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sábado, 20 de julio de 2024

ÉTICA Y POÉTICA PERIODÍSTICA

 

ÉTICA Y POÉTICA PERIODÍSTICA

SEBASTIÁN FIORILLI 

Gina M Randazzo / Zuma Press / ContactoPhoto

Estamos en verano y toca mojarme, significarme, ya sea desde la poética, la cultura, la militancia, el periodismo...

 

Siempre defendí la integridad de Podemos, de Pablo Iglesias, de Ione Belarra, de Irene Montero y la de las personas que intentan transformar la realidad en su conjunto. Pero no solo pude hacerlo por redes -ni en las paredes de un baño público X-, ni en los bares, sino en los foros donde creía y creo que hay que seguir haciéndolo. También pude y puedo seguir respaldando un proyecto en el que creo, en mi caso, desde un medio de comunicación modesto, que no oculta su ideología y que trabaja con rigor por mantener el derecho a una información veraz. -cosas de los derechos humanos, ay, esas cosas tan fundamentales-.

No sé si muchas personas pueden decir lo mismo -diría que no, pero eso ya no es asunto mío, bastante tienen con lo que tienen, en sus mochilas cargan con las piedras que no se han atrevido a arrojar, metafóricamente hablando-. Yo me siento un privilegiado, incluso muchas veces cargo con las contradicciones que pujan por aniquilarme la existencia, con esos benditos problemas del primer mundo, pero ser consecuente es lo que tiene, muchas veces no te deja dormir, pero te hace levantar mejor.

Aunque aparezcan grandes artículos de opinión y grandes editoriales -algo es algo, quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi…- hablando del respaldo al ex líder político, a su medio de comunicación, al partido- hablando de las cloacas y un largo etcétera de falsa dignidad que solo expresa falsa ideología, falta de compañerismo (amistad) en el sentido más amplio de la palabra, el daño ya es irreparable, pero no tenemos fuerzas para rendirnos, trabajamos en un andamio infinito y con el puño cerrado para no sucumbir en el rencor, en “la rabia, coño, paciencia, paciencia...”.

En un poema que creo que debería recitarse cada mañana en el Congreso de los Diputados, Juan Gelman dice para siempre:

«con estos versos no harás la Revolución» dice

«ni con miles de versos harás la Revolución» dice

se sienta a la mesa y escribe

 

Ahora es mucho más fácil, -como bien decimos en Argentina, con el diario del lunes; cualquiera es Gardel, Maradona...- lo realmente complicado es hacerlo cuando toca mojarse y significarse, ya sea desde la poética, la cultura, la militancia, el periodismo. Toca hacerlo cuando los círculos más cercanos te acusan de comunista de mierda, de rojo de mierda, de zurdo de mierda, de poeta de mierda, de sudaca de mierda, de argentino y un sinfín de barbaridades que me siguen asustando, pero ahí siguen, presentes en un desorden mundial cada vez más “colonizado” por una extrema derecha y su internacional reaccionaria hegemónica en manos de Milei, Ayuso, Musk, Trump y un etcétera que solo nos supondría un scroll infinito...

Aun así, celebro que algunas plumas que intentan colonizar la subjetividad de las personas lo intenten, hay que seguir participando, -algo es algo-. quizá no sea demasiado tarde, o quizá solo es una expresión de deseo. Yo sigo y seguiré respaldando la integridad de un ex líder político, -no de un jefe-, de un proyecto, de una persona que no solo sufrió un acoso personal y sistemático como ninguna otra en este país, sino que ha sido víctima de un sistema que se corrompe día a día y se cae a pedazos, a nivel mundial y a todos los niveles. Debajo de los escombros se esconde un jardín, las flores moradas nacerán de la tristeza, de la muerte, pero será la belleza quien se imponga ante tanto derrumbe, ante tanto desconsuelo y portadas.

Por eso, no bastó con sacar a los sátrapas vestidos de uniforme del poder, con toda su violencia descarnada, salvaje, brutal, bárbara. Lo más difícil sigue siendo destronar esa otra dictadura de cuello, corbata y escaleta en el bolsillo. Esa otra dictadura nauseabunda y sigilosa que sigue secuestrando, aniquilando, asesinando todo sentido de justicia y de dignidad de nuestros pueblos, mientras estafa sin descanso sus más sagrados bienes, entre estos el valor de la honestidad, la decencia, el acceso a una información limpia, veraz, de saber lo que está pasando.

Desde hace tiempo se gestan las dictaduras mediáticas nacionales, regionales y mundiales que ahora mismo aniquilan, sin control y sin pudor, la razón humana, conduciéndonos a la vergonzosa era de la posverdad.

Gina M Randazzo / Zuma Press / ContactoPhoto

Un desorden mundial —decir orden sería absurdo— donde la tiranía se fundamenta en la implantación adictiva y siniestra de la mentira, pese a los valores esenciales del periodismo reconocidos hasta en el Código de ética periodística de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

El derecho del pueblo a una información verídica: El pueblo y las personas tienen el derecho a recibir una imagen objetiva de la realidad por medio de una información precisa y completa, y de expresarse libremente a través de los diversos medios de difusión de la cultura y la comunicación.

La adhesión del periodista a la realidad objetiva: La tarea primordial del periodista es la de servir el derecho a una información verídica y auténtica por la adhesión honesta a la realidad objetiva, situando conscientemente los hechos en su contexto adecuado.

La responsabilidad social del periodista: En el periodismo, la información se comprende como un bien social, y no como un simple producto. Esto significa que el periodista comparte la responsabilidad de la información transmitida. El periodista es, por tanto, responsable no solo frente a los que dominan los medios de comunicación, sino, en último énfasis, frente al gran público, tomando en cuenta la diversidad de los intereses sociales.

