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domingo, 7 de julio de 2024

LA SALUD PARA QUIEN SE LA PUEDA PAGAR. UN NEGOCIO PARA LOS DE SIEMPRE


LA SALUD PARA QUIEN SE LA PUEDA PAGAR. UN NEGOCIO PARA LOS DE SIEMPRE

ALEJANDRO GIMÉNEZ

Una medida que reducirá los ingresos públicos y que beneficia solo a quien pueda pagar y que excluye aún más a las personas de rentas bajas (que elegirán comer antes que pagar un psicólogo, por muy resentida que este su salud mental).

Aunque la ola neoliberal haya calado hasta la medula en gran parte de la población y sea casi una quimera defender la utilidad de un sistema fiscal justo y progresivo, no debemos renunciar a hacer pedagogía sobre por qué estas deducciones fiscales profundizan y agudizan la brecha entre ricos y pobres.

La adquisición de productos o servicios de salud, incluso con la deducción, puede ser inaccesible para quienes viven en condiciones de pobreza o precariedad. Por lo tanto, el pago inicial, aunque deducible, representa un obstáculo significativo.

Por otra parte, la deducción fiscal solo reduce la cantidad de impuestos pagados, no aumenta directamente los ingresos disponibles. Para quienes ya se encuentran en la franja impositiva más baja, el beneficio fiscal es mínimo o nulo.

En cuanto al efecto redistributivo, las personas con mayores ingresos obtienen un beneficio fiscal mayor en términos absolutos. Esto limita el impacto redistributivo de la medida.

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Un hecho que no debemos olvidar es que los procesos de solicitud de deducción fiscal suelen ser complejos y requieren cierto nivel de conocimiento y acceso a recursos para completarlos correctamente, lo que dificulta su aprovechamiento por parte de parte de la población

Además de las limitaciones mencionadas, cabe destacar que las deducciones fiscales pueden favorecer a determinadas empresas privadas en detrimento de lo público. Por una parte, abocan a los ciudadanos que pueden a “buscarse la vida” y pagar a una empresa privada para recibir una atención que podrían recibir en el sistema público, y por otra, estas medidas generan que determinadas empresas aumenten sus ganancias por el aumento de clientes y porque se pueden permitir el lujo de subir los precios. Un caso que ya hemos visto en repetidas ocasiones es que, cuando se ha decidido reducir el IVA o eliminarlo de algún producto, los especuladores aprovechan para absorber el posible ahorro mediante un aumento de los precios.

En resumen, estas medidas dejan fuera a los menos afortunados económicamente, exprimen a los que pueden pagar, benefician a empresas privadas y degradan los servicios públicos.

Las soluciones vinculadas a la mejora del estado de la salud de la población no pueden pasar por actuaciones individuales basadas en la renta individual de cada persona. Las soluciones pasan por el fortalecimiento de un sistema de salud universal que garantice cobertura gratuita y de calidad para toda la población lo que tendría un impacto mucho más significativo en la salud y el bienestar de las personas, especialmente las de menos recursos. La implementación de programas focalizados en las necesidades de salud de las poblaciones más vulnerables, como subsidios directos, campañas de prevención o atención primaria gratuita, podría tener un efecto más directo y equitativo, así como el establecimiento de precios mínimos o financiación estatal de determinados productos sanitarios básicos, como las gafas, por poner un ejemplo.

Es hora de dejar de lado las políticas de deducción fiscal y de privatización encubierta, que sólo favorecen a unos pocos. Debemos reconocer que la salud no es un lujo, sino un derecho fundamental, y exigir a nuestros gobernantes que actúen en consecuencia, dejando atrás las medidas ineficaces y discriminatorias.

 

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