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miércoles, 10 de julio de 2024

LA PELIGROSA INDIGENCIA INTELECTUAL DE LA PROGRESÍA MEDIÁTICA

LA PELIGROSA INDIGENCIA INTELECTUAL DE 

LA PROGRESÍA MEDIÁTICA

DIARIO RED

 

Si el NFP y el pueblo francés no hubiesen hecho lo contrario de lo que los medios supuestamente progresistas les estaban diciendo, en estos momentos probablemente habría un primer ministro nazifascista en París

Este domingo conocíamos la victoria del Nuevo Frente Popular en Francia, una amplia coalición electoral entre partidos progresistas, verdes y de izquierdas liderada ideológica, programática y numéricamente por La France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon. Los análisis políticos sobre las causas y las consecuencias del resultado, así como sobre los diferentes escenarios de gobernabilidad que se abren a partir de ahora en el país vecino, han sido numerosos y lo seguirán siendo como mínimo hasta que se nombre un nuevo primer ministro en Matignon. Lo que es mucho menos habitual es que se publiquen análisis mediáticos sobre el fenómeno —algo fundamental si se quiere dibujar el escenario completo— y eso es lo que queremos hacer aquí hoy, como especialidad de la casa.

Por un lado y baste este elemento para establecer la importancia definitiva de tener en cuenta el papel de los medios como actores políticos para explicar lo que ocurre en las democracias modernas, sería absolutamente imposible entender el crecimiento electoral de la extrema derecha de Marine Le Pen sin mencionar al multimillonario Vincent Bolloré, quien compró iTele cuando aún era una televisión —digamos— progresista para convertirla en CNews, la homóloga francesa de Fox News. Sin el arduo trabajo de los medios de Bolloré para normalizar las ideas racistas, ultraconservadoras y autoritarias de la extrema derecha no se puede explicar el avance de los ejércitos lepenistas en la guerra cultural e ideológica, que, como todo el mundo sabe, es previa a la batalla electoral. La derecha y la ultraderecha tienen perfectamente claro el papel político de los medios de comunicación y los utilizan sin escrúpulos y con total claridad para conseguir sus fines.

Sin embargo, no parece que ocurra lo mismo en el ámbito de la progresía. En el ecosistema mediático de este lado del parteaguas, uno muchas veces no sabe si reina la confusión, si hay demasiada gente infiltrada trabajando para el adversario, si realmente no existe la progresía mediática y lo que realmente entendemos como tal no son otra cosa que empresas con dueños de derechas trabajando para la derecha de una forma más oblicua y sutil o si —como muchas veces ocurre en la vida— no tenemos que buscar explicaciones más complejas cuando la incompetencia es capaz de explicar lo que tenemos delante.

El lector o lectora pueda quizás pensar que acaba de leer unas palabras demasiado contundentes, pero los hechos son tozudos. Tanto en España como en Francia, como en todos los países del mundo, la inmensa mayoría de la progresía mediática no para de defender, elección tras elección, una hipótesis que prácticamente nunca se verifica como cierta. A saber, que la forma de evitar que la extrema derecha nazifascista siga avanzando posiciones pasa por apostar por partidos y por candidatos de extremo centro moderado. De esta manera, gastan cantidades ingentes de energía y de dinero en apoyar, proteger y propulsar a partidos socioliberales como el PSOE o incluso a opciones neoliberales supuestamente no extremas como la que representa Macron. Esta actividad discursiva la complementan, a su vez, y a veces quizás con mayor intensidad todavía, con la incesante promoción de los candidatos y figuras más centristas en la interna de los partidos de izquierdas así como la difamación y el intento de defenestración de aquellos partidos y líderes de izquierdas que se resisten a tener nada que ver con el centro político. Esto, a priori, parece lógico. Al fin y al cabo, lo que uno esperaría de la progresía mediática es la defensa de los suyos en la arena parlamentaria; es decir la defensa de la progresía política. Lo que ocurre es que, al mismo tiempo, uno tiende a pensar que la progresía mediática está aterrorizada ante el avance electoral de la extrema derecha. De hecho, así lo expresan explícitamente varias veces todos los días. La contradicción radica en que ese objetivo no se puede conseguir mediante la promoción de candidatos y proyectos políticos de centro. Por su propia naturaleza, este tipo de actores políticos —y sus brazos mediáticos también—, precisamente para intentar ocupar ese supuesto y fantasmagórico centro, acostumbran a ceder continuamente posiciones ideológicas en la batalla cultural con la derecha y —como ya hemos señalado— esa derrota ideológica siempre precede a la derrota electoral. De esta manera, el hecho de que Macron haya comprado buena parte del discurso xenófobo y securitario de Le Pen es una de las causas principales detrás del aumento de votos de los ultras en Francia (ya se sabe: para qué votar a la copia si puedo votar al original). De la misma forma, en España, la renuncia ideológica por parte de Sánchez al feminismo combativo —"tengo amigos de 40 o 50 años que se sienten incómodos con el discurso del ministerio"— (por citar tan solo uno de los muchos ejemplos en los que el PSOE ha concedido la victoria ideológica a la derecha) es evidente que ha servido para propulsar las perspectivas electorales del bloque reaccionario, quedándose el pasado 23J a las puertas del Consejo de Ministros.

