LA RETINA DE NÚÑEZ FEIJÓO
El presidente del Partido Popular,
Alberto Núñez Feijóo, en una imagen de archivo, a 12 de julio de 2024, en
Madrid (España). A. Pérez Meca / Europa Press
Pasan los meses, años ya, y Núñez
Feijóo sigue sin encontrar el foco. Hacer oposición como partido de Estado,
que es lo que dice ser la formación que lidera, no puede consistir en crispar
el ambiente por sistema sin preocuparte, jamás por explicar cuál es el proyecto
político que tienes para gobernar tu país. Hacer oposición no puede resumirse
en ir colgando medallas a mandatarios fascistas de ultramar que insultan al
presidente de tu gobierno, ni tampoco en viajar a Venezuela para intentar
liarla parda allí también. Más de lo que ya está.
La democracia en España necesita una derecha constructiva y capaz de pactar, una derecha que se atreva de una vez a pararle los pies al fascismo trasnochado. Si los intolerantes continúan siendo la única pareja de baile posible de los populares, y así es ahora por mucho que hayan cambiado las cosas –de momento- en algunas autonomías, a Núñez Feijóo y a los suyos les va a costar ser creíbles alguna vez como alternativa democrática de gobierno.
Tanto en Catalunya como en Euskadi, el
PP continúa siendo irrelevante porque solo se opone y nunca propone. Se
mantiene instalado en los mensajes carcas y trasnochados de aquella España
grande y libre de infausta memoria. Cuando gobernemos derogaremos, cuando
gobernemos expulsaremos, cuando gobernemos recortaremos, ¿a qué aspiran con
semejante oferta? ¿Dónde están las propuestas para mejorar la vida de la gente?
¿de verdad piensan que el camino correcto es apoyar la sanidad y la educación
privadas en detrimento de lo público? ¿o acaso se trata de fomentar las
corridas de toros, negar el cambio climático y la violencia de género o
arremeter contra los migrantes?
Merced a tamaño despendole, la izquierda
descafeinada que ahora mismo ejerce el poder, cuenta con un amplio margen de
maniobra que aprovecha para avanzar –tímidamente- en mejorar aspectos sociales
sin tener que molestarse en cuestionar la OTAN o condenar el genocidio de Gaza,
por ejemplo. Sin tener que acabar con la ley mordaza, sin renunciar a una
política armamentística ni cuestionar a países que violan los derechos humanos;
sin tener tampoco que plantarle cara a los bancos que, a pesar de exhibir sin
pudor sus astronómicos beneficios, continúan sin devolvernos el dinero del
rescate que nos deben. Como baja el paro, sube el PIB y bajan las hipotecas,
por ahí Núñez Feijóo y los suyos no encuentran la manera de hincar el diente.
Como pasan los meses y España no se rompe, cada día andan más de los nervios.
Aún no han entendido que Pedro Sánchez reside en la Moncloa, entre otras
cosas, porque la ciudadanía votó mayoritariamente para evitar un gobierno
ultra.
De momento, si algún día los populares
llegan al poder, habrá de ser de la mano de Vox y lo que es peor, del tal
Alvise, cuyas expectativas de voto continúan aumentando. En enclaves que
conozco bien, como el Poniente almeriense, ya dieron un serio aviso en las
elecciones europeas. En feudos tradicionalmente de los populares, entre Vox y
SALF les han quitado ya más del 25% de la clientela. Allí y en tantos lugares
donde ocurre algo parecido, no es que la izquierda tenga poco que rascar, es
que Núñez Feijóo no les convence... por blando. Los mensajes populistas y
ultramontanos han calado en un sector de la ciudadanía, sobre todo joven y con
escasa formación. El PP no encuentra la manera de contrarrestar esto, la
izquierda light ni lo intenta y la otra anda llorando por las esquinas.
Una ruina.
Para rematar la faena, a Núñez Feijóo y
los suyos no se les ocurre nada mejor que subirse al carro de esos jueces
despendolados que se pasan la vida abriendo y cerrando sumarios imposibles. En
el PP ya están descubriendo que eso solo les sirve para que quienes aparezcan
en los informativos patrimonializando el asunto sean los de Hazte Oír, Manos
Limpias y Vox, peleándose entre ellos por un protagonismo ante los micrófonos y
las cámaras que nunca se les debe otorgar a quienes aprovechan los altavoces
para envenenar la convivencia. Que esa es otra, la infame labor de los medios,
tanto públicos como privados, en todo este tinglado.
La reciente operación por
desprendimiento de retina, a la que ha sido sometido hace unos días, igual
ayuda a Núñez Feijóo a dar con la tecla y encontrar el foco. La convivencia
precisa de una derecha que deje de gritar a cada instante que viene el
apocalipsis. No se lo creen ni ellos, pero ahí andan con el raca-raca sin
parar. El PP tiene la obligación política de trabajar para neutralizar a la
ultraderecha. Mientras crean que la única manera de frenar el crecimiento de
los ultras es competir con sus mensajes sin encontrar tono propio, estarán
perdidos tanto ellos como los que no pensamos como ellos. El futuro de nuestro
país no puede acabar estando en manos de los intolerantes
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