La integridad profesional del periodista: El papel social del periodista exige el que la profesión mantenga un alto nivel de integridad. Esto incluye el derecho del periodista a abstenerse de trabajar en contra de sus convicciones o de revelar sus fuentes de información, y también el derecho de participar en la toma de decisiones en los medios de comunicación en que esté empleado.

El acceso y participación del público: El carácter de la profesión exige, por otra parte, que el periodista favorezca el acceso del público a la información y la participación del público en los medios, lo cual incluye la obligación de la corrección o la rectificación y el derecho de respuesta.

El respeto de la vida privada y de la dignidad de las personas: El respeto del derecho de las personas a la vida privada y a la dignidad humana, en conformidad con las disposiciones del derecho internacional y nacional que conciernen a la protección de los derechos y a la reputación del otro, así como las leyes sobre la difamación, la calumnia, la injuria y la insinuación maliciosa, hacen parte integrante de las normas profesionales del periodista.

El respeto del interés público: Por lo mismo, las normas profesionales del periodista prescriben el respeto total de la comunidad nacional, de sus instituciones democráticas y de la moral pública.

El respeto de los valores universales y la diversidad de las culturas: El verdadero periodista defiende los valores universales del humanismo, en particular la paz, la democracia, los derechos del hombre, el progreso social y la liberación nacional, y respetando el carácter distintivo, el valor y la dignidad de cada cultura, así como el derecho de cada pueblo a escoger libremente y desarrollar sus sistemas político, social, económico o cultural.

El periodista participa también activamente en las transformaciones sociales orientadas hacia una mejora democrática de la sociedad y contribuye, por el diálogo, a establecer un clima de confianza en las relaciones internacionales, de forma que favorezca en todo la paz y la justicia, la distensión, el desarme y el desarrollo nacional.

La eliminación de la guerra y otras grandes plagas a las que la humanidad está confrontada: El compromiso ético por los valores universales del humanismo previene al periodista contra toda forma de apología o de incitación favorable a las guerras de agresión y la carrera armamentística, especialmente con armas nucleares, y a todas las otras formas de violencia, de odio o de discriminación, especialmente el racismo.

Lo mismo que lo anterior podríamos decir acerca de preceptos constitucionales que están prácticamente recogidos en todos esos instrumentos superiores normativos en el mundo, como la libertad de prensa, pensamiento y expresión, que derivan —como los valores éticos— en las diferentes políticas nacionales de comunicación.

Pero lo cierto es que pese a los postulados referidos se reconocen como valores y principios universales, su plasmación en las políticas y su concreción en la vida práctica de las naciones y de la humanidad pasa por interpretaciones diversas, en correspondencia con las visiones y sistemas ideopolíticos existentes y el lugar que se ocupa en la escala de poder nacional e internacional.

De lo contrario no tendríamos que estar hablando -desde hace tanto tiempo que se pierde en la memoria- de la necesidad de un nuevo orden mundial de la información, que en realidad no derivó en otra cosa que, en el nuevo desorden mundial de la manipulación, que es lo que prevalece en este pandémico siglo XXI.

Desafortunadamente, la llamada sociedad de la información y sus cumbres mundiales no arrojan tampoco los equilibrios y la sensatez necesarios en medio de este caos manipulador mundial, sino más bien lo acentúan. Esa es la razón que provoca que las organizaciones de la sociedad civil estén enfrentadas a la forma en que se está configurando la mencionada sociedad.

Las actividades y los presupuestos orientados al logro de las metas sociales fueron insignificantes en comparación con los enormes cambios forjados por la re-regulación y la privatización de la infraestructura en telecomunicaciones. En América Latina, por mencionar una zona del mundo, todos los nodos de comunicación pasan por Estados Unidos. En esta región más del 80 por ciento de los contenidos de información y de cultura que se consumen provienen de oligopolios que pueden contarse con los dedos de la mano.

Los países más ricos y poderosos tienen su versión muy peculiar de esa sociedad global, que no busca otra cosa que el predominio de sus intereses de dominación e influencia planetarios en detrimento de los intereses soberanos de los pueblos y sus derechos básicos a una vida digna. No son pocos los que denuncian que esa llamada sociedad de la información debe considerarse como un invento de las necesidades de globalización del capital y de los gobiernos que la apoyan, pese a determinados avances en algunas áreas del mundo, que, sin embargo, no resuelven las enormes brechas digitales —y otras dolorosas brechas— y sus amargas consecuencias en todos los sentidos.

Desde luego, hay monopolios sobre el discurso mediático, grandes monopolios, parte de una grotesca tiranía, con diferentes escalas, locales, regionales, mundial; pero estos subsisten por su aparente porosidad, por su capacidad para mimetizarse, por su fingida independencia del poder real. Lo difícil, por el contrario, sería hoy un monopolio de pretensiones herméticas como los ya conocidos.

La ideología, realizada o no por medio del discurso, es lo que permite percibir el mundo —con cristales deformantes o con nitidez—; es lo que permite organizar el poder y el ejercicio de la hegemonía, y es lo que da la capacidad de control sobre los factores de la sociedad.

Este control no puede sustentarse en el engaño, en la manipulación de contenidos, sino en la adecuada información, interpretación, persuasión y convencimiento de la gran mayoría protagónica, en definitiva, del poder del pueblo.


*Algunos fragmentos fueron extraídos de una reflexión del periodista Víctor Hugo Morales. Otras cuestiones, forman parte del sesgo emocional, ideológico, amistoso y del lado del amor.

 

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