El hecho de que Macron haya comprado buena parte del discurso xenófobo y securitario de Le Pen es una de las causas principales detrás del aumento de votos de los ultras en Francia

En Francia, no ha sido Macron el que ha evitado que un primer ministro ultraderechista acceda al poder. El proyecto político que ha conseguido pararlos ha sido no solamente la izquierda sino, además, una izquierda liderada por su sector más radical y más ruidoso —en el mejor sentido de ambas palabras—. Sin embargo, y aunque es evidente que ha sido La France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon la que ha evitado la catástrofe, no solamente la progresía mediática francesa ha desatado una violenta campaña contra él sino que también lo ha hecho la progresía mediática española, con El País como punta de lanza, atacando mucho más en sus páginas a Mélenchon que a Le Pen, pero también con ese sector de periodistas afines a Sumar que hemos denominado 'la banda del napalm' (por su insistencia en arrojar este agente incendiario sobre Podemos) pidiendo la sustitución de Mélenchon por ser un agente —según ellos— polarizador, ruidoso y, en definitiva, un error táctico. Si el Nuevo Frente Popular y el pueblo francés no hubiesen hecho completamente lo contrario de lo que los medios supuestamente progresistas les estaban diciendo que tenían que hacer, en estos momentos probablemente habría un primer ministro nazifascista en París. Esto es evidente a la luz de lo ocurrido y como, sinceramente, pensamos que no está en la voluntad de la progresía mediática el llevar a la extrema derecha al poder, la única manera de explicar su operativa es asumir una grave incapacidad analítica por su parte.

De hecho, y ahora que ya se han conocido los resultados, ahora que ya se sabe que el Nuevo Frente Popular ha ganado las elecciones y que La France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon es el partido más importante en ese bloque, la Cadena SER y La Sexta —quizás los dos arietes más poderosos de la progresía mediática junto con El País— han redoblado sus ataques contra el líder de la fuerza más votada, colocándole todo tipo de atributos difamatorios y pidiendo exactamente lo mismo que pide la prensa de derechas y de extrema derecha en España: que La France Insoumise se eche a un lado y permita una mayoría de gobierno entre el partido de Macron y los sectores más de centro del Nuevo Frente Popular, como el Partido Socialista o los Verdes. Romper la candidatura ganadora y vetar a su pieza fundamental.

En lugar de pedir perdón, los mismos operadores mediáticos que intentaron que el PSOE formara un gobierno de derechas con Ciudadanos, que apoyaron a la vieja guardia socialista en su intento de asesinato a Pedro Sánchez cuando parecía que podía empezar a explorar otra posibilidad, que intentaron evitar en 2019 que Podemos entrara en el gobierno y que en los últimos días aplauden el acuerdo de Gran Coalición entre el PP y el PSOE para reformar el Poder Judicial dedican ahora toda su fuerza para intentar levantar un cordón sanitario no a la extrema derecha francesa sino a la izquierda que la venció en las urnas. Como es obvio que esto es exactamente la receta para que Le Pen gane las próximas elecciones presidenciales en Francia y como preferimos no asumir maldad en el diseño táctico-estratégico de la progresía mediática española, no nos queda más remedio que aceptar —con vergüenza ajena— su indigencia intelectual.

 

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