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martes, 21 de mayo de 2024

DESEMBARRAR DESDE LA PERIFERIA

DESEMBARRAR DESDE LA PERIFERIA

JUAN TORTOSA

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, durante el acto de entrega de las distinciones honoríficas de San Isidro, en el Palacio de Cibeles, a 15 de mayo de 2024, en Madrid (España).- Fernando Sánchez / Europa Press.

La frase es de Antonio Maíllo, recién elegido para pilotar Izquierda Unida: hay que "desembarrar" la atmósfera política, es urgente, y debe hacerse desde la periferia. Hay vida, mucha vida en España más allá de lo que ocurre en Madrid. Lo que se cuece dentro de la M-30 no puede dirigir las vidas de una ciudadanía tan diversa y plural como la que somos.

No es de recibo que la capital del reino, con un alcalde al frente que no desaprovecha ninguna oportunidad de las que encuentra a su paso para alinearse con la intolerancia, nos marque el paso al país entero hasta con el calendario festivo de una ciudad cada vez más anti-resto de España. No solo hay jueces en Madrid, no solo hay tertulianos en Madrid, por mucho que haya las televisiones que se los lleven de gira para analizar elecciones ya se celebren estas en Euskadi o en Catalunya.

 

No es de recibo tampoco que la presidenta de esa Comunidad Autónoma marque la agenda política nacional en buen número de ocasiones ejerciendo la oposición al Gobierno de la nación como si estuviera sentada en el Congreso de los Diputados. Como no lo es que se atreva a organizar un triste remedo de revista militar en la fiesta del dos de mayo. Una Comunidad, por cierto, que fue creada artificialmente en su día porque, cuando se dibujó el Estado de las autonomías, no sabían qué hacer con una región que se quedaba aislada y ninguna de las dos Castillas quería tener nada que ver con ella. Se inventó de la nada y miren por dónde va ya la linde.

 

Catalunya acaba de demostrar que lo que nos venden desde Madrid no tiene nada que ver con la realidad que se vive en ninguna de sus cuatro provincias. Sus gentes han votado aquello por lo que algunos partidos autodenominados constitucionalistas decían querer y ahora esos mismos partidos, colgados de la brocha y sin escalera, buscan reorientar el mensaje una vez más desde la óptica madrileña, intentando mantener vivos debates que se han vuelto añejos: el independentismo ya no tiene mayoría, el procès ha pasado a mejor vida, y aún así Feijóo y Abascal se resisten a aceptar el nuevo escenario. Contra el procés se vivía mejor.

 

Por eso lleva razón Antonio Maíllo: hay que desembarrar esto. Ha llegado el momento en que la periferia ha de alzar la voz más de lo que hasta ahora lo ha hecho y no continuar dejándose comer terreno. El encuentro ayer del fascismo global en Madrid no se habrían atrevido a convocarlo en Euskadi, ni siquiera en Andalucía, mucho menos en Catalunya, o en Baleares por mucho que allí los ultras, como en Valencia, Aragón o Castilla León, trabajen a destajo desde las instituciones para horadar la convivencia.

 

De Madrid, la única política que le concierne al resto de España es la política de Estado, dado que es en la capital donde tienen su sede las principales instituciones. Pero hasta ahí. Punto. En ese Madrid DF no pintan nada Almeida ni Ayuso, por mucho que nos los intenten meter a ambos hasta en la sopa. La política de Estado es gestionar iniciativas como, por ejemplo, el reconocimiento de Palestina o la búsqueda de soluciones para mejorar la vida a los ciudadanos del Campo de Gibraltar. Desembarrar la política desde la periferia es, entre otras muchas cosas, eso. En breve tendremos nuevo gobierno en Euskadi tras la celebración de unas elecciones impecables; en Catalunya es factible que también se consiga formar pronto un nuevo ejecutivo, propiciando así la puesta en marcha por fin de políticas de mejora que llevan largo tiempo durmiendo el sueño de los justos: sanidad, educación, política hidráulica...

 

Durante la campaña electoral catalana, el PP se olvidó de la palabra amnistía y se cuidó muy mucho de criticar los indultos. En Madrid, en cambio, han convocado una megamanifestación contra esas mismas medidas el próximo domingo 26. Madrid por un lado y el resto de España por otro. Imagino que algún día esa olla a presión dejará de serlo antes de acabar reventando sin remedio. La crispación y el mal rollo no nos representan. Que Madrid sea el ombligo del mundo, no es el camino. Estoy con Antonio Maíllo: hay que desembarrar desde la periferia.

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