía eólica o esa misma superficie de placas solares remite a una idea mucho más liviana de energía limpia y futuro para el planeta. La belleza, como la perversidad, está en los ojos del que mira.

El auge de la extrema derecha en los últimos años ha ido acompañado de un aparato estético y de su propia idea de belleza. Una belleza cimentada en la estética del porno y las cripto-monedas, del pastiche memético de la Rana Pepe y el lujo de videoclip de rapero de los noventa mezclado con escaparates de "El Precio Justo" y culto al cuerpo con estética espartana y burpees.

En ese aparato estético tiene un lugar muy destacada la conspiranoia. Y ese es el lugar donde parece estar acampando Donald Trump en una campaña electoral que, por primera vez, parece sonar a "ya visto" y "ya dicho". El debate entre Trump y Kamala Harris estuvo marcado por los delirios conspiranoicos de un Trump empeñado en que los migrantes se comen a sus mascotas.

POdemos rastrear el origen de la actual conspiración hasta la celtiberia más cercana. Esa que insistía en los años noventa que no iba a comer a restaurantes chinos, porque a saber con qué hacían su comida. Todo racista tiene dentro un higienista que cree que los demás son bárbaros digestivos y uno está siempre limpio de polvo y paja.

El problema es que Trump tiene que recurrir cada vez mas a giros lingüísticos e imágenes recargadas para impactar en los medios de comunicación. ¿Qué va a contar sino? ¿Que va a construir un muro en la frontera con México que ya dejó sin construir en la temporada anterior de su mandato? No, mucho mejor decir que los alíen están infectando a las personas trans.

Ese giro hacia lo recargado y lo barroco parece ser el signo de los tiempos en lo que a la derecha se refiere.

Alvise es el giro barroco de Vox, Vance es el giro barroco de Trump, Milei es el giro barroco de la derecha Argentina y suma y sigue. Mientras tanto, el campo progresista defiende su condición de "normie" y señala algo así como el "están locos estos Romanos" que decían Astérix y Obélix.

Esta semana, el Partido Popular ha intentado su propio giro barroco con Venezuela. La noticia de que el líder de la oposición Venezolana, Edmundo González, había elegido España para exiliarse, ha puesto en el disparador a una derecha que parecía querer gritar "no, por aquí no es" a un hombre al que, hasta antes de ayer, tenían por un libertador.

Debido a eso, ha sido necesario llevar al congreso una votación para que España le declare presidente de Venezuela porque se ve que con el anterior "presidente encargado" no tuvimos bastante. Resulta que hoy son los parlamentos de un país los que deciden quién es presidente en otro. Algo que no se ha atrevido a hacer (esta vez) ni siquiera Estados Unidos.

Es curioso porque lejos de aumentar la presión para que el gobierno de Nicolás Maduro cumpla con los estándares que el propio gobierno de Venezuela había establecido durante años para certificar sus siempre democráticos resultados electorales y que, en esta ocasión, se ve que ya no son necesarios, el PP ha conseguido que ese tema pase a un segundo plano y hoy nos entretengamos con asuntos ya de índole nacional como si Venezuela romperá o no relaciones diplomáticas con España. Porque para el muy barroco PP todo asunto internacional puede convertirse en un asunto de índole nacional. (Salvo el genocidio en palestina. Ese asunto les interesa tirando a poco).

Como la actualidad come acontecimientos a más velocidad que el El Monstruo de las Galletas devora las idem, a la petición de reconocer a Edmundo Gonzalez como presidente – cosa que hasta dónde yo sé, no había pedido ni el propio Edmundo González que cada mañana se levanta y dice "oye, muchas gracias por acogerme, Pedro Sánchez" – ha respondido La Moncloa con un paseo fugaz el jueves por la mañana.

Dos fuerzas antagónicas moviéndose a la misma velocidad en direcciones opuestas se anulan, y quizás el gran aprendizaje del sanchismo en esta temporada de la serie es que una imagen de un paseo vale tanto como una votación perdida por el bloque progresista en el congreso.

El caso es que la votación del otro día ya no le vale al Partido Popular con lo que ha decidido que, como tiene mayoría en el Senado, le va a pedir al gobierno que lleve a Maduro a la Corte Penal Internacional. Esa que no les suena para con Netanyahu.

Lo dicho. En seis, ocho meses, estaremos preocupados por si la dieta de quienes se juegan la vida cruzando el Estrecho incluye gato o al final no, porque en el barroco, todo se pega.

Los alquileres, por cierto, siguen también barrocos perdidos. De eso esta semana, sin embargo, no se ha hablado.

 

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