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sábado, 24 de agosto de 2024

MOCEJÓN Y LA MAQUINARIA DEL ODIO


MOCEJÓN Y LA MAQUINARIA DEL ODIO

DIARIO RED

Afroféminas 

La extrema derecha española se frotaba las manos, esperando que el asesinato de Mateo, un niño de 11 años en Mocejón, hubiese sido cometido por una persona migrante o racializada. El objetivo de los sectores más radicales estaba claro: aprovecharse del dolor para dividir a la sociedad y alimentar la xenofobia

No pasó mucho tiempo antes de que las redes sociales se inundaran de rumores y desinformación. Figuras como el eurodiputado de extrema derecha Alvise Pérez y otros influencers racistas no tardaron en aprovechar la tragedia para desinformar. Con total desfachatez, empezaron a propagar bulos que vinculaban el asesinato con las comunidades migrantes, a pesar de no tener prueba alguna. Pérez incluso llegó al extremo de publicar mapas con las localizaciones de mezquitas cercanas, insinuando una relación inexistente con el crimen. Otros, con la misma intención incendiaria, difundieron imágenes de centros de menores, señalándolos como posibles focos de delincuencia. ¿El objetivo? Encender una chispa que provocase un incendio social difícil de controlar.

La tragedia de Mateo no es más que una oportunidad para ellos, un medio para avivar las llamas del odio y sacar provecho de la confusión y el dolor colectivos

¿Acaso a personajes como Alvise Pérez les importa Mateo o cualquiera de las víctimas que instrumentalizan en su narrativa? No, en absoluto. La utilización espuria del dolor ajeno es uno de los comportamientos más execrables que existen, y estos personajes no tienen escrúpulos ni moral. Su único interés radica en promover su agenda personal, que casi siempre está vinculada a beneficios económicos o de poder. La tragedia de Mateo no es más que una oportunidad para ellos, un medio para avivar las llamas del odio y sacar provecho de la confusión y el dolor colectivos.

Esta falta de principios es precisamente lo que hace tan difícil enfrentarse a ellos. Las que sí tenemos valores, aquellos que respetamos la dignidad humana y la convivencia pacífica, nos encontramos en una posición compleja. Mientras que ellos actúan sin límites, manipulando y distorsionando la realidad para sus propios fines, nosotros estamos obligados a mantener la integridad y la ética, lo que a menudo nos deja en desventaja. Pero es precisamente por esta razón que no debemos bajar la guardia.

Este no es un fenómeno aislado, sino una estrategia bien ensayada por la extrema derecha. Hace solo unas semanas, en el Reino Unido, un caso similar fue utilizado por la ultraderecha para desatar una ola de violencia racista en varias ciudades. Las tensiones empezaron después de que un joven de 17 años, Axel Rudakubana, nacido en Gales de padres ruandeses, entrase el 29 de julio en un centro recreativo de Southport donde había un taller de música y mató a tres niñas y otros ocho menores y dos adultos resultaron heridos. Este terrible acontecimiento fue la excusa perfecta para promover ataques racistas y disturbios, bajo el paraguas de la desinformación y el miedo. En España, estos agitadores intentaron replicar ese modelo, utilizando la muerte de Mateo para sembrar el caos y dividir a la sociedad.

Nos enfrentamos a un problema de gran envergadura: la incapacidad para frenar estos discursos de odio, que propagan bulos con la clara intención de generar caos y destrucción. Esta incapacidad debería llevarnos a una profunda reflexión sobre nuestras instituciones y su capacidad para defender la democracia

Sin embargo, la realidad desarmó sus mentiras. Las investigaciones dejaron claro que el asesino de Mateo no era un migrante, sino un joven español con serios problemas mentales. A pesar de esto, la maquinaria de odio no se detuvo. La extrema derecha continuó su campaña de desinformación, propagando un clima de desconfianza y resentimiento hacia las personas migrantes y racializadas. Pero lo más alarmante en todo este asunto es la clamorosa falta de respuesta por parte del Gobierno estatal y de las comunidades autónomas.

Nos enfrentamos a un problema de gran envergadura: la incapacidad para frenar estos discursos de odio, que propagan bulos con la clara intención de generar caos y destrucción. Esta incapacidad debería llevarnos a una profunda reflexión sobre nuestras instituciones y su capacidad para defender la democracia. No podemos permitir que los manipuladores de extrema derecha sigan sembrando discordia sin encontrar resistencia. Las democracias deben contar con mecanismos efectivos para protegerse de quienes, mediante la mentira y el miedo, intentan socavar los valores que sostienen nuestra convivencia.

No podemos seguir siendo testigos pasivos esperando que algo suceda.


Puedes leer el artículo original de Afroféminas aquí

 

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