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miércoles, 14 de agosto de 2024

AGOÑEHELETO: RIGOR HISTÓRICO

 

AGOÑEHELETO: RIGOR HISTÓRICO 

AGUSTÍN GAJATE

Cada vez que veo en la televisión la recreación de la aparición de la imagen de la Virgen de Candelaria a los guanches del menceyato de Güímar me asalta una duda: ¿Vestían los guanches de entonces con esas pieles similares a las de una oveja blanca lanuda con las que aparecen ataviados quienes participan en la representación?

Si existen fundamentos históricos que lo justifiquen, no tengo nada que argumentar, pero lo que he leído sobre la indumentaria de los guanches del siglo XV, escrito por cronistas, historiadores e investigadores, no parece apoyar el aspecto con el que se nos recuerda la efemérides y, lo que es peor, esa estética revela un lamentable contraste con las esculturas del artista José Abad que se erigen en ese mismo escenario, bastante más cercanas a la realidad.

Si hacemos caso a Fray Alonso de Espinosa, "su traje era (porque no tenían género alguno de lino, ni de algodón) un vestido hecho de pieles de cordero o de ovejas, gamuzadas a manera de un camisón sin pliegues, ni collar, ni mangas, cosido con correas del mismo cuero, con mucha sutileza y primor, tanto que no hay pellejero que tan bien adobe los cueros, ni que tan sutil costura haga, que casi no se divisa, y esto sin tener agujas ni leznas sino con espinas de pescado o púas de palmas o de otros árboles. Este vestido era abrochado por delante o por el lado, para poder sacar los brazos, con correas de los mismos. Este género de vestidura era común, llamaron tamarco y era común a hombres y mujeres: salvo que las mujeres, por honestidad, traían debajo del tamarco una como saya de cuero gamuzado que les cubría los píes, de que tenían mucho cuidado, porque era cosa deshonesta a las mujeres descubrir pechos y píes. Este sólo era su traje de grandes y menores, y éste les servía de cobertura para la vida y de mortaja para la muerte."

Si tomamos como referencia a Fray Juan de Abreu Galindo, "el vestido de los canarios eran unos toneletes hechos de juncos majados muy juntos al cuerpo y tejidos que llegaban a la rodilla; y ceñíanlo por la cintura, y después se echaban encima unos pellejos cosidos muy primamente, que llamaban tamarco, en verano el pelo afuera, y en invierno adentro, muy galanos y pulidos; y en las cabezas, tocados de pellejos de cabritos, que desollaban enteros, y las garras caían por las orejas, amarrados al pescuezo; y algunos traían unos como sombreros con plumas en ellos; y los tamarcos y toneletes y los demás vestidos eran pintados de diversas colores de tintas, que hacían de flores y erbas. Y del mismo hábito usaban las mujeres de pellejos como refajos altos del suelo. Criaban cabello y cojíanlo atrás, como trenzados con juncos majados. Hacía las costuras de los tamarcos y cueros, con tanto primor y delicadeza, que no hubiera persona que su vista no engañara, para afirmar que se hicieron con agujas muy delgadas y hilo preciado portugués, y los repulgos de muy pulidas labraderas. Traían calzados unos pedazos de cuero de cabras, atados con correas del mismo cuero crudo."

Por su parte, Antonio Sedeño escribió que "las pieles adobaban a modo de gamuzas de que hacían su vestido. El primero y más pulido una tuniceta con medias mangas cerradas hasta la sangradera y por bajo de la cintura, era en hombres y mujeres principales. En las mujeres ponían encima como enaguas de faldellón otro atado a la cintura y después otra ropa que las cubría todas como casacón o sobretodo. En los hombres eran tres, el primero del modo que dijimos a modo de justa (...) la rodilla el último pieles más gruesas y largo hasta los pies. Tenían calzado a modo de sandalias y medias de borceguíes. Los plebeyos andaban descalzos de pié y pierna y trasquilados barba y cabello y con un zumarrón de pieles sin costura por los hombros, los brazos de fuera y algunas veces con media manguilla y en lo interior tenían por la cintura cubiertas sus partes. Los nobles tenían cabellos largos, mayormente en lo alto de la cabeza le dejaban bien crecidos, y alrededor lo quitaban. La barba era larga y el bigote sobre la boca era quito. El vestido le cosían con nervios y correítas hechas de tripas de animales, y con espinas de pescado y agujones de palo y tenían por leznas y eran costuras muy finas y excelentes las gamuzas eran muy buenas adobaban (...) tenían mujeres dedicadas para sastre."

El ingeniero italiano Leonardo Torriani afirmó en su obra 'Descripción e historia del reino de las Islas Canarias', escrita en el año 1588, que "los canarios vestían telas de hojas de palmera tejidas junto con juncos, con admirable labor y artificio. Con éstas hacían ciertas faldillas, más o menos como las romanas, y se las ceñían por encima del talle, para cubrirse honestamente las carnes. Después con algunas pieles de cabras blancas, muy bien preparadas y cosidas, se vestían el busto; y encima, a manera de capa, llevaban en invierno dos más, con su lana, abiertas por un lado, como si fuese una hopalanda, a la cual llamaban tamarco. En lugar de sombrero llevaban una piel de cabrito doblada, a manera de escofia alemana, atada arriba, donde está el cuello, dejando colgar las pieles de las patas. Este traje, como se ha dicho en el capítulo precedente, se acompaña en los nobles con pelo largo, y en los villanos con la cabeza afeitada. Las mujeres vestían pieles preparadas como los trajes de piel que se usan en Lombardía y en otros lugares fríos; y con ellas, como con un traje talar, se cubrían desde el cuello hasta los píes. Los pelos los trenzaban con juncos en lugar de cintas y los dejaban caer libremente sobre los hombros, dejando la frente descubierta, como principal campo de sus bellezas. Todo cuanto se refería al vestido canario era tan bien hecho y artísticamente cosido, como más diestramente se podría hacer entre nosotros. La tela tejida con hojas de palmera fue tan admirada por aquellos que la vieron, que su inventora (que según dicen ellos, fue una mujer) merecía ser celebrada entre ellos, como si fuese una Aracne, famosa entre los poetas."

Si existe cierto consenso entre historiadores respecto al tipo de prendas con las que se vestían los guanches, ¿por qué no se lleva a la práctica? ¿Quizá porque resultaría muy costoso reconstruir aquella indumentaria? ¿No merecería la pena dedicar algunos recursos económicos en intentar recuperar aquella vestimenta, para que el acto tuviera algo de rigor histórico y así educar mejor a las nuevas generaciones en el conocimiento de la cultura guanche?

 

He leído en numerosas ocasiones opiniones de diferentes personalidades reclamando rigor para la vestimenta tradicional con las que los ciudadanos actuales acuden a los bailes de magos. ¿No deberíamos pedir lo mismo para un acto de carácter institucional que pretende representar con dignidad una parte de nuestra historia?



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